El trabajo docente es como decía Witrock “una actividad profesional que se desarrolla en el aislamiento, la soledad y la inmediatez”, estas condiciones forman parte del presente y cada vez se hacen más agudas. La crisis por la que estamos pasando ya dejó de ser lugar común, ahora mantiene nuevos rasgos, nuevas agresiones: por primera vez en la historia nuestra existe una aguda desacreditación del trabajo docente, tal vez con el fin maniqueo de dar lugar a nuevas formas (privatizadoras) de establecer la atención educativa.
Los docentes son sujetos que casi siempre han remado contra-corriente en su desempeño profesional, la lucha por crear condiciones favorables en ambientes que no lo son tanto para que alumnos y alumnas aprendan y se motiven por aprender, la lucha para que padres y madres de familia entiendan la importancia de asistir a la escuela por parte de sus hijos, como el mejor espacio para socializar, aprender y formarse para ser persona, ciudadano y profesionista, la lucha en contra de los medios de comunicación que de manera oportunista están al acecho de noticias amarrillas para vender descreditando la figura y la imagen (antes intocable) de los y las educadores.
Los tiempos actuales son tiempos difíciles, pero también son tiempos para construir las mejores condiciones para el cambio. La educación en nuestro país, como tema de política pública y como elemento básico para el desarrollo ha pasado a segundo plano. La toma de posesión de Donald Trump en los Estados Unidos, el gasolinazo, e incluso el atentado del adolescente en Monterrey han sustituido los temas de política pública en educación, por noticias escandalosas. La reforma educativa y el protagonismo de Aurelio Nuño se han visto rebasados por la izquierda y por la derecha por otros temas emergentes.
La turbulencia social, está asociada a la indignación ciudadana y a que cada vez se torna más grande la brecha que divide a la clase política (la clase gobernante) de la sociedad civil. Sin embargo habría que preguntarse todo esto ¿Cómo llega a las escuelas y qué conclusiones se sacan desde su interior?
Parece que hay consenso al reconocer que son los docentes, los y las educadores quienes recienten en mayor medida las condiciones de turbulencia social. La inestabilidad social propiciada por un clima cada vez más fuertemente cargado de vulnerabilidad social.
Hoy miles de docentes comprueban para sí mismos, que la propuesta gubernamental de reforma educativa no formaba parte de la lista de sus prioridades, sin embrago, el clima de turbulencia persiste y va en ascenso, pareciera que hemos ingresado de manera colectiva a un laberinto que tiene muchas entradas pero al que no se le encuentra la salida. El clima de turbulencia es el laberinto, y los caminos y las señales son las imágenes publicitarias, las noticias, el manejo mediático en la coyuntura actual, que confunde, distorsiona o engaña.
Los y las docentes tienen el espacio privilegiado que es el aula de clase y el compromiso vía reflexión de la práctica por encontrarle sentido a lo que aparenta no tenerlo. La mejor respuesta a la inestabilidad y a la turbulencia social es la profesionalidad docente, es decir la tarea educativa, en colectivo encontrar salidas y formas inéditas por pensarse educadores y desde ahí resistir primer y contra atacar después.
Es necesario plantear que hoy más que nunca otra educación es posible como otra sociedad es posible, pero dicha consigna debe objetivarse debemos de pasar de los clichés a las acciones. Y poder contrarrestar a las turbulencias sociales en certezas pedagógicas desde lo más profundo de nuestras raciones educativas que es la herencia educativa y cultural de los grandes educadores mexicanos.