El nuevo titular de la Secretaría de Educación Pública conoce —ya que fue coautor— la estrategia de ejecución de los proyectos de la Reforma Educativa. No habrá sorpresas.
De 1970 a la fecha, nada más Víctor Bravo Ahuja y Reyes Tamez Guerra han cumplido con el sexenio en la silla de Vasconcelos. En los otros gobiernos ha habido dos o tres secretarios de Educación Pública. En todos sucedieron giros en la política de la SEP, incluso cuando Aurelio Nuño sustituyó a Emilio Chuayffet. Al parecer con Otto Granados Roldán no habrá cambios bruscos en la conducción.
La tarea de Nuño en la SEP no fue fácil, aunque encontró el camino. Convenció al presidente —o el primer mandatario se persuadió sin auxilio— de arrebatar al subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda, las negociaciones con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Salvo un pequeño lapso, tras los hechos de Nochixtlán, la relación con los maestros disidentes quedó en manos de Nuño y redujo a la CNTE. Quienes ven con buenos ojos a la Reforma Educativa piensan que ése fue uno de sus logros mayores. El otro fue haber administrado una consulta y llevar a puerto el Modelo Educativo para la educación obligatoria.
El presidente Peña Nieto no se arriesgó a traer a alguien de fuera en reemplazo en la SEP como especularon ciertos columnistas que veían a Claudia Ruiz Massieucomo la segunda mujer al mando de la SEP; se inclinó por una continuidad imperativa. Sospecho que habrá pocos cambios de personal —sólo a quienes Nuño se lleve a la campaña de Meade— y ninguno notable en la política. Otto Granados conoce —ya que fue coautor— la estrategia de ejecución de los proyectos. No habrá sorpresas.
No obstante, Otto Granados no llega con la mesa puesta. Enfrenta retos que implican que tendrá que aplicarse a fondo. El primero: continuar de inmediato con la evaluación del desempeño docente; la emergencia creada por los sismos de septiembre ya pasó, no hay más pretextos. No será sencillo, la CNTE aprovechará las campañas electorales para intentar ponerle más frenos a dicha valoración, al igual que todo el proceso de ejecución de la reforma. Michoacán es el foco rojo. Oaxaca —con todo y el ruido mediático—, Guerrero
y Chiapas simbolizan alertas en amarillo.
La labor de promoción de los capítulos del Nuevo Modelo Educativo requiere de trabajo fino. No concibo que el secretario Granados replique las visitas de cada lunes a las escuelas; esa era una de las marcas del exsecretario Nuño. Sin embargo, pienso que buscará otras vías de hacerse notar y propagar que la Reforma Educativa avanza. Los maestros insistirán en la formación docente y en que les digan cómo cumplir su tarea de la mejor forma posible.
Otro desafío es continuar con la puesta en marcha de la “Ruta de implementación” sin sobresaltos: afinar los nuevos planes y programas de estudio, armonizar los libros de texto a los postulados del modelo, divulgar los resultados del proyecto piloto y esclarecer el papel de las normales.
Al interior de la SEP, el relevo fue terso, pero no así al exterior. Los maestros disidentes, como se esperaba, enjuiciaron la continuidad (aunque hubieran criticado cualquiera otra medida; el reproche es su sello de identidad). Organizaciones de la sociedad civil como Mexicanos Primero y México Evalúa insistirán en la transparencia y rendición de cuentas, además de exigir que se acate el derecho a la educación y se ponga por encima el bienestar de la niñez.
El secretario Granados estará bajo fuego y de su pericia política dependerá si consolida la reforma para avanzar o progresa para apuntalar lo hecho o si amalgama los dos propósitos en uno común.
No es que sea una jettatura que, en cada cambio de secretario de Educación Pública, se revuelvan toda la SEP y la política educativa. Tal vez este gobierno rompa ese maleficio sin importar que tres secretarios hayan capitaneado el trabajo de la Reforma Educativa.