Quizá porque el culto a los símbolos de la nación ha caído en desuso y ha dejado de formar parte de las estrategias de promoción del Estado y de las fuerzas que integran el tablero político del país. Tal vez porque el cúmulo de noticias sobre los problemas, riesgos y amenazas que enmarcan nuestra coyuntura ocupa el centro de la atención pública. O acaso porque la preocupación sobre el aprendizaje de matemáticas y ciencias se considera la prioridad de la educación básica. O por todo ello, el hecho es que en México los aniversarios importantes de nuestra trayectoria histórica están pasando más bien desapercibidos, con escasa atención pública, deslustrados, de bajo perfil.
Así ocurrió con el bicentenario de la Independencia, del que solo quedó la tristemente célebre Estela de Luz. El centenario del inicio de la gesta revolucionaria de 1910 fue todavía más deslucido, si ello es posible. ¿Qué decir del centenario de la Constitución de 1917? Se conmemoró con una edición facsimilar de la versión original, con algunos discursos en las cámaras y con varios eventos académicos.
Pero el acto principal, la celebración en el Teatro de la República de Querétaro, sede del debate del diecisiete, encabezada por el presidente de la República el 5 de febrero, fue omitido por un número significativo de invitados, entre ellos los coordinadores en el Senado del PRD y el PT, los coordinadores parlamentarios de la Cámara de Diputados representantes del PAN, PVEM, Morena, Nueva Alianza, MC y Encuentro Social. Tampoco fueron los gobernadores de Baja California, Coahuila, Chihuahua, Nuevo León, Quintana Roo y Zacatecas, ni los presidentes del PAN, PRD, MC, y Encuentro Social.
Esto viene a cuento porque este año se deberían conmemorar múltiples aniversarios de relevancia para la historia nacional. El principal, los 150 años de la restauración de la República. Luego de las victorias de las fuerzas republicanas en varios puntos del territorio nacional, de la aprehensión y fusilamiento de Maximiliano, y tras la toma de la Ciudad de México encabezada por Porfirio Díaz, Juárez consigue instalar, en julio de 1867, las bases del gobierno federal, liberal y republicano que, bajo la égida de Juárez y Porfirio Díaz, predominó en la segunda mitad del siglo XIX mexicano y hasta entrado el siglo XX.
También es el 150 aniversario de varias de las normas, instituciones y actos de gobierno que tuvieron lugar en el primer año de la República restaurada. En materia educativa es de resaltarse, en primer lugar, la expedición de la Ley orgánica de instrucción pública del Distrito Federal, publicada por decreto del 2 de diciembre de 1867. El ordenamiento plasmó la intención del gobierno de Juárez de dar unidad, estructura y enfoque al sistema educativo nacional. Esta ley fue producto del trabajo de la Comisión General de Estudios, establecida en septiembre de ese año, en la que participaron, entre otros ilustres personajes, Antonio Martínez de Castro, recién designado Ministro de Justicia e Instrucción Pública, los hermanos Díaz Covarrubias, el doctor Leopoldo Río de la Loza, Alfonso Herrera y Antonino Tagle. A la comisión se sumó Gabino Barreda, a quien se encargaría la tarea de reformar la enseñanza preparatoria en México.
Del trabajo de Barreda resultó la Escuela Nacional Preparatoria, cuyo proyecto fue aprobado al finalizar 1867 y por ello este año celebra su aniversario 150, aunque las clases se iniciaron al año siguiente. Barreda sería el primer director de la ENP y prolongaría su mandato por diez años, periodo en que fue posible implantar y ajustar un plan de estudios influido en lo esencial por la doctrina positivista.
La Biblioteca Nacional de México, bajo custodia de la UNAM, también celebra este año el mismo aniversario, en conmemoración al decreto suscrito por el presidente Juárez que asigna al proyecto el templo de San Agustín y ordena que el primer fondo de la Biblioteca se integre con los libros de la antigua Universidad de México, los del Colegio de Santos y con obras expropiadas en el marco de la desamortización de bienes eclesiásticos. Por cierto, el actual Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM tiene contemplado realizar, en este año, exposiciones y actos de homenaje relacionados con el aniversario, y también se iniciará un proyecto importante: la creación del Centro de Preservación Documental, en Juriquilla, Querétaro, al cual se trasladará al menos un cuarenta por ciento de las colecciones de libros que ingresan por depósito legal. Los fondos históricos van a permanecer en el recinto de Ciudad Universitaria.
Aunque no estrictamente vinculado al relevo nacional republicano, pero tampoco ajeno a tal contexto, hace 150 años se fundó el Instituto Literario de Yucatán, antecedente directo de la actual Universidad Autónoma de Yucatán, la UADY. El instituto fue fundado bajo el auspicio del gobernador Manuel Cepeda Peraza, general del ejército juarista, en reemplazo del previo Colegio Civil Universitario (1862). El instituto integró, en un solo conjunto, las principales instituciones de enseñanza media y superior el estado: la Escuela Preparatoria, la Escuela Especial de Medicina, la de Cirugía y Farmacia, la Escuela Especial de Jurisprudencia y Notariado, así como la Escuela Normal de Profesores (Wikipedia, entrada Instituto Literario de Yucatán), y sería el paradigma regional de una institución laica, pública, e integral de la educación superior y los inicios de la investigación científica y humanística del estado. Duró hasta 1922 en que fue reemplazado por la Universidad Nacional del Sureste, paso previo de la Universidad de Yucatán.