*Miguel Carbonell
Uno de los grandes debates que deberíamos estar teniendo en México es sobre los objetivos que el sistema educativo debería estar persiguiendo y sobre la mejor forma de lograrlos. Nuestro debate público en materia educativa es tan mediocre que se centra en cuestiones que en muy pocos países siguen pendientes de resolverse: que los profesores acepten ser evaluados y que asistan a clases en vez de cerrar calles y avenidas.
Es lamentable, pero eso no debe impedirnos que nos preguntemos sobre el fondo de la cuestión: ¿qué tipo de conocimientos, habilidades y destrezas debemos inculcar en nuestros niños para que puedan salir adelante en la vida? Y ahí es donde, me temo, todavía seguimos anclados en el siglo XX (o en el siglo XIX, en algunas entidades federativas).
Les enseñamos a los niños con detalle nuestra historia, pero no tienen idea de quién es Elon Musk o qué ha hecho Jeff Bezos para conseguir que Amazon sea una empresa ganadora. Los ponemos a memorizar fechas inútiles, pero no saben resolver problemas complejos a los que deberán hacer frente en su práctica profesional; sobra decir que no los preparamos para saber trabajar en equipo, ni para desarrollar inteligencia emocional o para poder negociar con los demás. Es decir, no les estamos ofreciendo las herramientas que puedan hacer de ellos mejores personas y mejores profesionistas, que se ganen bien la vida y que puedan tener la información que necesitan para superarse día tras día.
Esa debería ser la principal cuestión en la que el sistema educativo mexicano debe enfocarse. No en las banalidades en las que la mezquindad de unos y los intereses de otros nos tienen instalados. Por ejemplo, las empresas están requiriendo ingenieros bien preparados, que estén listos para dirigir fábricas.
Muchas de ellas tienen que traerlos de afuera porque nuestras universidades no los preparan para ello. No es casualidad que haya tantos profesionistas asiáticos viviendo en el Bajío o tantos norteamericanos instalados en los estados de la frontera norte.
Otro caso: hay mucho trabajo para los abogados que sepan hablar inglés y un idioma adicional (ojo estudiantes de derecho: hablar inglés ya no es su ciente), pero en nuestros centros educativos lo que se enseña en materia de idiomas extranjeros es patético y nuestros jóvenes salen con nulos conocimientos de japonés, chino mandarín , alemán o coreano, pese a las enormes ventajas que como país tendríamos al enseñar esos idiomas.
Obviamente, es algo impensable en la mediocre educación pública que tenemos; vaya, apenas en las instituciones de élite de carácter privado se enseñan idiomas adicionales al inglés, pero pocos abogados los dominan (casi ninguno, que yo sepa). Les tenemos que enseñar a nuestros niños a desarrollar la creatividad y el pensamiento crítico.
Lo primero para que puedan ser creadores y aporten conocimientos novedosos que se requieren en el mundo de internet; lo segundo para que comprendan que lo que hoy existe no es lo mejor posible, sino que hay miles de oportunidades para mejorar.
Es indispensable por tanto (re)pensar la educación, así como meditar sobre sus objetivos y propósitos; necesitamos darles herramientas a los niños no para que terminen trabajando en una maquiladora sino para que sean emprendedores; el país necesita personas que no solamente puedan buscar un trabajo, sino que creen uno; que controlen su economía familiar, que le sepan a las computadoras en serio, que estén abiertos al mundo, que lean mucho, que piensen por sí mismos para que no se dejen manipular por nuestros siniestros políticos que solamente quieren sus votos. Todo eso y más debemos exigirle a nuestro sistema educativo. La responsabilidad es de todos.
*Investigador del IIJ-UNAM
@MiguelCarbonell