El pasado miércoles se presentó en la convulsa pero bella ciudad de Oaxaca el Diagnóstico del Posgrado para la Región Sur-Sureste, la cual abarca siete estados: Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Oaxaca, Tabasco, Veracruz y Yucatán. Este diagnóstico forma parte de una serie de estudios que el Consejo Mexicano de Estudios de Posgrado (Comepo), en coordinación con el Centro de Investigación en Matemáticas (Cimat), ha realizado para tratar de llenar el vacío de información sobre las características de los posgrados que se ofrecen en México. Se dice que el objetivo general del diagnóstico es “proponer políticas públicas para el impulso de la calidad de los estudios de posgrado”.
¿Se pueden proponer políticas a partir de los datos de un diagnóstico? Se puede, aunque considero que lo más valioso de estos diagnósticos es servir de insumo para motivar una discusión pública mucho más razonada sobre el funcionamiento y desarrollo de la actual política de posgrado. En este tenor, repasemos algunos datos y comentemos la problemática que revelan.
Pobreza y universidad pública
Con datos de 2010, Comepo contabilizó un total de 8,522 programas de posgrado (especialidad, maestría y doctorado) en el país, pero sólo 19 por ciento pertenecen al Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) del Conacyt. Para la región Sur Sureste, la muestra abarcó 384 programas cuyos coordinadores tuvieron que responder a una encuesta y, a partir de ésta, se quisieron construir indicadores en distintas temáticas tales como normatividad, organización, infraestructura, fomento a la investigación, evaluación institucional, flexibilidad, competencias, pertinencia, eficiencia, movilidad, egresados, vinculación y problemática general.
La región Sur Sureste abarca a 22 millones de habitantes, lo que representa una quinta parte de la población total del país. Esta región, además, concentra a la “mayor población indígena del país” lo que significa que la mitad de hablantes de lengua indígena a nivel nacional están concentrados en este región. La identidad indígena, como se sabe, está relacionada con múltiples e injustificadas desigualdades, por lo que no es extraño leer que la población en pobreza extrema en la región Sur Sureste rebasa la media nacional (16 por ciento contra 9.5 por ciento)
Que las personas vivan en condiciones indignas es injustificable, pero el rechazo a la desigualdad no debe servir para omitir los logros que tiene la región en materia de posgrado. Mire usted, en la región Sur Sureste 25 de cada 100 programas de posgrado cuentan con el reconocimiento del PNPC-Conacyt cuando a nivel nacional este porcentaje es de 19, es decir, seis puntos por debajo de la región analizada. Luego, de este porcentaje de posgrados “de calidad”, la mayoría (39 por ciento) se concentra en instituciones de educación superior pública (IES) mientras que el sector privado, sólo concentra uno de cada diez posgrados de calidad.
¿Qué modalidad de posgrado se ofrece en la región Sur Sureste? Según el diagnóstico, 80 por ciento de los posgrados pertenecen a la modalidad de maestría, siete por ciento son doctorados y el resto (13 por ciento) lo concentran las especialidades. Aunque el reporte dice que esto es distinto a nivel nacional, en donde 71 por ciento son maestrías, 11 por ciento doctorado y 18 por ciento especialidades; si nos centramos en el sector público veremos que la región Sur Sureste se asemeja más a la escala nacional. En el sector público de la región Sur Sureste, 20 por ciento son especialidades, 70 por ciento son maestrías y diez por ciento lo concentra el nivel de doctorado.
Posgrado para el desarrollo intelectual
Como hemos visto, la pobreza que injustificadamente se vive en la región Sur Sureste, no ha impedido que sus universidades y centros de educación públicos ofrezcan programas de posgrados variados, de alta calidad y centrados en la investigación. Esto muestra un destacado esfuerzo institucional. Pese a ello, la problemática del posgrado en la región Sur Sureste es digna de repasarse, si en verdad se desean promover políticas públicas más efectivas.
Los coordinadores o responsables de los programas de posgrado de la región Sur Sureste resaltaron la recurrente —y profusamente analizada— tensión entre las oficinas gubernamentales que regulan el posgrado y las IES públicas y autónomas. Para pocos es nuevo escuchar que los esquemas centralistas de evaluación de la educación superior subvirtieron la autonomía de las universidades. ¿Y esto repercutió en mayores capacidades intelectuales de los estudiantes y de los profesores o sólo en mayor control?
Las exigencias de la evaluación del posgrado parece que también generaron una “exorbitante” burocratización, la cual no estuvo respaldada por los apoyos necesarios. De hecho, el diagnóstico revela que la gestión de los responsables de los programas tiende a ser más administrativa que académica y esto, ¿qué consecuencias ha tenido en el desarrollo intelectual de los estudiantes y de los profesores? ¿Mucha autoridad y poco pensamiento?
Una de las quejas que también delinean la problemática del posgrado, según el reporte de la región Sur Sureste, es que los estudiantes presentan “deficientes” habilidades, así como un “desinterés intelectual”. ¿Será que el posgrado ha dejado de ser pertinente? La pertinencia, estrictamente hablando, se refiere a la capacidad que tienen las universidades para responder de manera equitativa a las necesidades y aspiraciones de los estudiantes y si éstos no se sienten interpelados intelectualmente, pues algo anda mal.
El diagnóstico también muestra, con base en los indicadores, que las competencias relacionadas con “generar innovaciones en el conocmiento y desarrollo tecnológico” son las que menos se promueven, según los coordinadores; entonces, ¿para qué sirve un posgrado? Parece que también en este nivel hemos perdido el foco que es el desarrollo intelectual, el aprendizaje significativo y el avance del conocimiento para dar paso a la sedimentación del control por medio de ineficientes esquemas de evaluación. ¿O me equivoco?