*Rogelio Alonso
Al inicio de la Reforma Educativa, las voces disidentes advertían un posible golpe contra las Escuelas Normales del país. Las autoridades educativas se cansaron de mencionar, una y otra vez, que las Normales seguirían teniendo un papel central dentro de la formación de profesores y que su continuidad no estaba en entredicho. Con tal pretexto, acuñaron una frase que se repitió continuamente en los discursos ante la comunidad normalista: “las normales no desparecen, sólo se transforman”. Sin embargo, a cuatro años de las modificaciones constitucionales en materia educativa y la promulgación de las leyes correspondientes, las estadísticas demuestran un desvanecimiento del normalismo en México: las escuelas cada vez cuentan con menos estudiantes y, aunque en menor proporción, profesores frente a grupo.
Según el Sistema de Información Básica de la Educación Normal (SIBEN), al inicio del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, durante el ciclo escolar 2012-2013 se registró una matrícula de 131,025 alumnos en todas las escuelas normales del país. Para el ciclo escolar 2016-2017, disminuyó a 93,766 estudiantes, es decir 37,259 (28.5%) menos que en 2012. A partir de 2014, la disminución de la matrícula normalista ha sido de 10% entre un ciclo y otro. Al igual que la matrícula estudiantil, la planta docente se ha visto mermada durante el presente sexenio: se ha presentado un déficit de 795 profesores normalistas en los últimos tres años, al pasar de 13,310 profesores frente a grupo en el ciclo escolar 2012-2013, a 12,515 en el ciclo escolar 2016-2017, es decir, un decremento del 5.9%. Si bien la población infantil de México empieza a disminuir ligeramente y esto pudiera justificar el cierre de espacios normalistas, es totalmente desproporcional que en tan sólo cuatro años se haya aniquilado a una cuarta parte de la matrícula de estudiantes, más aun cuando en el recién publicado Modelo Educativo, se reconoce “la alta demanda de nuevos maestros” (SEP, p. 140).
La decadencia de la matrícula normalista se ve reflejada también al hacer un contraste de la cantidad de alumnos en el tramo inicial y final de las carreras ofertadas. Fenómenos como la reprobación y el abandono escolar harían suponer que los primeros semestres de una carrera sean los más poblados, mientras que los últimos los menos. Sin embargo, para el ciclo escolar 2016-2017, la matrícula normalista de los primeros semestres es de 17,362 alumnos, por 18,612 del séptimo semestre. De manera atípica, en las escuelas normales del país se observa una pirámide invertida en la población estudiantil por semestres. Probablemente, además del cierre deliberado de espacios en las escuelas normales, la situación anterior puede haber sido motivada por las campañas de desprestigio hacia la figura del docente y la precarización de las condiciones laborales magisteriales a partir de la promulgación de la Ley General del Servicio Profesional Docente en 2013.
Al revisar la forma de contratación de los profesores, es posible advertir que desde el año 2009, si bien el porcentaje de docentes basificados pasó de 54% a 58.9%, lo cierto es que dicho aumento se generó sobre todo por el desplazamiento de profesores no basificados. La problemática de la basificación varía enormemente de una entidad a otra: mientras algunas como Oaxaca (98.3%), Coahuila (95.5%) y Tlaxcala (94.3%) están cerca de la universalización del personal basificado, otras como Colima (25.2%) y Guanajuato (20.7%) tienen rezagos muy marcados. La trascendencia de la basificación radica no sólo en la estabilidad laboral, sino también representa un requerimiento para participar en los procesos de homologación, los cuales brindan al docente la oportunidad de ver incrementada sus percepciones; es decir, la basificación tiene un impacto directo en la calidad de los empleos que se ofertan en las Normales. En suma, podría decirse que más de un tercio de los profesores de este nivel no tienen opciones de superación laboral.
Así pues, los números demuestran que los discursos que reivindican el papel del normalismo en realidad están llenos de frases huecas. No obstante que en los actos públicos se insiste en considerar a las Normales como pilares de la formación docente, se permite simultáneamente la pérdida masiva de estudiantes y, en menor medida, de profesores. El Modelo Educativo presentado este año no plantea una solución a los desafíos que enfrentan las Escuelas Normales, pues está plagado de exigencias e ideales, más no de acciones que ayuden a refrendar el papel trascendental de estas instituciones centenarias. El Modelo propone una sinergia entre las Normales y las Universidades para la formación de los futuros profesores, más no establece los medios por lo que se conseguirá. Con los números tan desalentadores presentados en los párrafos anteriores, surge una pregunta: ¿es la disminución de la matrícula estudiantil y la planta docente la antesala para la transferencia de la formación docente a las universidades?
*Docente colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.) y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
SEP. Modelo Educativo para la Educación Obligatoria. México: SEP, 2017.
SEP. Sistema de Información Básica de la Educación Normal. (Disponible en: www.siben.sep.gob.mx).