Con frecuencia se dice que cuando se educa a una niña, se educa a todo un país.
Y es que existe importante evidencia de que más años de educación en las niñas están fuertemente asociados a la reducción de la mortalidad infantil, al combate a la pobreza, al mejoramiento de la salud y a las condiciones de vida de las familias en general.
En la actualidad hay más niñas inscritas en la escuela que nunca antes en la historia. Pero esto no significa que las barreras para que permanezcan en la escuela y finalicen su educación se hayan superado. Muchas niñas alrededor del mundo aún no pueden asistir a la escuela y completar su educación por causas relacionadas con cuestiones culturales, de inseguridad, o por barreras financieras e institucionales.
Alrededor del mundo, 57 millones de estudiantes de primaria no están en la escuela: 31 millones son niñas. En México, esta situación es diferente, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda, 2010, para todos los grupos etarios el porcentaje de niños fuera de la escuela es mayor para los niños que para las niñas.
Sin embargo, existen otros factores como el matrimonio y los embarazos tempranos, así como el trabajo doméstico que afectan a las niñas y a las adolescentes, especialmente a las indígenas, y que obstaculizan seriamente su continuidad en el sistema educativo.
Según el Censo 2010, 52.5% de las niñas entre 12 y 14 años que viven en zonas rurales no asisten a la escuela. De acuerdo con INEGI, de los 1.9 millones de niños y niñas que realizan quehaceres domésticos y no asisten a la escuela, 59.2 son niñas.
Asimismo, la unión conyugal a edades tempranas condiciona las oportunidades que pueden tener en la vida las adolescentes, ya que limita y dificulta la continuidad escolar. Pero también porque uniones tempranas pueden asociarse con una maternidad temprana. En 2010, 19% de las adolescentes indígenas de 15 a 19 años ya eran madres.
La mayoría de las adolescentes que quedan embarazadas prematuramente provienen de zonas rurales y pobres. Esta situación trae consigo un alto porcentaje de niñas y adolescentes que no concluirán la escuela, limitando su potencial de desarrollo y de empoderamiento económico y, por tanto, perpetuando la transmisión intergeneracional de la pobreza.
La violencia de género en sus diferentes formas es otro factor que afecta especialmente a las niñas, y puede impactar su continuidad en la escuela. Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2011, del total de mujeres casadas entre 15 y 24 años, 41% ha declarado haber sufrido algún tipo de violencia.
Todo lo anterior, no sólo es una violación a los derechos de las niñas, sino que no es un buen augurio para el desarrollo socioeconómico de los países. Educar a las niñas, desde los primeros años es una de las herramientas más poderosas de inversión que pueden hacer los países para detonar su desarrollo.
Las mujeres que han recibido más años de educación, tienden a tener familias más reducidas y más saludables. Son menos propensas a casarse a edades tempranas o a morir por causas relacionadas con la maternidad, envían a sus hijos y los mantienen en la escuela y tienen más herramientas para protegerse a ellas mismas y a sus hijos de la desnutrición, del VIH/sida, de la violencia y la explotación.
Una niña educada, tiene mayores posibilidades de obtener un trabajo y un salario más alto y, por tanto, la economía de un país se puede ver beneficiada a largo plazo. Por ejemplo, un año adicional de educación primaria puede significar de 10 a 20% más en salario, y un año extra en educación secundaria puede implicar de 15 a 25% adicional. El aumento de un punto porcentual en educación para niñas, aumenta el nivel del PIB en aproximadamente 0.3 puntos porcentuales.
Por tanto, es esencial y benéfico para la sociedad en su conjunto no sólo asegurar que las niñas vayan a la escuela y reciban una educación de calidad, sino que permanezcan en la escuela, aprendan y completen su educación.
Hoy, el Día Internacional de la Niña, es momento no sólo de reflexionar sobre el tema, sino de poner en marcha acciones para proveer a las niñas de una educación acorde a los desafíos del siglo 21.
* Representante de UNICEF en México