El lunes de esta semana se dieron a conocer los resultados generales de la primera Evaluación del Desempeño Docente, correspondiente al ciclo escolar 2015-2016. Las cifras dadas a conocer por la SEP indican, en resumen, que “15.3 por ciento de los participantes obtuvo resultados insuficientes; 36.2 por ciento resultados suficientes; 40.5 por ciento resultados buenos; y 8.0 por ciento resultados destacados o incluso excelentes.”
¿Qué dicen estos resultados acerca de la calidad académica del profesorado mexicano? Muy poco y lo poco que indican es, para colmo, ambiguo. Uno de los problemas típicos en la interpretación de una escala dividida en cuatro clases o segmentos radica en la tentación de agruparlos, en distintos arreglos, para darles sentido.
Para la consejera presidenta del INEE, Sylvia Schmelkes del Valle, los datos mostrados implican que “México puede presumir de contar con un grupo de docentes y directores muy profesionales a juzgar por los resultados. Si bien cada uno de los grupos de desempeño presenta retos que deben ser enfrentados para remontar las debilidades que la evaluación detecta, lo que los resultados también hacen evidentes es que existe un extraordinario potencial en el magisterio para que esto vaya sucediendo”.
Como es evidente la expresión de la titular del INEE toma en cuenta la proporción de docentes que calificaron en los segmentos de satisfactorio, bueno, destacado y excelente, los que sumados se aproximan a 85 por ciento de las aplicaciones. Desde luego tal interpretación tiene sentido porque la escala, que carece de punto medio numérico, denomina como “satisfactorio” el desempeño de todos los conjuntos de profesores evaluados excepto uno, el de los de desempeño “insatisfactorio”.
Para la mayor parte de la prensa, en cambio, los resultados indican que apenas la mitad de los profesores evaluados obtuvo resultados adecuados. Esta interpretación se basa en agrupar los segmentos “insatisfactorio” y “satisfactorio”, por un lado, y “bueno” y “destacado” por otro. La lectura de dos mitades puede ejemplificarse con la nota de Natalia Gómez Quintero titulada “69 mil maestros, con bajo desempeño en la evaluación” (El Universal, 29 de febrero 2016), o con la cabeza de la nota de MILENIO publicada el martes pasado “La mitad de los maestros reprobó o pasó de panzazo” (Alma Paola Wong, 29 de febrero 2016).
En la presentación de resultados el extenso discurso del secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, es abundante y detallado en la explicación de resultados, en la descripción del proceso de aplicación, así como en las responsabilidades específicas de las distintas entidades que participaron en el mismo. No hay, sin embargo, un juicio de valor claro y preciso que dé cuenta de la opinión de la autoridad educativa sobre los resultados obtenidos ¿son buenos?, ¿no tanto?, ¿son malos?
Parte de la prensa ha destacado, en cambio, la cantidad de profesores que serán despedidos por no haberse presentado al ejercicio de evaluación. El titular de la SEP anunció que en esa condición están 3 mil 360 docentes. Es muy probable que esa cifra crezca en función de la respuesta o falta de ella a la convocatoria de “reposición” de la prueba en los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán. Hasta el momento la SEP estima que aproximadamente 90 por ciento del total de convocados, poco más de 150 mil profesores y directivos, cumplió el proceso de evaluación (al menos una de las cuatro fases previstas). El resto, casi 15 mil profesores, corresponde a la suma de los no presentados y los faltantes en los estados del sur del país.
Uno de los datos más llamativos del reporte es que la proporción de directivos “insuficientes” es mayor que la de docentes “insuficientes”. Según la estadística difundida, calificaron como “insuficientes” a 800 directores, lo que representa una proporción de 25.4 por ciento del total. En algunas entidades, destaca el Estado de México, más de la mitad de los directores caen en esa categoría negativa. Conviene aclarar que los directores de educación básica fueron evaluados con base en criterios distintos a los aplicados a los profesores: a) Expedientes de experiencias de la función del director; b) examen estandarizado de conocimientos de habilidades de directivos, y c) ruta de mejora argumentada, que evalúa la capacidad del director para analizar, justificar y sustentar una ruta de mejora para su escuela.
En El Universal de antier se publicó una interesante nota editorial de Manuel Gil Antón, titulada “La reforma educativa, el fin de un prejuicio”. En ella el académico de El Colegio de México presenta un argumento simple y contundente: si la gran mayoría de los profesores muestra un desempeño que va de satisfactorio a destacado ¿es válido seguir adjudicando al desempeño del magisterio las insuficiencias de la educación básica?