“El que porfía mata venado”, dice un refrán popular. Aunque no todo lo que pregona la Secretaría de Educación Pública como éxito rotundo sea la pura verdad, hay asuntos en los que los avances son innegables, mientras otros son expectativas o formas discursivas. La evaluación a los docentes continúa su camino sin las trabas del año pasado. El mérito como criterio de ingreso y ascenso en el servicio profesional docente se abre camino, pero hay remanentes en varios sistemas estatales que defienden la tradición con disimulo. El corporativismo, por más que el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, pregone lo contrario, sigue vigente.
Con todo y que no sea al 100%, la SEP, conforme al calendario y lineamientos que estableció el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, comenzó la evaluación de maestros el 5 de noviembre y, si no sucede nada extraordinario, concluirá el próximo domingo. Los exámenes son casi de todo, de evaluación diagnóstica, pruebas para el ingreso a la educación básica y media y concursos de oposición para ocupar cargos de dirección o ser asesores técnico-pedagógicos.
La más significativa fue la evaluación del desempeño docente. Casi diez mil de poco más de 11 mil 600 maestros y técnicos docentes inscritos se presentaron. La mayoría de los concursantes se registró de forma voluntaria, nada más fue obligatoria para quienes no obtuvieron buenos resultados el año pasado.
La SEP mira como un trofeo la participación del 85%, mientras que los opositores presumen que el 15% restante son ejemplos de rebeldía, en tanto, otros arguyen que la Reforma Educativa se encamina al fracaso porque la SEP le quitó lo obligatorio a la evaluación del desempeño.
“Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”, para seguir con el refranero. Si bien en Veracruz se movilizó a la policía estatal para prevenir el robo de exámenes u otros materiales, la ciudadanía no sufrió por la protesta violenta de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Tampoco vimos que soldados y policías resguardaran la sedes, aunque sí hubo tácticas de seguridad. La SEP perseveró y obtuvo resultados.
Lo trascendente, pienso, es que la disminución de la protesta implica que una porción de los maestros acepta el mérito como principio para el ingreso, la promoción y las recompensas (la permanencia no está en riesgo). Pero la tradición chapucera no se ha eliminado: en algunos sistemas estatales la herencia o venta de plazas sigue en uso, con discreción si se quiere, pero allí está. También surgen negociantes que medran con los docentes al venderles copias ficticias de los exámenes.
El mérito, pues, abre sendero en un contexto dominado por una cosmovisión donde las prácticas corporativas se institucionalizaron. El secretario Aurelio Nuño proclamó (en el Foro Internacional de Reflexión y Análisis El reto de formar ciudadanos para el siglo XXI, que el Senado de la República y la SEP celebraron el 18 de noviembre) que el sistema educativo tenía vicios, pero manifestó que pasar de un sistema educativo
orporativo y cupular a uno basado en el mérito, es la transformación política más importante de México desde su democratización.
Es una exageración. El secretario no mencionó al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, pero se refería a sus líderes cuando expresó: “Donde lo importante era ejercer el control político y el ingreso, permanencia y promoción del magisterio era discrecional”. Si bien el gobierno arrebató al SNTE buena parte de ese control, está lejos de finiquitar las tradiciones corporativas.
El SNTE sigue siendo gobierno en la mayor parte de los sistemas estatales, continúa con el control de cambios y movimientos, frena que se asignen plazas a quienes ganan el concurso y no son sus fieles y dirige a la mayoría de los supervisores. La rectoría de la educación prosigue en disputa.
Por más que la SEP, el secretario Nuño en primerísimo lugar, porfíe en su política, malicio que no le alcanzará el tiempo para consolidar los pasos principales de la reforma. Cierto, la noción de mérito se fincó en mandatos constitucionales, su instrumentación mediante evaluaciones progresa, pero el SNTE y la CNTE también porfían. Esperan, con calma unos, con ansias otros, al cambio de gobierno para asaltar la evaluación del desempeño y, de ser posible, eliminar la enmienda constitucional.
El corporativismo es un hueso duro de roer. Además, tiene más vidas que un gato.