En la universidad contemporánea la proporción de mujeres estudiantes se iguala, con frecuencia supera, al contingente varonil. Gradualmente también se ha conseguido una mayor equiparación de la representación femenina en la planta académica universitaria. En cambio, el acceso a cargos directivos, en particular a las posiciones de mayor autoridad en estas instituciones, es aún bastante limitado.
En Europa se estima que el porcentaje de mujeres rectoras alcanza entre el diez y el quince por ciento del total. En España, por ejemplo, únicamente once de las casi ochenta universidades de ese país, contando públicas y privadas, son dirigidas por mujeres. Uno de los países en que se han dado los mayores avances en este renglón es Estados Unidos, en donde, se estima, aproximadamente una cuarta parte de las más de dos mil quinientas instituciones universitarias son gobernadas por académicas (Lucy Lapovsky, “Why so few women college presidents?” Forbes, 13 de abril 2014).
En Wikipedia se ofrece una lista parcial de mujeres que han dirigido o dirigen alguna de las universidades estadounidenses de mayor renombre. Aparece en primer lugar, en orden de antigüedad, la historiadora Hanna Holborn Gray, quien fue rectora de la Universidad de Chicago durante quince años (1978-1983). Destaca asimismo la figura de Donna Shalala, afroamericana, politóloga y rectora de la Universidad de Wisconsin-Madison de 1988 a 1993, secretaria de Salud durante la presidencia de Bill Clinton (1993 a 2001) y presidenta de la Universidad de Miami-Florida de 2001 a 2015. Esta universidad, dicho sea de refilón, designó en su reemplazo a nuestro compatriota Julio Frenk Mora.
También historiadora, Catharine Drew Gilpin Faust, fue electa en 2007 como presidenta de la universidad de Harvard. Al darse a conocer el nombramiento declaró al Boston Globe: “I’m not the woman president of Harvard, I’m the president of Harvard” (11 de febrero 2007, nota de Jesse Harlan Alderman). La selección de una mujer para encabezar la universidad más poderosa del planeta tuvo, desde luego, repercusión mundial, y hasta cierto punto contribuyó a la erosión del “techo de cristal” que suele representar la barrera de entrada de mujeres a los cargos de poder político y académico.
Otros ejemplos: Nannerl O. Keohane, Universidad de Duke (1993-2004); Mary Sue Coleman, Universidad de Iowa (1995-2002) y de la Universidad de Michigan (2002-2014); Shirley M. Tilghman, Universidad de Princeton (2001-2013); Susan Hockfield, Instituto Tecnológico de Massachusetts (2004-2012); Lou Anna Simon, Universidad del Estado de Michigan (2005 a la fecha) y Amy Gutmann, Universidad de Pennsylvania (desde 2004). Las instituciones mencionadas se encuentran, en su gran mayoría, clasificadas en las primeras cien posiciones de los rankings internacionales o estadounidenses.
En México el panorama es más bien pobre. Hemos tenido contadas rectoras en las universidades públicas. Un repaso: Leticia Eugenia Mendoza Toro, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (1996-2000); Silvia Álvarez Bruneliere, rectora interina de la Universidad de Guanajuato durante un semestre de 1999; Dolores Cabrera Muñoz, Autónoma de Querétaro (2000-2006); Candita Victoria Gil Jiménez, Juárez Autónoma de Tabasco (2004-2012). De la Autónoma de Campeche dos rectoras: Enna Alicia Sandoval Castellanos (2003-2007) y Adriana del Pilar Ortiz Lanz (2007-2015). Por último, María Esther Orozco Orozco, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (2010-2013). A la lista cabe agregar los nombres de Yoloxóchitl Bustamante Díez, directora general del Politécnico Nacional de 2009 a 2014, y Sylvia Ortega Salazar, rectora de la Universidad Pedagógica Nacional de 2007 a 2013. En el presente Sara Deifilia Ladrón de Guevara González, de la Universidad Veracruzana, electa en 2013, y Elina Elfi Coral Castilla, rectora en funciones de la Universidad de Quintana Roo. Son muy pocas.
La enumeración podría ampliarse si se consideran a las universidades privadas, la públicas tecnológicas y politécnicas y las públicas estatales de apoyo solidario. También si incluyéramos los casos de directoras de centros públicos de investigación e instituciones afines. Del último grupo cabe mencionar, por su relevancia pública, el reciente nombramiento de Silvia Elena Giorguli Saucedo, designada al cargo de presidenta de El Colegio de México.
En tal contexto ¿qué posibilidades tienen las candidatas al puesto de rector de la UNAM en la contienda para dirigir la principal universidad del país? La lista de dieciséis aspirantes al cargo incluye cuatro mujeres: María Leoba Castañeda Rivas; Suemi Rodríguez Romo; Rosaura Ruiz Gutiérrez; Gloria Villegas Moreno, en orden alfabético. Del grupo destaca la figura de Rosaura Ruiz, sin discusión la mejor candidata si la Junta de Gobierno atiende a criterios tales como la experiencia directiva, el conocimiento de la UNAM en sus distintas funciones y niveles, el reconocimiento académico, y el proyecto sometido a la consideración del cuerpo colegiado. En mi opinión es la mejor candidata, de lejos.
Otro asunto es si el perfil de Ruiz Gutiérrez alcanza para competir y ganar en la recta final de la contienda, que promete ser apretada. Ya circulan en medios ataques y “precauciones” sobre el perfil progresista de la candidata, lo que puede ser más bien interpretado como señal de la fortaleza de su candidatura. ¿Dará la Junta de Gobierno de la UNAM un mensaje de que las cosas están cambiando en la institución?