El modelo educativo mexicano es autoritario. No fue concebido para construir ciudadanos libres y críticos. Las tres frases más utilizadas en el salón de clases son: ¡Guarda silencio! ¡Pon atención! ¡Trabaja sentado en tu lugar! Así lo afirmaron hace diez años las especialistas Cecilia Fierro y Patricia Carvajal, y poco han cambiado las cosas desde entonces.
El ambiente moral que prevalece en el salón de clase premia al alumno que imita con docilidad al maestro y no a quien tiene argumentos para desafiarlo. En efecto, la escuela mexicana continúa teniendo como núcleo atómico de su pedagogía el respeto a la autoridad.
El modelo educativo prevaleciente responde, a su vez, a una serie de premisas y valores políticos que tampoco han sido democráticos.
Se gestó en la era del partido único, de la organización vertical del Estado, del corporativismo, del centralismo y de la negociación arbitraria de la ley. Un modelo que controló desde el centro los procesos pedagógicos a través de las autoridades de la SEP, al tiempo que sometió al magisterio a controles sindicales arbitrarios a través del SNTE.
Ayer el secretario Aurelio Nuño Mayer presentó ante un auditorio de casi mil personas la propuesta para un nuevo modelo educativo.
Hay una pregunta principal que hacerle a este funcionario: ¿Cómo piensa transitar de un modelo que educa para el autoritarismo a otro que buscaría formar ciudadanos libres y democráticos? Cuando el secretario de Educación habla de lograr pensamiento crítico en los estudiantes está dando en el centro de la cuestión.
El ambiente moral de los salones de clase debe cambiar de tal manera que quienes comparten conocimientos sean capaces de razonar por sí mismos, a la vez que comunican con e cacia y agregan valor a la cadena de aprendizajes gracias a la colaboración.
No más guardar silencio, no más exigir atención sólo en aquello que el profesor considera relevante, no más quedarse sentado en un lugar previamente asignado por la autoridad. El problema con la propuesta que hace el gobierno radica en que el actual modelo autoritario no sólo somete con docilidad a los alumnos, sino que fue diseñado, sobre todo, para hacer lo mismo con sus maestros.
Prácticamente todo el magisterio —incluidos los maestros de la CNTE— está sometido a las mismas reglas que Fierro y Carvajal encontraron dentro del salón de clases. El control burocrático y sindical sobre los docentes asegura que las tres frases más escuchadas por los profesores de nuestro país sean precisamente: ¡Guarda silencio! ¡Pon atención! ¡Trabaja sentado en tu lugar!
Después del encarcelamiento de Elba Esther Gordillo y el encumbramiento de su sucesor, Juan Díaz de la Torre, ¿qué fue lo que el gobierno exigió al magisterio? ¡Silencio!
Cuando se formuló la reforma educativa sin que un solo maestro haya participado en su diseño o implementación, ¿qué fue lo que se le ordenó al gremio? ¡Que prestara atención y punto! Sin derecho de réplica, contra réplica o discusión.
A los docentes que se les ocurrió la peregrina idea de rebelarse recibieron la instrucción de quedarse sentados a trabajar en su lugar, so pena de perder el empleo. (Aún si han sido escandalosos, los docentes de la CNTE son una minoría). ¿Pueden personas sometidas a un aparato burocrático-sindical de corte autoritario convertirse en los maestros que enseñan pensamiento crítico, promueven los valores de la libertad, impulsan el disenso y colaboran dentro de esquemas horizontales?
Los camellos dan camellitos y mientras el ambiente moral en el que laboran los docentes sea autoritario, el que prevalece dentro de las aulas también lo será.
ZOOM: Nadie tiene el monopolio del modelo educativo y por eso es indispensable que éste surja del diálogo plural y diverso. En otras palabras, no habrá educación incluyente si la formulación del modelo se hace de manera excluyente. Ese fue el desafío que Sergio López Ayllón, director del CIDE y colaborador de estas páginas, lanzó el día de ayer.
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