Del 16 al 20 de noviembre se realizó el XIII Congreso Nacional de Investigación Educativa en Chihuahua, Chihuahua. Nos reunimos alrededor de tres mil investigadores, profesores de todos tipos y modalidades, estudiantes de posgrado y funcionarios de instituciones y del gobierno. Además, asistió el pleno de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.
Tuvimos conferencias magistrales, conversatorios y mesas de trabajo donde se presentaron más de mil 500 ponencias. También cinco magnos espectáculos culturales y aprovechamos el tiempo para charlar en los pasillos y el lobby por unos minutos con colegas que nos encontramos cada dos años.
Como siempre, hubo debates —algunos enconados, otros llenos de gentileza, pero debates al fin y al cabo— y aprendimos unos de otros. Hubo ponencias para todos los campos imaginables, carteles de educación y una feria del libro. Si el logro se mide en cantidades el XIII Congreso fue un éxito. Pero también lo fue porque mostró que la educación es importante más allá de la escuela. La Reforma Educativa estuvo en el centro de los debates, provocó altercados agrios.
Muchos maestros, en especial de educación básica, mostraron enojo, temores y desconfianza; mucha crítica y escaso aplauso. Tal vez fuera previsible, pues la información que fluye de las esferas oficiales es confusa, en tanto que la que brota desde grupos opositores es eficaz en sembrar inquietudes entre los maestros. Acaso por ello —aunque tal vez tuviera otra cosa más importante que hacer, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, no aceptó inaugurar el Congreso; el subsecretario de Educación Media, Rodolfo Tuirán, tampoco asistió. No hubo interlocución con este segmento; quizá el secretario hubiera percibido un panorama distinto al que le brindan sus asesores.
Digerir las enseñanzas del Congreso —de lo que pude observar— toma tiempo; incluso, todavía no acabo de poner en limpio mis notas. Pero dos estampas darán cuenta del ambiente.
El SNTE EN EL PRESÍDIUM
Nos sorprendió que en el estrado estuvieran los dirigentes de las secciones 8 y 42 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y un representante personal de Juan Díaz de la Torre, el presidente del sindicato.
Pero fue mayor la sorpresa cuando el secretario de Educación de Chihuahua, Marcelo González Tachiquín, se dirigiera a ellos antes que al representante de la SEP, a los rectores de las universidades de Chihuahua y Ciudad Juárez y a la presidenta del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, los organizadores y patrocinadores del Congreso. Aún más, se dirigió a los líderes como “mis hermanos del SNTE”.
Por charlas con maestros informados me enteré que dentro del sector de educación de Chihuahua se piensa que el secretario responde más a los cabecillas del SNTE que al gobernador; también me dijeron que el delegado del Comité Ejecutivo Nacional es el asesor principal del secretario.
El INEE BAJO FUEGO
Hay que reconocerlo. Los integrantes de la Junta de Gobierno fueron valientes, se presentaron en equipo y en exposiciones individuales para discutir el aspecto más controvertido del momento: la evaluación del desempeño docente. Fueron el blanco de todo tipo de diatribas, pero no se retiraron, aunque Gilberto Guevara Niebla no aguantó la presión y mostró su disgusto; a él le llovieron más críticas.
La sensatez, sin embargo, redujo los improperios. La Junta aceptó que la evaluación no es perfecta y que por sí misma no redunda en mejorar la calidad de la educación; que escuchaba las críticas y que hay territorio inmenso para mejorar. Pero insistieron en que la evaluación de los docentes no es punitiva ni persigue “despedir” a los maestros disidentes o a quienes no aprueben el primer examen. Desmintieron rumores y esclarecieron asuntos que a docentes e investigadores les parecen oscuros.
El enojo y el temor siguen presentes entre el magisterio.
RETAZOS
Aunque no se expresaron mensajes de intolerancia, parece que la corrección política consistía en atacar a la reforma y al gobierno.
Los encuentros en los pasillos, en charlas informales en desayunos, comidas, cenas y en festejos que organizaban grupos pequeños en algún restaurante, sirvieron para que los investigadores de la educación ratificaran lazos de amistad y, en un ambiente más relajado, continuaran con los debates.
La organización de este XIII Congreso rozó lo impecable.