En días pasados, Eduardo Backhoff Escudero, Consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), publicó a través de El Universal (4/11/2016), una serie de ideas que llevaron por título “La importancia de Reformar las Normales”. Como es lógico, el texto trató sobre la necesaria reforma educativa que debe implementarse en el Subsistema Normalista para mejorar la formación inicial de profesores. Esto, debido a los resultados que obtuvieron en el 2015, los aspirantes a obtener un lugar dentro del magisterio. A decir de los datos que ofreció: “sólo el 52% de los normalistas de las 32 entidades federativas que concursaron en 2015 para ingresar al servicio público del país fue considerado idóneo para cumplir con su función docente”.
Interesante dato que me permite formular algunos cuestionamientos: ¿cuáles son los indicadores y parámetros que se emplearon en el examen de ingreso para ese año?, ¿cuál es el contenido de los planes de estudio de las escuelas normales en sus modalidades: preescolar, primaria y secundaria?, ¿cuáles son las reformas que ha vivido la educación básica en el país en las últimas dos décadas y las que ha experimentado el Subsistema Normalista en el mismo periodo?
Lanzar afirmaciones desaventuradas y sin fundamento como las que escribió tal Consejero, sin considerar varios de los elementos que permean la formación de los futuros profesores es, aquí y en China, un error garrafal. Me explico.
La educación básica en nuestro país, desde la década de los noventa, ha sufrido una serie de reformas curriculares que, indiscutiblemente, han impactado en las escuelas normales. Pongo un ejemplo, la reforma a los planes de estudio de 1993 a este nivel educativo trajo consigo: a) la reforma a los planes de estudio de las escuelas normales para las licenciaturas en educación primaria en el año de 1997; y, b) la reforma a los planes de estudios para las licenciaturas en preescolar y secundaria en 1999. Como parece obvio, el nivel básico de enseñanza, ha marcado la pauta para la modificación curricular de las normales, solo que en ello hay un pequeño detalle: a la Secretaría de Educación Pública (SEP) le ha llevado de 4 a 6 años realizar los cambios en esa materia para las instituciones formadoras de docentes, ¿dichos cambios son responsabilidad de las normales?
¿Desea un ejemplo más? Pues bien, en el año 2011 – aunque formalmente se implementó hasta el 2012 –, se lanzaron los nuevos planes de estudios para las licenciaturas en educación preescolar y primaria que habrían de aplicarse en las escuelas normales del país – no se ha modificado la curricula en secundaria –. Esto, derivado de la “necesidad” de alinear los contenidos que se impartían en las escuelas del nivel básico con los de las instituciones formadoras de docentes; obviamente, varios años después de que el primero sufriera modificaciones curriculares. Ahí están los datos, revíselos si usted así los considera pertinente.
¿Cómo espera entonces el Consejero que los resultados sean altamente satisfactorios si ha existido una brecha de considerables magnitudes entre las reformas educativas que ha propuesto la SEP y lo que se vive en ambos Subsistemas?, ¿cómo espera que los egresados de las escuelas normales sean idóneos cuando en México se vive entre un mundo de complejidades y ambigüedades curriculares?, ¿cómo se espera que los recién egresados normalistas logren un resultado más allá del satisfactorio cuando en su curricula se contempla a la observación y práctica docente como un elemento fundamental en su ejercicio puesto que ésta va más allá de un examen que mide sus conocimientos?
En reiteradas ocasiones, diversos investigadores, especialistas y académicos, hemos señalado que examen no es lo mismo que desempeño, y no nos equivocamos. Es claro que el desempeño no se mide a través de varios cuestionamientos. ¿Valora una parte del ejercicio docente? Sin duda, pero como sabemos, la práctica educativa va más allá de una pantalla y de estar sentado frente a ésta por varias horas.
Es cierto que las escuelas normales deben y tienen que transformarse, pero también, es cierto que dicha transformación no debe limitarse a la preparación de estudiantes para que respondan a un examen para el ingreso al servicio docente. Plantear esta idea como una formidable “propuesta”, es sumamente reducido y hasta ridículo.
Sin duda, los niños y jóvenes que asisten a cada una de los centros escolares de mi México querido, requieren de un maestro o maestra que desarrolle sus capacidades y genere conocimientos que les sean útiles en y para su vida; pero esto podrá lograrse, en la medida que el Secretario de Educación haga su trabajo y deje de andar en campaña política rumbo a las elecciones del 2017 o 2018, así como también, si los Consejeros del INEE formularan una propuesta para mejorar la evaluación de los futuros profesores considerando y anteponiendo esa autonomía que la propia ley les otorga para el ejercicio de sus funciones.
En este sentido no debe olvidarse, que las directrices que emitió hace unos meses dicho Instituto para “mejorar” la formación inicial de profesores, fueron detenidas por la Subsecretaría de Educación Superior. El motivo según se dijo, fue el que a la SEP le correspondía definir las políticas educativas y al INEE los elementos para la evaluación de la educación. Bien dice el dicho: zapatero a tus zapatos, y creo que ni los zapateros están haciendo su chamba ni los zapatos están siendo arreglados.
Cierto, en las normales hace falta que se revisen los perfiles de todos los docentes; las formas de contratación – venta y herencia de plazas –; las propuestas de actualización, capacitación y profesionalización; la forma en que se designan a los directivos – y otros cargos –; los programas de becas y estímulos al desempeño docente; en fin, hace falta revisar muchas cosas, la pregunta en todo caso sería: ¿quién le va a poner el cascabel al gato? Me gustaría saberlo.
¿El SNTE, la SEP, el INEE, los estados…? A otro perro con ese hueso. Pensemos en algo serio.