Se dice que en política “lo que aparenta ser, es lo que es”, con independencia de lo que sucede. Podrá ser ley en ese campo, no lo sé, pero en educación no vale: ahí lo que pretende ser, sin ser, no es, aunque luzca. La forma, sin fondo, deforma a fondo.
Ha visto usted imágenes en que miles de profesores, hacinados en galerones, con menos espacio entre sí que los ocupantes de un microbús repleto, están ocho horas respondiendo un examen de opción múltiple —la mitad del lapso— y la otra realizando la planeación argumentada de una sesión de clases. Antes “subieron” a una plataforma virtual evidencias de su trabajo, explicando su participación tanto en las exitosas como en las fallidas. Eso parece, sin ser, una evaluación. ¿Sirve para dilucidar si una profesora, con 20 años de trabajo, ha tenido un desempeño insatisfactorio, satisfactorio, bueno o destacado? No: simple apariencia, no se valora la trayectoria de un profesional, y menos cuando la premura condujo a improvisar revisores y los instrumentos no fueron validados con anterioridad a su aplicación. Aunque las fotos sugieran lo contrario, la evaluación no ha ocurrido. No obstante, el lunes próximo se darán a conocer los resultados de este atropello y tendrá consecuencias no menores. Sin ser, luce. Aluza al jefe.
Cada lunes, Aurelio Nuño asiste a una escuela. No quiere ser “un funcionario que esté nada más en su despacho”. Lo vemos hablar con profesores y directivos. Al parecer, dialoga, pero previamente ha sido acondicionado el plantel y aseguradas las condiciones para que parezca que, en efecto, le interesa estar cerca de los estudiantes —¿hicieron la tarea?— y mostrar apertura a los comentarios, dudas y críticas de los maestros y padres luego de un discurso siempre elogioso de la reforma… parece un interés genuino, pero se queda en la ficción añeja del partido al que pertenece. Ignora que “elogio en boca propia es vituperio”.
El caso extremo fue su reciente visita a una escuela en Oaxaca, cuyos integrantes pertenecen a la Sección 22: la preparación fue secreta, con Plan B por si no se lograba, y fue posible gracias a la participación del aparato de espionaje para la seguridad nacional: el Cisen. Estrategia policiaca para simular lo que no fue, de ninguna manera, un encuentro con opositores a las acciones emprendidas.
Hubo grandes desaciertos en la evaluación, que, por forma y fondo, conducirían a la anulación del proceso. A los errores se les llamó “ventanas de oportunidad”. Eufemismo puro. Y para “aprovecharlas”, la evaluación de más de 100 mil docentes programada para los meses previos a las elecciones, se posterga al segundo semestre del año, incumpliendo los calendarios que derivan de las reformas legislativas.
El secretario afirma que, en efecto, la reforma educativa es administrativa, laboral y política, pero “enteramente educativa”. En este caso, ya rebasamos el hacer de cuenta que lo que parece ser ocurre: lo dicho es una incoherencia lógica sin ambages. No hay propuesta educativa, de tal manera que ni entera, ni parcialmente, lo es.
El Presidente va a Iguala. Tarde y mal. ¿Asume su responsabilidad? Para nada. Aparenta apoyo: “Iguala no debe quedar marcada por esa tragedia”. Pero su gobierno sí: no hay vuelta de hoja. La corrupción material y discursiva abunda. Se desmorona la Verdad Histórica. El espejismo del cambio educativo esconde la realidad: una reorganización política para controlar el contubernio con socios impresentables como antaño. Se colapsará, también, la reforma educativa histórica: sus cimientos son aparentes: no tiene. Se finca en la ambición y el engaño. La ignorancia, preñada de prejuicios y con iniciativa, no es apariencia: es, y tiene sólo un camino: el de la amenaza altiva y torpe.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México.
@ManuelGilAnton