Pedro Martínez*
El maestro siempre ha sido sembrador paciente, infatigable y abnegado de educación e instrucción en toda la amplitud de nuestro territorio. A su mano, el pueblo ha ingerido esperanza y bebido aliento para ser mejor.
Al docente mexicano se le ha pedido que sea misionero, apóstol, técnico, profesionista, sumiso, o callado, pero cuando protesta o revela, se le calumnia, estigmatiza, encarcela o desaparece.
El que es, se siente y actúa como maestro, lo lleva en sus entrañas, sólo le faltan algunos conocimientos y un poco de técnica que recogerá en el camino, lo importante ya lo tiene enraizado en el corazón y nada lo podría apartar de su noble y apasionada vocación.
El maestro, en todos los tiempos y lugares, siempre ha sido aquel que se postra ante un niño y lo ayuda a que alcance su estatura, y aun lo sobrepase. Por eso se le ha visto en su sencillez, ser ávido de grandeza para constituirse en ejemplo de cualidades edificantes con un mínimo de errores; dolerse e indignarse al ver a sus alumnos languidecer por todo tipo de miserias; dividir su presencia entre el salón de clase y la protesta en la calle sacrificando horas de descanso y diversión.
Y ahora, como si ya no fuera fatigoso su andar, el vertiginoso desarrollo científico y tecnológico mundial, que está cambiando roles y prototipos de todo mundo, le impone una nueva y pesada tarea: desempeñar su magisterio de forma eficiente y eficaz sin tantas variaciones. Para cumplir con esta demanda social impostergable, el docente debe convertirse en maestro del aprendizaje, es decir, en formador de alumnos que sean autodidactas, y por tanto, dueños de su propia vida.
Y para alcanzar tan noble proeza, el maestro necesita dejar en el armario de los trebejos la túnica de la enseñanza y sus viejos libros de didáctica y adquirir nuevos títulos que hablen del estudio dirigido y la dinámica de grupos, y con ellos, de inmediato, auto capacitarse para lograr que a la brevedad sea visto por sus discípulos como un maestro del aprendizaje, o mejor dicho: como el más sobresaliente alumno de la clase.
Los maestros, al auto capacitarse en el estudio dirigido y la dinámica de grupos, se darán cuenta de los grandes beneficios que sus propios alumnos obtendrían si les ayudan a realizar lo que ellos mismos han conseguido con tanto éxito. La habilidad creativa, y por lo tanto, la libertad mental y crítica que alcancen sus pupilos con el autodidactismo, los capacitará para resolver con más facilidad todo tipo de problemas, empezando por los educativos.
Ser maestro del aprendizaje es deseable en cualquiera de los niveles educativos de nuestro sistema, pero es imprescindible e impostergable que lo seamos en la educación básica, por ser esta etapa predominantemente formativa y definitoria de una vida prospera o miserable de nuestros estimados alumnos.
Por otra parte, ser docente del aprendizaje no es difícil, sólo es necesario que tengamos claro que para convertir el salón de clase en biblioteca tenemos que poner a nuestros alumnos a estudiar; si pretendemos convertirlo en laboratorio, hagamos que intenten resolver una pregunta que ellos mismos se hayan planteado; si hay que convertirlo en taller, entonces pongámoslos a trabajar, redactar, construir, dibujar, actuar, tocar, cantar o bailar, y si pretendemos hacerlo auditorio, dejemos que dialoguen y discutan sobre un tema específico que hayan estudiado.
Al aplicar los conceptos anteriores, elevaremos con firmeza la calidad de nuestro trabajo, aun, si lamentablemente laboramos en una de las innumerables escuelas unitarias o multigrado perdidas en la serranía de nuestro agreste territorio, o lo hacemos dentro de una barraca que pretenciosamente llamamos salón de clase, o tenemos que trabajar con un grupo de niños inapropiadamente numeroso.
Los centros escolares, con todos los aditamentos necesarios y la cantidad de alumnos adecuada para que hagamos espléndidamente nuestras funciones magisteriales, vendrán con la etapa cooperativa o sinérgica de la sociedad que yo llamo: Capitalismo humano, pero mientras tanto, con nuestro nuevo ropaje del aprendizaje e imprescindible vocación pedagógica, podemos dar los primeros pasos hacia esta promisoria etapa en el trabajo diario que realicemos con nuestros alumnos en cualquier espacio que ocupemos por muy miserable e impropio que pudiera ser.
El docente mexicano para convertirse en maestro del aprendizaje, también debe apreciar la evaluación como un agente de acreditación, pero principalmente de motivación, y todo el trabajo educativo cotidiano, lo debe apoyar en el triángulo pedagógico, por ser éste, entre otras cosas, un fuerte instrumento incentivador del desempeño escolar de los alumnos. Adiós a los niños y adolescentes que duermen en clase, atrapan moscas o toman el salón como si fuera un ring.
El maestro del aprendizaje, al utilizar el triángulo pedagógico, además de motivar fuertemente su trabajo, también estará desescolarizando al grupo, lo cual permitirá que los alumnos avancen en su capacitación según sus condiciones peculiares. Al convertirse el docente en Supervisor e identificar el desempeño de los alumnos en sobresalientes, normales y atrasados. Felicitará a los alumnos avanzados para que sigan haciendo con éxito su trabajo casi sin ayuda; asistirá eventualmente a los que laboren aceptablemente, y de esta manera, estará en posibilidad de dedicar la mayor parte de su tiempo a los escolares rezagados para que a la brevedad mejoren su nivel.
Los alumnos con atraso escolar, cuyo número se está incrementado alarmantemente en nuestro país y que desesperan al más “pintado” de los maestros, por lo general presentan fuertes rasgos de lentitud, timidez, distracción, indisciplina o sobre peso, condición que se debe en gran parte a la deficiente atención paterna (pobreza, consentimiento, conformismo, madres solteras, matrimonios jóvenes, abuelos papás). Si deseamos como docentes optimizar y hacer más eficiente y eficaz nuestro trabajo en este delicado asunto, también necesitamos auto capacitarnos en la tecnología del capitalismo humano, cuyos principios más importantes cito a continuación:
¿Quién eres tú?: “Yo soy (José), un niño del mundo con responsabilidad social” ¿Cuál es tu Misión?: “ayudar para que me ayuden”; ¿Cuál es tu Visión?: “Yo quiero ser de grande…”; Estándar de Calidad: Niños con características sobresalientes con un mínimo de fallas, errores o variaciones; Premio o castigo: Para que los niños no pierdan su natural motivación, tienen que aprender con premios y castigos apropiados (para el caso escolar, calificaciones) que si actúan bien, les irá bien, y si actúan mal, les irá mal; Acariciar: “Excelente, estás haciendo muy bien tu trabajo”; Estrategias: “Primero lo primero”, “Primero los primeros” y “Lo que hace la mano hace la tras”; Perfil del alumno del capitalismo humano: Autosuficiente, productivo, competente, preocupado, profundo, sencillo y honesto; Sentimientos a edificar : Admiración, agradecimiento, orgullo y vergüenza (no son innatos); Prototipos del capitalismo humano: Estudiante autodidacta, padre estimulador, maestro del aprendizaje, empresario de inversión, político de altura; Organización motivacional: Pactos y triángulos pedagógicos; Pago de impuestos: Corresponder la ayuda recibida (los niños para ser agradecidos, primero tienen que aprender a dar las gracias, y de adultos, pagar impuestos).
Cada uno de los anteriores principios tiene su razón de ser y corresponde al maestro encontrar su sentido y aún más, enriquecerlo con su propio ingenio y experiencia; no es una lista exhaustiva, sino sólo un ejemplo de por dónde va el camino.
Para asegurar el éxito en la tarea de regularizar a los alumnos atrasados, el maestro del aprendizaje debe interesar a los padres de familia para que se preparen también en la técnica del capitalismo humano y al utilizarla con sus hijos, se conviertan en padres estimuladores. De esta manera, padres estimuladores y maestros del aprendizaje se apoyarán mutuamente en el rescate de los alumnos que están amenazados no sólo del rezago escolar, sino de una secuela de daños mayores que suelen sobrevenir posteriormente si no se atiende el problema con prontitud.
Los maestros y los padres no deben pensar en solucionar el atraso escolar con tratamientos psicológicos o psiquiátricos, sino hasta que hayan agotado el uso correcto de la técnica del capitalismo humano, que como se habrá observado es eminentemente pedagógica, no clínica, y raramente suele fallar. Ya vendrán tiempos mejores en que la totalidad de la sociedad se encargue de ayudar a que todos los niños, sin ninguna excepción, alcancen su máxima plenitud y no sólo sea responsabilidad de docentes y tutores.
*Director de la Escuela Creadora de Riqueza México