La propuesta gubernamental de reforma educativa mexicana (REM), es una serie de deseos y aspiraciones plagadas de contradicciones.
En primer lugar, y a partir de la definición por su propia naturaleza, toda reforma aspira a generar cambios sustantivos favorables de una instancia o fenómeno determinado inserto dentro del sistema educativo nacional (SEN). En términos estratégicos la actual reforma aspira a mejorar la calidad del servicio educativo, de esta manera se han llevado a cabo una serie de cambios importantes en la legislación educativa, se crearon nuevos organismos como es el caso de la Dirección Nacional del Servicio Profesional Docente (DNSPD), entre otros, se decidió una estrategia basada en la evaluación del desempeño docente como recurso para generar mejorar calidad en su desempeño y por último recientemente se anunciaron cambios a la gestión y organización interna de las escuelas con la finalidad de des-burocratizar su desempeño institucional.
Considero que el proceso seguido y el andamiaje construido hasta ahora, corren en un sentido muy diferente a poder brindar evidencias de una mejor calidad educativa, aquí cabría una pregunta ¿y en dónde han quedado los objetivos estratégicos de la reforma?
Si bien el asunto de la calidad educativa no es un asunto sencillo, ya que integra elementos medibles o cuantitativos ¿en cuánto hemos avanzado?, como cualitativos ¿en qué aspectos y de qué manera hemos avanzado? Y debido a una situación hasta cierto punto normal de toda reforma, el sistema educativo se encuentra tensionado; las pocas posiciones a favor que han defendido la reforma tienden a legitimar su proceso diciendo que se va por el camino correcto y, el gran cúmulo de voces en contra, manifestaciones de protesta cuestionamiento diversos argumentan que dicha propuesta no es viable para nuestro país, ni en sus contenidos y mucho menos en las formas que se han adoptado para llevarla a cabo.
El proceso de reforma vivido hasta ahora, ha dado lugar a la generación de tres grandes escenarios:
a) El proceso de reforma educativa a la mexicana se lleva a cabo por un grupo reducido de ‘técnicos’ dentro del círculo cercano de la SEP, por burócratas de la educación que conocen muy bien la dinámica de los escritorios, pero que desconocen cómo se mueve la realidad de las escuelas, de los docentes y de las necesidades del sistema.
b) La reforma va hacia adelante “tope donde tope”, no existe una disposición de auto-crítica en la cúpula de la SEP de corregir o de enmendar el camino seguido hasta ahora, a partir de la generación de un espacio que les permita reconocer errores y corregirlos. Esta prepotencia gubernamental es síntoma de fracaso.
c) No se han incluido otras voces u otras visiones y propuestas de organismos distintos a la SEP, las agencias de la sociedad civil, los grupos de intelectuales, académicos e investigadores, la masa crítica de la sociedad ha quedado relegada de la reforma.
Es por todo lo anterior, de que la reforma como paradoja se viva todos los días y la SEP le apuesta en este ejercicio inédito de ensayo–error–error, en sacar adelante a toda costa una reforma que escapa a las demandas educativas de los mexicanos.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. mipreynoso@yahoo.com.mx