El cielo en Oaxaca es un cielo muy particular. Sus colores y sus texturas son de una belleza mágica. Pero, lo que a mí más me impresiona y me conmueve de ese cielo oaxaqueño es que parece estar más cerca que otros cielos. No lo digo como metáfora. Lo digo porque, en verdad, al mirarlo, tengo la sensación física, óptica, palpable de que no está tan lejos como otros; de que es un cielo situado casi al alcance de la mano.
Últimamente Oaxaca se nos aparece a los que vivimos en la Ciudad de México o en otras partes del país, casi exclusivamente por malas razones y con malas noticias. Actos violentos sucediéndose interminablemente, paros y movilizaciones sin fin, calles y carreteras tomadas, muertos evitables, niños sin escuela un mes sí y otro también, un año sí y otro también.
Oaxaca, sin embargo, es, evidentemente, mucho más que esa violencia constante y ese desorden pertinaz. Es un territorio vasto (la 5ª entidad más grande en territorio del país) y la entidad federativa con el mayor volumen de población indígena y la mayor diversidad etno-lingüística del país. Un rompecabezas abigarrado de culturas, lenguas y sensibilidades diferentes entre sí, un mundo que contiene una infinidad de mundos.
En materia educativa, un panorama lleno de carencias, chispazos de luz y dificultades gigantescas para lograr lo más elemental. Es decir, para conseguir que las escuelas abran, que los maestros den clases, que los niños y los jóvenes aprendan alguna cosa que les sirva, tenga sentido o les ofrezca la posibilidad de vidas con horizontes más amplios.
Si bien el Censo educativo de 2013 no pudo llevarse a cabo en Oaxaca, la información disponible arroja un retrato, en muchos sentidos, desolador. De acuerdo al informe de la UNICEF, Los derechos de la infancia y la adolescencia en Oaxaca (2013), la entidad ocupa el 2º lugar a nivel nacional –después de Chiapas– en porcentaje de la población con rezago educativo, es decir, analfabeta y/o sin primaria o secundaria terminadas. Esta situación es especialmente grave entre los oaxaqueños de 16 años y más, donde el porcentaje con rezago educativo asciende a cerca de 48 por ciento vs el 28 por ciento en promedio a nivel nacional.
En cobertura, a nivel preescolar y primario las cifras son cercanas a la media nacional. Tanto en educación media superior como en educación superior, sin embargo, las tasas de son muy inferiores al promedio nacional y, en educación superior, Oaxaca es el estado con menor cobertura en el país.
Por lo que toca a logro educativo, los datos más recientes disponibles son los de la prueba ENLACE (ni PISA 2012 ni Planea 2015 pudieron aplicarse en Oaxaca), mismos que revelan un panorama con déficits gravísimos. Así, por ejemplo, en ENLACE 2013, la entidad se situó en el último lugar, por mucho, en porcentaje de alumnos de primaria con niveles de bueno y excelente tanto español (8.8 por ciento vs 42.8 por ciento nacional) como en matemáticas (15.2 por ciento vs 48.8 por ciento nacional).
Estas cifras y resultados tan lamentables son el producto de la compleja interrelación entre una diversidad de factores. Destacan entre ellos: las altísimas tasas de marginación y pobreza del estado de Oaxaca, así como la presencia, ubicua y permanentemente activa, del magisterio organizado.
Entre los muchos costos que han tenido para los niños y jóvenes oaxaqueños, las formas de organización y lucha del magisterio oaxaqueño aglutinado en la Sección 22, se encuentra una dimensión poco visible, pero fundamental para la operación más básica de cualquier sistema educativo. Me refiero a las palancas de conducción (tramos de control, cadenas de mando, por ejemplo) y también a los recursos indispensables –tiempo, recursos materiales, personal capacitado– sin los cuales naufraga la posibilidad de operar cualquier sistema educativo.
Gracias a la recuperación del IEEPO –Secretaría de Educación estatal– por parte del gobierno estatal y federal el año pasado, tras el dominio casi completo que había mantenido la Sección 22 desde principios de los 1990, hoy parece existir espacio y voluntad para reconstruir o, de plano, construir el aparato burocrático e institucional mínimo indispensable para conducir el barco de la educación oaxaqueña.
Urge apoyar, sostener y profundizar ese esfuerzo nodal en curso. Para ello, se requerirán muchos elementos. Valdría la pena empezar, por evitar que, una vez más, la atención a la Sección 22 consuma todo el tiempo, la energía y los recursos del aparato encargado de operar la educación en Oaxaca. En concreto, convendría comenzar por acotar el tiempo y los recursos destinados a lidiar con la Sección 22 al mínimo indispensable para contener y administrar el conflicto para así poder disponer del tiempo y los recursos para construir un sistema educativo, mínimamente, digno de tal nombre.
Twitter:@BlancaHerediaR