El tiempo durante el cual los estudiantes están involucrados en actividades de aprendizaje es uno de los elementos de mayor influencia en la efectividad escolar. Pero la relación entre el tiempo y los aprendizajes no es lineal. Es decir, más tiempo en la escuela no llevará necesariamente a mayores aprendizajes si los periodos no se aprovechan en experiencias educativas significativas para los alumnos.
El debate sobre la influencia del tiempo en los aprendizajes no es nuevo, pero las investigaciones nacionales e internaciones recientes, han incorporado elementos más pertinentes y acertados a considerar para la toma de decisiones de política educativa. Así, hemos pasado de la idea general de que más tiempo en la escuela resulta en mejores desempeños educativos, a tener evidencia de que el potencial positivo del tiempo proviene de la forma en cómo éste se organiza y se utiliza en interacciones educativas de calidad entre maestros y alumnos.
Pero el tema de interés, o la pregunta recurrente es ¿cuánto tiempo de la jornada escolar debe dedicarse a las actividades de aprendizaje? La respuesta es sencilla e intuitiva: lo más que sea posible. Esta respuesta no pretende diluir la importancia del tiempo escolar, pero si busca situar el énfasis en donde resulta más relevante. El tiempo importa, pero importa mucho más la forma en cómo se utiliza. Se trata de impulsar políticas y prácticas que promuevan el máximo aprovechamiento del tiempo en ambientes de aprendizaje enriquecedores para todos los que participan en ella. Dicho de otro modo, las políticas educativas deberán trabajar alrededor de los aprendizajes, no del tiempo en sí mismo.
Como refiere Murnane, más recursos, incluido el tiempo, no mejorarán el logro de los estudiantes a menos que logren cambiar las experiencias educativas de los niños en la escuela. En ese mismo sentido, asumir que la flexibilidad del calendario escolar llevará a usar mejor el tiempo en el aula es una apuesta muy arriesgada. El buen uso del tiempo de aprendizaje esta mayormente asociada a la práctica docente y a la organización de las actividades de aprendizaje, que a la estructura del año escolar.
Las investigaciones recientes sobre el uso del tiempo escolar en México –en educación básica–señalan que sólo la mitad de la jornada escolar es destinada a actividades de aprendizaje de los alumnos: 52% [1] y 48%[2] Fijar una meta a alcanzar en el uso del tiempo escolar puede ser útil como parámetro deseable. A nivel internacional, los países con mayores porcentajes de tiempo dedicados a actividades de aprendizaje se ubican por encima del 70 por ciento (Alemania, Roelofs y Veenman, 2000; Estados Unidos, Smith, 1998; Marruecos y Túnez, Abadzi, 2007). En nuestro contexto, con sólo media jornada escolar utilizada en acciones de aprendizaje, lo prioritario, más que fijarnos una determinada meta, debiera ser aumentar el tiempo destinado al aprendizaje. Se trata de apoyar a los maestros para impulsar prácticas y estrategias pedagógicas que influyan positivamente en la experiencia escolar de sus alumnos, que les permita organizar los espacios y los procedimientos del trabajo escolar, y ayudarles a encontrar formas efectivas de motivar a sus alumnos.
El tema no es controlar los tiempos del maestro, sino proveer oportunidades para maximizar la experiencia escolar de profesores y alumnos en el periodo de su encuentro en la escuela.
Pero, ¿cómo apoyar una modificación en el uso del tiempo?, aquí se proponen tres actividades específicas:
- Transformar la experiencia educativa en una oportunidad de aprendizaje recíproco (maestro-alumnos y alumnos-alumnos). Promover espacios de relación tutora en donde los alumnos puedan involucrarse en interacciones entre pares y con sus maestros, a través de nuevas formas de interacción e intercambio basadas en la confianza ,el interés por aprender, y enfocadas en las necesidades y los intereses de cada estudiante.
- La observación de la práctica docente promete ser un instrumento efectivo, si se conduce con rigor, ética y profesionalismo, para generar información precisa y pertinente en la mejora de la práctica y en la formación de los docentes. Antes de incorporarla como un elemento de la evaluación del desempeño, con consecuencias en las condiciones y relaciones laborales, sin embargo, deberá desarraigarse como símbolo de fiscalización y castigo, e impulsarse como una práctica entre pares que apoya y promueve mejores experiencias pedagógicas para el maestro y los alumnos.
- En el aula: establecer procedimientos y rutinas[3] que sean conocidas por todos, de forma que los estudiantes sepan lo que se espera de ellos. Esto evitará constantes recordatorios e indicaciones de los pasos a seguir y ayudará a optimizar la administración de los tiempos y las energías de todos hacia el aprendizaje efectivo.
Modificar el uso del tiempo no es una tarea sencilla. Pero ese no debe ser el enfoque prioritario. La mirada no debe orientarse a mover un punto porcentual en el tiempo escolar. Debemos enfocarnos en maximizar y mejorar las experiencias educativas significativas de los maestros y los alumnos, pues, al hacerlo, se moverán nuestra forma de usar el tiempo en el aula y en la escuela.
Referencias
[1] World Bank (2014). Great Teachers. How to Raise Student Learning in Latin American and the Caribbean. Washington, D.C.
[2] Razo, A. (2014). Tiempo de Aprender. Un estudio sobre el uso y organización del tiempo en las escuelas mexicanas. CIDE.
[3] En México, 13.5 % del tiempo escolar se destina en acciones de gestión y organización de la clase. Es decir, un conjunto de indicaciones sobre los procedimientos y las actividades a realizar. Esto representa más de media hora de la jornada diaria en la escuela (Razo, 2014).
Doctora en Políticas Públicas, Centro de Investigación y Docencias Económicas
ana.razo@cide.edu