*Benjamín Manzano
El pasado 31 de agosto en la capital de nuestro país, en el Tecnológico de Monterrey, la pasión por la defensa del derecho a la educación de calidad para todas y todos, encendió el corazón de los que pudieron estar cerca de la más joven premio Novel de la Paz, Malala Yousafzai.
Que no decir del encuentro amistoso de esta joven activista con el presidente de la República Enrique Peña Nieto; donde las autorreferencias a la reforma educativa y a los avances de la misma fueron en gran medida parte del discurso oficial; sin embargo, Malala con su simpatía y humildad fuera de emitir espaldarazos de aprobación política, expresó con mesura que los avances en México en el rubro de educación son positivos, pero enfatizando que, pese a los cambios en la ley, es necesaria la implementación que garantice que las niñas y niños mexicanos puedan acudir a aprender a la escuela de forma segura.
Malala continúo poniendo el dedo en la llaga, más allá de los discursos acomodados, expresó que en México aún estamos en deuda con las miles de niñas que no son alcanzadas por la inclusión, que viven marginadas del sistema educativo; ya sea por falta de espacios, por costumbres que no favorecen la equidad, tales como el matrimonio a corta edad o tener que abandonar los estudios para trabajar.
En este contexto vale la pena recordar que la vocación activista de la joven premio nobel, se acuñó en una relación estrecha con su padre, Ziauddin Yousafzai, un maestro Pakistaní convencido del derecho de las niñas y niños a aprender, a recibir una educación que genere oportunidades para todos.
En Mexicanos Primero hemos defendido que la transformación educativa es un proyecto social, que solo podrá continuar en su avance e implementación a través de la habilitación de los agentes de cambio; tales como los líderes educativos estatales, los directores, maestros, padres de familia, alumnos, académicos, entre otros.
Ziauddin Yousafzai, al igual que su hija Malala, son ejemplos claros de los agentes del cambio que se necesitan para lograr la transformación educativa a la que aspiramos todos los mexicanos; estos agentes deben distinguirse por el compromiso (“el querer”) y la capacidad (“el poder”) para hacerlo; El profesor Yousafzai, superó las limitaciones del sistema educativo de su país y cultura, ejerció el compromiso y la capacidad para iniciar la transformación educativa en su familia y escuela… es ahí, donde su ejemplo como padre de familia y profesor, lo llevó a pasar al segundo plano y en la humildad a proyectar a su hija Malala como un agente de cambio para la transformación educativa y social de su país y del mundo.
En este espacio de periodismo tan visitado y leído por miles de académicos y docentes, vale la pena contemplar más allá de la superficie estos dos agentes de cambio, Malala la premio nobel defensora de las niñas y mujeres y su padre, profesor transformador de la educación en Pakistán. ¿Qué podemos aprender de este profesor que habilita a sus estudiantes para ser agentes de cambio en su comunidad? ¿Cómo podemos los docentes desarrollar el compromiso y la capacidad para ser agentes del cambio ante el reto de la transformación educativa en México?
La transformación educativa en México es un proyecto social, dicho cambio no está instalado solamente en la reforma al tercero constitucional y las leyes secundarias, sino que depende en su implementación de los agentes del cambio: maestros, los directivos, padres de familia, sociedad civil, académicos y líderes intermedios en los estados, quienes son los principales actores que aterrizan, monitorean, evalúan y retroalimentan la política educativa en el contexto local.