*Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
Rodolfo de la Torre (2014) coordinador del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), mencionó que “la historia de los programas sociales en nuestro país es muy larga y surge de un reclamo de justicia de la sociedad”. Asimismo, que “el éxito de un programa depende de estudiarlo y, sobre todo, de evaluarlo. Por ejemplo, de los programas evaluados, el más exitoso es el programa Progresa, que posteriormente se convirtió en Oportunidades, porque desde el principio se previó que uno de sus componentes sería una evaluación de las más rigurosas, y esta evaluación se realizó desde que empezó y ha sido consecutiva a lo largo del tiempo”.
De acuerdo al Inventario de Programas y Acciones Sociales publicado por el CONEVAL, en el año 2012, en México, había un total de 278 programas y acciones sociales federales y 2849 estatales.
Al respecto, Carol Weiss (2008), menciona que los programas sociales tienen como objeto mejorar el sino de la gente. Son diversos, pueden tener como materia la educación, el bienestar social, la salud pública, la vivienda, la salud mental, los servicios jurídicos, el desarrollo económico y, otros muchos campos. La característica común de esos programas es la meta, que consiste en mejorar la vida y hacer que sea más satisfactoria para las personas a las que están destinados.
Derivado de lo anterior y partiendo del supuesto de que los programas sociales existentes están bien diseñados, surgen algunas preguntas como: ¿quiénes y cómo atienden estos programas y acciones, para asegurar un buen resultado?, ¿el recurso humano encargado de su operación, conoce los fines y metas que persiguen los programas?, ¿cuándo se adquiere el conocimiento y pericia necesarios para atender y operar un programa social de manera que su manejo permita recabar evidencias válidas para su mejora?
Para brindar algunas respuestas a esta inquietud se comparte tanto la experiencia como algunas reflexiones en torno a la atención del Programa Nacional de Becas para la Educación Superior (PRONABES) (hoy Beca de Manutención), en la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) durante más de una década.
¿Cómo inició la operación del PRONABES en la UAT? En el año 2003 se registró un cambio de administración rectoral en la UAT. Como en todo cambio, hubo algunos ajustes en los cuadros administrativos. El equipo que formaba parte del sector académico de la universidad, atendiendo actividades de diseño curricular en los niveles de educación media superior y superior, fue reubicado al sector administrativo con la encomienda de atender el PRONABES. De pronto llegaba a nuestras manos una actividad mediante la cual se tendría la oportunidad de tratar directamente con los alumnos, más aún, con alumnos con un perfil en común: ser becarios.
De las primeras acciones a realizar fueron la obtención de la información necesaria sobre este programa, sus antecedentes institucionales, sus bases normativas, encontrándose que, al igual que en la mayoría de las instituciones del país, el PRONABES inició en la UAT, en el ciclo 2001-02. Durante sus primeros dos años de vigencia operó bajo la coordinación de la hoy Facultad de Ingeniería y Ciencias. En ese tiempo fueron asignadas 138 becas en el primer año y 1015 en el segundo, según la información proporcionada por el Instituto de Crédito Educativo del Estado de Tamaulipas (ICEET) hoy Instituto Tamaulipeco de Becas y Crédito Educativo (ITABEC).
A partir del ciclo 2003-04 y hasta el 2014-15, la responsabilidad de su operación recayó en el ya citado equipo técnico de la Secretaría Administrativa de la UAT, integrado por una Coordinación General asumida por la autora de este trabajo y siete profesionistas más. Es, desde ese espacio, que se tuvo la oportunidad de recabar la información necesaria para realizar la evaluación del citado programa, de manera institucional. Veamos cómo evolucionó la atención de esta actividad.
Se respondió a esa nueva tarea con mucho entusiasmo pero también con incertidumbre, ocasionada por la falta de información sobre el tema. Se estableció una rutina de trabajo pretendiendo con ello, que el trabajo estaba bien hecho. Pronto, se empezó a observar que sólo los números se iban modificando en cuanto al monto invertido, número de alumnos o número de becas, sin ver más allá de lo inmediato.
Esta realidad llevó a cuestionarnos ¿por qué suceden las cosas de esta manera? Al parecer la causa principal de este comportamiento está asociada a la falta de información sobre el programa en cuestión así como de capacitación adecuada del equipo técnico responsable, ya que tiene que pasar un tiempo considerable para empezar a comprender, desde la práctica y en un contexto muy reducido, de qué se trata lo que se está atendiendo, qué objetivos persigue, qué cambios se espera obtener con esa intervención. Esto ocurre en el mejor de los casos, porque puede ser que transcurra el tiempo y el trabajo se siga realizando sin mayor alcance que contar con datos acumulados sin utilidad alguna.
De los primeros términos con los que hubo necesidad de familiarizarnos fueron: requisitos para solicitar la beca, becas de renovación, nuevas becas, fechas y forma de pago, programa social federal, reglas de operación, vinculación entre niveles de gobierno, entre otros. Se diseñaron algunos formatos, que están en revisión permanente, para tener registros de su comportamiento.
En este proceso y debido a las condiciones de desconcentración geográfica de esta casa de estudios (existen 31 sedes ubicadas en 14 de los 43 municipios del Estado) fue necesario buscar la forma de articular esta actividad con los actores que están en constante contacto con los estudiantes. Esto dio la pauta para solicitar a los directores de las facultades y unidades académicas que nombraran un responsable de este programa al interior de su institución siendo ellos con quienes, hasta la fecha, se mantiene comunicación para unificar criterios en cuanto a la atención del mismo, dándose el contacto por correo electrónico, vía telefónica y, en forma personal.
¿Qué es lo que resulta interesante de esta reflexión? El tener presente que se trataba de un programa de iniciativa federal orientado a favorecer el ingreso a educación superior de estudiantes en situación económica adversa, así como el contacto directo con la información que se iba generando anualmente, se constituyeron en factores determinantes para mejorar continuamente esta labor. El ir comprendiendo, poco a poco, que se estaba contribuyendo a la concreción de una política pública del área de desarrollo social, instó a indagar más en este sentido motivados, además, por el reto que imponían las condiciones institucionales, ya referidas.
Sin embargo, cabe señalar que, la imagen recurrente del equipo técnico atendiendo el programa de manera rutinaria, generaba inquietud al considerar que se estaba subutilizando su capacidad de respuesta. El equipo se concretaba a revisar la integración de los expedientes recibidos y cuando no estaban correctamente ordenados procedían a ordenarlos. Si les faltaba algún documento, lo solicitaban al responsable de este programa en cada facultad y unidad académica. Dicha inquietud iba en aumento a la par que el incremento observado en el número de becas asignadas a la universidad cada ciclo escolar. Seguir trabajando la información de esta forma, no permitía tener respuestas de manera inmediata ni confiable.
Lo anterior, urgía a modificar la forma de atender el programa. Por ello, se planteó la conveniencia de realizar una evaluación de esta acción de gobierno en el ámbito académico de nuestros becarios para saber cuál era el significado tanto del incremento como del decremento del número de becas. Todo ello para conocer por un lado, si había beneficios concretos, identificar cuáles y en qué medida; y, por otro, si a pesar de su existencia, hay abandono de los estudios, qué causas lo propician y cuáles de ellas predominan.
Partiendo de los beneficiarios directos, interesó conocer qué comportamiento tiene su desempeño académico: si se mantuvo regular en sus estudios, si reprobó qué tipo de materias le resultaron más difíciles y por qué, si bajó o mejoró el promedio requerido para conservar la beca, si realizó sus estudios de manera continua o interrumpida, si egresó de manera oportuna o con rezago, si se tituló o no lo hizo y por qué no se tituló, si desertó por qué causa lo hizo. Esa es la parte realmente significativa y esencial en la que se refleja la bondad de esta iniciativa.
Se concedió valor a identificar sus características como becarios, dentro de la población estudiantil de la universidad. Es decir, identificar y describir los rasgos distintivos de este grupo en relación a los no becarios de la misma institución, para contar con un panorama claro del impacto atribuible a ese programa.
Conforme se daban estas y otras reflexiones, se pudo clarificar que se trataba de una política pública de carácter social encaminada a fortalecer la educación superior. No obstante, las preguntas seguían surgiendo: si es una política pública federal, ¿por qué se está operando dentro de las instituciones educativas?, ¿no debería existir una dependencia exclusivamente creada para atender este programa? Esto fue contestado al encontrar que existen dos tipos de políticas: las que para su operación requieren de construcción de infraestructura y las que no la requieren puesto que son las instituciones beneficiarias las que deben operar el programa y, en consecuencia, asumirlo como una función propia.
Esto reforzó la idea de ir más allá; de trascender la práctica cotidiana en la atención brindada al citado programa. Se fortaleció la convicción de que la función de la universidad es contribuir a su mejoramiento al brindar información sobre el impacto en el desempeño académico de sus becarios; asimismo, se percibió claramente la importancia de contar con un equipo técnico para el adecuado desarrollo de esta política.
Pero la reflexión no termina ahí. Por el hecho de que muchos padres de familia acompañaban a sus hijos a realizar los trámites, y que eran ellos quienes realizaban las preguntas que se esperaría que hiciera el propio estudiante, se agregó el ámbito familiar de los becarios ya que ahí también se refleja el beneficio de este programa.
Por este abanico de expectativas, se participó en una Convocatoria Nacional de INDESOL, obteniendo subsidio para realizar una evaluación a nivel estatal desde la perspectiva de los diferentes actores que intervienen directa o indirectamente en este programa: becarios activos, becarios egresados, padres de familia, responsables del programa y directores de facultades y unidades académicas, quedando pendiente la participación de empleadores..
Como se puede observar, de ser una actividad eminentemente administrativa, se convirtió en un tema de interés para realizar evaluación e investigación, al tratar de conocer los beneficios generados por ese apoyo.
Cabe señalar que esta forma de concebir y guiar la atención del programa, nos llevó a obtener en el año 2011, una gran satisfacción profesional: una nota de Esfuerzo Notable en una Auditoría Interna siendo el primer procedimiento de la administración central de la UAT, en lograrla. Y, en una posterior Auditoría Externa, una Mención Especial en tanto esta forma de trabajar permeara a otros programas becarios.
En resumen, la operación y administración del PRONABES en la UAT, puede ser útil como experiencia para ir más allá y no quedarse en la acumulación de datos que no se usan, sino aprovecharlos para evaluar ya que como lo señala Ruiz Chávez (2008) a pesar de que nuestro país cuenta con una larga tradición en la implementación de programas sociales, no ha sido así al momento de la rendición de cuentas y la evaluación de dichos programas.
También, Hernández Licona (2006) menciona que “la evaluación y el monitoreo suministran información importante que permite rediseñar programas, presupuestos y operaciones y mejorar la política social”. Señaló que “en México, durante varias décadas, tuvimos muchos programas de asistencia social. Pero ante la pregunta ¿cuál es exactamente el beneficio de un programa social? no sabemos exactamente los beneficios que necesitamos examinar o cuál es el beneficio más importante”.
Entonces contar, en las instituciones beneficiarias de algún programa social, con equipos técnicos de alto desempeño para atender su operación y evaluación, es de vital importancia tanto en el inicio como para su continuidad. De suyo, es muy importante para garantizar una mayor efectividad en el desempeño y logro institucional, por lo que valdría la pena enfocar nuestros esfuerzos en atender este rubro.
*Dirección de Sistemas Administrativos. Universidad Autónoma de Tamaulipas gtrigos@uat.edu.mx