De vez en cuando, Manuel Gil Antón me critica por cosas que él dice que digo, no por lo que escribo. Recuerdo que en el foro Los Académicos Universitarios Hoy, que se celebró en la UNAM, en 1987, presenté una ponencia, “La profesión académica y la autoridad”. Manuel me regañó dos veces; comentó que había que considerar que las autoridades tenían que tomar decisiones y que algunas eran buenas. Le respondí, con cierta molestia, que no hacía juicios de valor sobre ellas, andaba en busca de conceptos.
Hoy repite la dosis, reitera lo que ha argumentado en ponencias y otros artículos. En su pieza del 4 de noviembre, en El Universal, Manuel apunta: “Javier Tello, al coordinar una sesión del seminario que organizó el INEE en torno a la reforma educativa, escuchó a Ornelas y al subsecretario Granados hablar de la colonización y, con inteligencia, preguntó: ‘¿No habrá sido una colonización por invitación?’. Ornelas respondió que sí, que la colonización ha sido a petición de parte, o bien por contrato o convenio”.
Una parte de esa cita es correcta, pero corta. En mi respuesta a la pregunta de Javier expresé de manera sintética lo que he expuesto con fundamento en bibliografía y documentado con investigación empírica en varios textos. Recurro a la taxonomía que estructuró Martin Carnoy (La educación como imperialismo cultural. México, Siglo XXI, 1977). Los casos típicos de colonización son 1) por invitación (que fue como comenzó la cosa entre la Secretaría de Educación Pública y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación desde 1946), 2) por convenio (que es como ha sido la mayor parte de los arreglos entre la SEP y el SNTE) y, 3) por conquista, que fue lo que hicieron Carlos Jonguitud Barrios —contra Fernando Solana y Jesús Reyes Heroles— y Elba Esther Gordillo, cuando algún secretario —o secretaria— de Educación Pública no quería ceder.
Además, señalo que la colonización que ejerce el SNTE sobre el gobierno de la educación básica siempre estuvo sujeta a los intereses institucionales del Estado. Cuando Jesús Robles Martínez, Carlos Jonguitud Barrios o Elba Esther Gordillo rebasaron los límites, el jefe del Estado en turno los defenestró.
Tras el Acuerdo de 1992, el SNTE se aplicó a colonizar el mando en las nuevas dependencias que crearon los estados; la mayor parte por convenio —impuesto por la fuerza y el poder de la señora Gordillo— y los gobernadores estatales. El método de conquista fue obvio en Baja California, Chihuahua y Nuevo León; los gobernadores del PAN resistieron, no querían aceptar que el Comité Ejecutivo Nacional del SNTE “fuera el dueño” de las condiciones de trabajo de los trabajadores de la educación en sus estados ni que les impusiera funcionarios. Por medio de movilizaciones y huelgas locales y amenazas desde el centro, el SNTE los derrotó, aunque no de inmediato.
Manuel se apoya en la definición de la RAE para disponer su crítica: “¿Qué es colonizar? La Real Academia es parca: ‘formar o establecer colonia en un país’. Otra acepción del diccionario indica: ‘ocupar (un Estado extranjero) un territorio alejado de sus fronteras para explotarlo y dominarlo administrativa, militar y económicamente’”. La RAE define palabras, no construye conceptos.
Si se le hiciera caso a la RAE en todo, cualquiera podría deshacer, por ejemplo, el concepto de hegemonía de Antonio Gramsci. Dice su diccionario que hegemonía es “1. f. Supremacía que un Estado ejerce sobre otros. 2. f. Supremacía de cualquier tipo”. Así, la riqueza del concepto que Gramsci utilizó para explicar cómo la clase dominante construye consensos, disemina su cultura, gustos y visiones del universo, se desvanece.
Manuel con frecuencia usa la metáfora de la chatarra para explicar por qué —desde su perspectiva— el enfoque gubernamental para impulsar la Reforma Educativa es erróneo y hasta perverso. Le resulta útil, está bien. Él crea metáforas. Yo defino conceptos que —pienso— empleo con propiedad.
Manuel remata su artículo con un juego de palabras. Advierte que el pacto entre la secretaría y el sindicato se reordena. Correcto, pero la SEP lleva el mando, por lo pronto. Entonces, si se reordena, no es una nueva alianza (el partido), es la misma que existe desde que el SNTE es SNTE.
No digo que mi concepto sea perfecto, hay mucho que criticar en lo que escribo —yo mismo lo hago a veces—, pero me fastidia que en mi boca se pongan palabras que no expreso. Cualquiera puede quemar argumentos de paja.