Hace unas semanas, en un seminario sobre política educativa en la sede de Aguascalientes del Centro de Investigación y Docencia Económicas, uno de los participantes —alto funcionario del Instituto de Educación de Aguascalientes en varias ocasiones— comentó que cada seis años tenemos secretarios de Educación Pública que quieren inventar el mundo. Y antes de que canten los gallos empiezan a desmantelar lo que sus predecesores hicieron o propusieron.
Parece que esta vez no tendremos que esperar al final del sexenio para observar cómo se desmontan ciertos rasgos de la política que impulsó el gobierno en su primera mitad, al tiempo que se les dice adiós a los cuadros que reclutó el exsecretario Emilio Chuayffet. ¡Volver a empezar!
No sé qué tipo de evaluación realizó el secretario Nuño para posponer —que puede ser para siempre— la presentación del nuevo modelo educativo para su discusión nacional. Se suponía que se contaría con un año para que docentes, investigadores, periodistas y asociaciones civiles debatieran sobre la propuesta e hicieran sugerencias sobre cómo mejorar. Para estas fechas de 2016, dos años antes del final del gobierno del presidente Peña Nieto se contaría con documentos base que, en el plano ideal, contendrían un proyecto de largo plazo; aunque sabemos que en México el largo plazo no va más allá de un sexenio.
En realidad no entiendo por qué el secretario Nuño echó en saco roto un trabajo de años que incluyó consultas serias a maestros y otros actores del sector educativo. Decía Maquiavelo que un gobernante sagaz se apropia de las buenas ideas para gobernar, así provengan de sus enemigos.
Tal vez hubiera sido más eficaz seguir con la discusión pública y a lo largo de los meses imponer el sello del secretario sin renegar del pasado inmediato que, además, es del mismo gobierno. Mas parece que el secretario desea inventar una política educativa virgen, sin pasado.
Para ello se rodea de un equipo nuevo. Entiendo que un jefe quiere que lo acompañen personas de su confianza, mas parece que el anuncio de cambios de personal del domingo pasado es la puesta en marcha de una barredora. Cada nuevo funcionario atraerá a gente de su confianza o le tomará tiempo evaluar el desempeño de directores generales y otros funcionarios. Vendrán más mudanzas en los mandos medios.
Atención: no arguyo que los cuadros que recién arriban al mando de la SEP sean incompetentes; los hay con experiencia previa en el sector y ejercicio gubernativo, como Otto Granados Roldán, pero hay otros que son novatos.
El sistema educativo mexicano es una institución pesada, con normas, reglas y rutinas estables que lo hacen difícil de mover. Esa es una de las razones por las que reformas de otros gobiernos fracasaron. A los nuevos funcionarios les tomará tiempo aprender el trabajo básico del sistema, comprender las prácticas burocráticas y es casi seguro que se dejarán llevar por la inercia, pero con la retórica de una reforma que reforme a la Reforma Educativa.
Quisiera equivocarme, mas mi pesimismo se basa en la experiencia histórica. Mucha actividad y discursos, presencia en los medios y realización de ceremonias van en detrimento del trabajo serio, de la toma de decisiones racionales y apropiadas a las demandas de una reforma de a de veras.
Es una vuelta de página muy rápida, sin tiempo de asimilar la lectura. La SEP es un libro muy grueso y de prosa densa, cargada de simbolismos, operaciones peculiares y tradiciones tribales. Es un monstruo que se ha comido a políticos inteligentes, aunque también ha favorecido a los audaces.
Me temo que los cambios que pregona el secretario Nuño se queden en la superficie, no tendrán la contundencia necesaria para llegar al fondo: el aprendizaje de los alumnos, la superación de los docentes y la participación decidida de los padres de familia. No tiene el tiempo necesario para ello y pienso que tampoco una estrategia consecuente, aunque acaso le sobren ganas.
En el mejor de los casos visitará otras 40 escuelas donde escuchará denuncias que quizá no podrá resolver.
RETAZOS
No hay noticia sobre quién va a sustituir a Efrén Rojas Dávila en la subsecretaría de Educación Superior. Varios exrectores de universidades públicas se muerden las uñas.
Rodolfo Tuirán saltó de la academia a la administración pública. Lleva tres sexenios como subsecretario, en la Sedesol y la SEP. Él es el único subsecretario que ratificó el secretario Nuño. Algo estará haciendo bien.