A Sergio, por su salud que también es la nuestra
San José Tenería es una localidad situada en el municipio de Tenancingo, Estado de México, donde se encuentra la Escuela Normal Rural “Lázaro Cárdenas del Río”. Para llegar allí desde Querétaro se tiene que cruzar el desorden urbano de Toluca y Metepec para luego tomar una serpenteante carretera cuyo paisaje hace olvidar el caos. Poco antes de entrar a territorio normalista, a la derecha, se encuentra un cuartel militar con un tanque de guerra y desde el cual, me dicen, se canta un himno socialista durante las marchas que organiza la escuela.
La primera, segunda y tercera llamada para llegar a la Normal la dan las bardas que rodean la escuela. Pintadas de blanco y en letras rojas aparecen leyendas tales como: “Ser pueblo; hacer pueblo y estar con el pueblo”; “Educación de clase para la liberación de los trabajadores”. Al entrar al campus, uno se topa con las casas de los profesores; lo que no es nada extraordinario pues así se organizan algunas universidades inglesas como las de York o Cambridge.
El congreso
Contrario a los prejuicios creados por la televisión, la Escuela Normal Rural de Tenería es pulcra; se alistó para albergar el Primer Congreso Nacional de Normales el 18 y 19 de febrero, cuyo tema fue: “El normalismo público en México: Aciertos, problemas y prospectivas”. Tal encuentro, me dicen, se organizó en tan sólo un mes y unos días.
La Normal de Tenería es mixta y concentra a un poco más de 500 estudiantes, cuenta con internado pero éste es sólo para los hombres, aunque todos reciben comida, formación académica y preparación político-ideológica sin pagar un centavo. Digo, hay escuelas y universidades que también buscan adoctrinar pero pagando colegiaturas muy costosas.
Luego de los honores a la bandera y de escuchar los himnos de México, de la Escuela y del Estado de México, se abrieron los trabajos académicos en uno de los patios de la normal, los cuales fueron modernamente habilitados gracias al apoyo de la SEIEM (Servicios Educativos Integrados al Estado de México). Amplias carpas fueron instaladas para recibir a los estudiantes y profesores de varias escuelas normales del país, así como un vistoso camión con baños y un esmerado servicio de café, cuyos responsables nos ofrecían bebidas a todos pasando a cada fila.
Diálogo, preocupación y disputas
Con pánico escénico, inicié mi exposición sobre implementación de políticas educativas tratando de ligar lo que hace tiempo una colega y yo investigamos sobre los concursos de oposición y lo que actualmente plantea la reforma educativa. Hablé de reconocer que las creencias – y no sólo los intereses –pueden impulsarnos a cooperar o a entrar en conflicto con otros actores y esto a su vez, puede facilitar o complicar la ejecución de las políticas educativas.
Con base en mi análisis, sostuve que la actual reforma educativa muestra un aprendizaje de política al haber propuesto una Ley cuyo objetivo era ordenar el proceso de selección, ingreso y promoción de los maestros al servicio docente. Esto, a mi juicio, va en el camino de limitar a la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la cual se ha servido del desajuste entre el número de plazas ofrecidas y el de demandantes. Este reconocimiento no omitió aclarar que el actual marco legal fue aprobado al vapor, sin debate parlamentario y sin incorporar las críticas que varios especialistas hicieron oportunamente y de manera atinada. Esto ha traído graves consecuencias para la puesta en marcha de la reforma. La brecha entre legalidad y legitimidad se amplió.
Consciente de que el auditorio iba incomodarse, mencioné que ante la venta y herencia de plazas (patrimonialismo), era necesario ubicar el mérito individual del maestro en su justa dimensión. Asimismo, defendí la oportunidad de que un órgano técnico y autónomo como el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), se hiciera cargo de la validación de los instrumentos de evaluación docente. En el pasado, la calificación de los exámenes la hacían unos cuantos, cuyas credenciales no mostraban un sello fidedigno de querer trabajar para que todas las niñas, niños y jóvenes tuvieran profesores altamente calificados. El objetivo era otro: mantener una clientela, medrar con las aspiraciones de los profesores.
La sesión de preguntas y respuestas no fue ningún día de campo. Varios miembros de la audiencia, principalmente los profesores, me interpelaron fuertemente, lo cual agradezco pues la confrontación le hace a uno como académico reflexionar y poner en duda los hallazgos y argumentos – siempre falibles – derivados de los investigaciones. Pude detectar que las inquietudes de los maestros iban por tres lados: (1) por cosas que les preocupaban en su vida laboral cotidiana, cosa que ilumina mucho el estudio de la implementación de las políticas; (2) por un genuino interés de conocer más acerca de variados temas, algunos completamente desconocidos para mí y (3) por su costumbre de tomar posicionamiento político-ideológico. De hecho, el viernes 19 de febrero se hizo público un documento de esta naturaleza.
Sobre las primeras y segunda inquietudes de los profesores, me llamó mucho la atención la numerosa cantidad de preguntas sobre el funcionamiento del INEE, los tipos de pruebas que va a aplicar, la manera en cómo se elaboraron las directrices sobre formación inicial y su autonomía con respecto al gobierno. Otras cosas que les preocupó a los asistentes, pero que tampoco cayeron en el área de mi competencia, fue la falta de información sobre el Plan Integral, Diagnóstico, Rediseño y Fortalecimiento de las Escuelas Normales (PIDIRFEN), por un lado y por otro, cómo se compara el sistema educativo de México con el de Finlandia.
Sobre la toma de posición política, expliqué que prefería presentar los resultados de mi trabajo de investigación y que a partir de ahí, se tomara lo que pudiera servir. Reiteré que mi intención no era “hacer un coro” o “tirar línea”, sino exponerme a su crítica, discutir y refutarlos. Por falta de tiempo, quedaron sin respuesta varias preguntas, algunas de ellas muy incisivas. Quisiera aprovechar este espacio para comentar un punto que quedó pendiente de discusión y que juzgo muy importante.
“Conciliar los opuestos”
Abatir fue el verbo que utilizó un asistente para visualizar el futuro de las escuelas normales rurales. ¿Se podrán reformar estos centros educativos sin “dañar la esencia del normalismo rural”?, preguntó el colega. Aunado a ello, los firmantes del pronunciamiento publicado a raíz del congreso expresa que ante la “ofensiva del régimen contra la Educación Pública y el normalismo”, manifiestan su “rechazo contundente” a la reforma y al PIDIRIFEN y se declaran en “resistencia”. Pese a ello, los normalistas también dicen estar “dispuestos a avanzar hacia la construcción de propuestas educativas alternativas para el fortalecimiento real de las instituciones formadoras y actualizadoras de docentes”.
¿Se puede avanzar en la construcción de un proyecto provechoso para todos expresando la lógica de los contrarios? La gran división que marcan algunos normalistas con respecto al gobierno me hizo recordar el magnífico artículo de Pablo Latapí Sarre llamado Conciliar los opuestos (Proceso, 06.08.00). Ahí, el gran pensador mexicano expresa que la realidad está atravesada por contradicciones que nos impiden comprenderla y que la única manera de superar las antinomias es recurrir a otro plano de comprensión, o a otro nivel de experiencia.
Conciliar los opuestos implica una “búsqueda de equilibrios que hacen posible la convivencia entre diferentes”. Esto no implica renunciar a ideales ni a ser complacientes con el actor oficial; se trata mas bien, de hacer un esfuerzo de índole democrática para rebasar los esquemas morales dualistas y totalizadores que nos colocan, como dice Latapí, “del lado de los buenos” y que nos blindan de comprender la razón de los otros.
Los viejos, afirma el ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 1996, comprendieron que las metas en el sector educativo sólo son realistas cuando se logran conciliar los opuestos. Por ejemplo: “fidelidad a la verdad y tolerancia, competitividad y solidaridad, amor a la libertad y capacidad de compromiso, logro individual y sentido comunitario, obediencia a la ley y valor civil, rigor lógico y sensibilidad humana, justicia y misericordia, autoafirmación y desprendimiento, particularismo y universalismo”.
El ser humano educado entonces, según Latapí, “es síntesis de opuestos negociados consigo mismo, más que afirmación desmesurada de principios sacrosantos”. Por su genuino compromiso con el desarrollo de las personas más pobres, quizás pronto la Escuela Normal Rural de Tenería asuma esta postura y recuerde al estudiantado que la “la ideología pura como la ignorancia corroe y mata, y el pensamiento en constante contradicción, sana, perdura como una religiosa antítesis para existir” (Octavio Paz).
Profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro
Twitter: @flores_crespo