Uno de las grandes elementos que demostró el pasado Congreso Nacional de Investigación Educativa (SLP, 2017), es que el discurso de la reforma educativa y su pieza central el modelo educativo, son discursos gastados, sin congruencia ni pertinencia para la realidad del país, que no tiene nada de estructural y que no cumple con los fines que anunciaba desde su origen (mejorar la calidad educativa) y cuyos ejes de desarrollo están centrados en la evaluación (como obsesión), en la reconfiguración del tratamiento de los docentes al ser profesionales de la educación y convertirlos ahora en empleados o trabajadores de segunda sin derecho a la voz y restringidos de sus derechos laborales y al alineamiento de las políticas educativas con las sugerencias e imposiciones emanadas de los llamados organismos internacionales con la OCDE a la cabeza.
De esta manera la reforma educativa mexicana (2013-2017) no sólo es fácilmente predecible en su fracaso, sino también ausente de creatividad e innovación para llevar a nuestro país a un mejor estadio educativo.
Es por ello que requerimos de una nueva narrativa pedagógica que nos lleve a mirar la puesta en marcha de una reforma educativa (en construcción), llena de frescura y de ideas surgidas desde abajo o desde el corazón mismo de la experiencia de los y las educadores y que recupere lo valioso del pasado de la educación en nuestro país.
Se criticaba en San Luis Potosí que los artífices (los brillantes autores del modelo educativo), habían recurrido mayoritariamente a autores y referencias extranjeras y en otros idiomas con la supuesta intención de prestigiar el modelo, los autores mexicanos aun los especialistas y los que realmente saben del campo quedaron fuera de las referencias, de esta manera no sólo se ningunea la intelectualidad nacional, (pobre o rica pero producto de nuestras prácticas y tradiciones académicas locales) y se cree (erróneamente) que el prestigio y la solidez tienen que venir forzosamente desde afuera.
La nueva narrativa que de origen y curso de trabajo al diseño de un nueva reforma educativa, inicia con darle la voz a todos los actores que hasta ahora han sido silenciados, (docentes, intelectuales, investigadores, políticos, amas de casa, profesionistas de otros campos), el asunto de la educación pública en México es asunto del público en general, es decir la sociedad en su conjunto tiene algo que decir al respecto, ahí se teje el presente y el futuro de la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes.
La nueva narrativa deberá pensarse a partir de reglas inéditas que hasta hoy no hayan sido prácticas en nuestro entorno, por ejemplo, permitiendo que las escuelas experimenten el tipo de modelo que quisieran practicar, respetando la autoridad profesional y académica de los y las docentes, teniendo a la evaluación como un componente periférico y no (como sucede ahora) que viene siendo la columna vertebral de la reforma. El punto central de la nuera narrativa de la reforma educativa por diseñarse pasa por responder a la siguiente pregunta: ¿cuál es el perfil, la identidad, los rasgos sociales bajo los cuales deseamos formar a los niños, niñas y jóvenes que actualmente asisten a las escuelas públicas y privadas de nuestro país, con la intención de formarlos como ciudadanos y ciudadanas que respondan positivamente a partir del fomento del pensamiento crítico a los retos de un sociedad en movimiento y que sean capaces de vivir armónicamente en la sociedad del siglo XXI?
Me parece que las respuestas a dicha pregunta servirán para darle cuerpo a un modelo educativo que hoy en día no tenemos pero que demanda la sociedad y el sistema educativo nacional.