La expresión reforma educativa tal vez sea una de las más usadas en la literatura internacional de educación comparada. El concepto se usa para justificar la política de algún gobierno, o para promover cambios en las escuelas con el fin de mejorar el aprendizaje de los estudiantes; lo mismo para alinearse a proyectos liderados por organismos intergubernamentales; también para explicar el empuje de comunidades que quieren apoderarse del destino de sus escuelas.
Hay movimientos de cambio que intentan abarcar un sistema educativo completo, otros se centran en alguna institución determinada. Hay reformas que impulsan la enseñanza de valores religiosos mientras otras se oponen a esos designios.
Otra característica de las reformas educativas: sus proponentes o la prensa las etiquetan con un nombre o las asocian a un asunto importante, que les otorga valor simbólico. Por ejemplo, la reforma que lanzó George W. Bush, fue conocida como No Child Left Behind (Que ningún niño se quede atrás); y Barack Obama bautizó a su proyecto como Race to the Top (Carrera hacia la cima). La reforma que aligeró la carga de los estudiantes en Japón se denominó Yutori Kyõiku (Educación relajada); y la reforma impulsada en Turquía a partir de 2012 se conoce como la 4+4+4.
El concepto es sujeto de disputas. Los procuradores del proyecto neoliberal de reforma hablan de privatización, desregulación y cargan a la escuela y a los maestros con la misión de preparar a la fuerza laboral que demandan el desarrollo económico y la competencia global. Si las escuelas públicas no cumplen con esta encomienda, entonces —advierten— se deben transferir al sector privado para su buena marcha, incluyendo el financiamiento público. Bajo ese manto surgieron las escuelas chárter, en la Unión americana. Otro rasgo del modelo neoliberal es la obsesión por las pruebas estandarizadas. El Estudio internacional de tendencias en matemáticas y ciencias (TIMSS), primero y PISA después, devinieron en los estandartes de una reforma global.
En el otro lado del espectro político e ideológico se encuentran los proponentes de un modelo de reforma educativa democrática. Éstos ponen el énfasis en aspectos cognoscitivos y afectivos que la escuela debe reproducir: creatividad, pensamiento divergente, originalidad, cultura y arte, así como realzar el valor de la persona humana y el ejercicio ciudadano; además, enseñar a respetar y promover los derechos humanos.
Entre esos extremos hay conceptos de cambio que buscan una administración más eficaz, acrecentar la matrícula, incrementar los recursos materiales y logísticos, hacer un mejor uso del gasto, corregir los indicadores de eficiencia, incorporar a los padres de familia y a la sociedad en el devenir de las escuelas. Asimismo, una infinidad de enfoques pedagógicos aspiran a conducir la enseñanza de una mejor manera y a centrar el quehacer educativo en el aprendizaje de los estudiantes. A todas se les denomina reforma educativa.
Es un concepto que se presta para analizar (y proponer) innovaciones en la estructura general de un sistema. También puede ser un artefacto que permita: 1) debatir si los discursos de cambio surgen del poder y se diseminan por el sistema o si brotan de movimientos de base o de agrupaciones específicas; 2) examinar los motivos que mueven a los reformistas de todo tipo; 3) indagar sobre la procedencia de las ideas rectoras de la reforma; y, 4) rastrear qué tipo de expresión pedagógica se ofrece para que las propuestas de mejora lleguen a las escuelas y los maestros las acojan con sinceridad.
Un proyecto de reforma educativa concreto, como el que impulsa el gobierno de Enrique Peña Nieto no se puede explicar con consignas enclaustradas en unas cuantas frases. Su análisis demanda definición de conceptos, seguimiento de los cambios que hay entre la propuesta del proyecto y su ejecución, sin descuidar el papel de los actores principales —tanto políticos como sociales— del acto educativo.
Me embarqué en esta aventura y comencé escribir un libro sobre esta reforma. Por una parte pienso situar su papel en el ámbito global y, por otra parte, compararla con los proyectos que impulsaron los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y de Felipe Calderón, en asociación con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Trataré de responder a una pregunta crucial: ¿Qué reforma la Reforma Educativa? Espero concluir la tarea a mediados del año que viene.