Por Fernando Oziel Cruz Evangelista
En julio de 2015, se llevó a cabo, por primera vez, un concurso nacional para seleccionar a las y los maestros que reunían habilidades y conocimientos para ejercer funciones de dirección en las escuelas públicas de educación básica. Esta acción me recordó a Freire: “No hay cambio sin sueño, como no hay sueño sin esperanza”. Y es que, precisamente, una esperanza se vislumbra en el horizonte de los sueños de muchos maestros, los cuales, lejos de ver este proceso como punitivo, lo ven como una oportunidad única y equitativa para desarrollarse en un entorno magisterial que de manera frecuente olvidaba el mérito profesional de nuestros docentes.
El discurso nacional habla de alcanzar el bienestar de todas y todos, y la escuela, como uno de los espacios fundamentales para el desarrollo del individuo, no puede quedar exenta de esta idea. Así, en el marco de la reforma educativa, se han emprendido esfuerzos sistémicos para que esto suceda, tales como: consolidar modalidades escolares, proporcionar materiales digitales, mejorar la infraestructura de las escuelas, poner en marcha el proceso de evaluación a los profesores y, atinadamente, establecer un proceso para la selección de quiénes tendrán la responsabilidad de implementar y coordinar estas acciones: los directores escolares.
Un director escolar resulta fundamental para el aprendizaje profesional continuo de los maestros, la mejora de las prácticas pedagógicas, la integración de las familias en la educación de sus hijos y, consecuentemente, en el ejercicio pleno del derecho a aprender de las niñas, niños y jóvenes. En ese sentido, no es extraño observar las acciones de algunos países de América Latina. En Colombia surge Rectores Líderes Transformadores, donde casi 1,200 directores escolares participan en un programa intensivo de aprendizaje y evaluación con el objetivo de mejorar sus prácticas. Chile implementa la Red Interamericana de Liderazgo Educacional, un esfuerzo internacional para generar trayectos formativos para los directores escolares. Asimismo, Argentina consolida Una Nueva Escuela, programa que tiene como núcleo la formación pedagógica y administrativa de casi 40% de los directores de primaria y secundaria en ese país.
En México, desde hace un año opera el “Diplomado Internacional en Liderazgo Educativo”, un proyecto impulsado por Mexicanos Primero en colaboración con el Instituto Tecnológico de Monterrey y la Universidad de Cambridge. El Diplomado representa una oportunidad de formación para directores de educación básica pública; a la fecha, han participado más de 600 directores de 31 estados. Aquí, los directores generan un plan de acción que promueva la docencia efectiva, el trabajo colaborativo y la práctica reflexiva, para mejorar el desarrollo integral de los alumnos. Hasta el momento, 76 maestros han sido certificados de la Universidad de Cambridge en liderazgo educativo y ya están compartiendo sus aprendizajes e implementando procesos de cambio en sus centros escolares. Esperamos que otros 350 entren al proceso de certificación este marzo.
La selección y evaluación de directores escolares con base en un proceso equitativo y meritorio está iniciando, lo cual es un logro digno de celebrar. Pero, ¿es suficiente un examen estandarizado para lograr un liderazgo efectivo en las escuelas? Todavía no se hace lo necesario para asegurar que los seleccionados tengan los elementos para “influir en las personas para que éstas potencien sus habilidades en la obtención de una meta común” (Casares, 2011). Uno de cada tres directores, por ejemplo, reportan que nunca recibieron formación directiva, y menos aún en cómo ser un líder pedagógico (TALIS, 2013).
Esfuerzos como el Diplomado representan una oportunidad de aprendizaje profesional importante, pero limitada en su escala. Es vital que el Estado defina una estrategia de formación directiva e identificar sus intereses de desarrollo acorde a las necesidades profesionales de cada director y de su comunidad escolar. Al igual que a los profesores de nuevo ingreso, a quienes se les asigna un tutor experimentado, el director escolar también debe estar acompañado en su nueva responsabilidad y su nuevo proceso de aprendizaje.
Los ciudadanos debemos sumarnos a esta exigencia de formación y colaborar con propuestas para apoyar a los líderes escolares en el proceso de fortalecimiento de la comunidad educativa. Así, protegeremos los sueños de cambio en una nueva generación de profesores líderes quienes, a su vez, serán los principales defensores del derecho a aprender desde las escuelas.
Coordinador de Liderazgo Educativo en Mexicanos Primero
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