El presidente de la República y el secretario de Educación se han mantenido firmes en su posición inicial; en contraparte, la CNTE ha hecho lo propio, y cada cual ha exhibido sus razones, argumentaciones y acciones, existiendo un mar de diferencias entre ambos.
Las dos partes obviaron las razones y argumentaciones comenzaron por las acciones. El gobierno inició con la detención de Elba Esther Gordillo que se oponía al tema de la “permanencia”, continuó con la “tranquilización” del SNTE, y siguió con la aprobación de las tres leyes prescritas para sustentar la reforma educativa. Hasta aquí ¡La Reforma Educativa, Va!
En el lado opuesto está la CNTE, que de alguna manera no objetó las reformas constitucionales ni la ley del INEE, pero centró sus acciones en el rechazo a los artículos de la Ley del Servicio Profesional Docente que consideró atentatorios a su permanencia, derivada de una evaluación que suponen, sería homogénea y por ello inaplicable a la diversidad que conforma al magisterio nacional.
Durante el proceso, los maestros de la CNTE fueron alentados por las instancias oficiales para que realizaran foros en los que analizaran los ejes principales de la reforma educativa y allegaran sus propuestas a los legisladores para que las consideraran en el proceso que se sigue en estos casos. Los maestros de la CNTE consideran que sus propuestas no fueron tomadas en cuenta y arreciaron sus expresiones de rechazo, tildando la reforma educativa de ser una reforma laboral, y recurrieron a las marchas y bloqueos en avenidas, el perímetro de Gobernación, el aeropuerto, las dos televisoras, y el propio Congreso de la Unión.
El punto más álgido de este rechazo, numéricamente calculado, ocurrió el miércoles 4 de este mes, en el que participaron, según las cifras más conservadoras 70 mil manifestantes y según los más optimistas, 600 mil; la cantidad pudiera quedar en un punto medio de 300 mil. Pero a esto agregue que en el DF no sólo marcharon los maestros de las secciones 9, 10 y 11, sino también delegaciones de Oaxaca, Valle de México, Michoacán, Chiapas, Guerrero, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Veracruz, Puebla, Zacatecas y Tlaxcala, y que en el resto del territorio marcharon poblaciones de Veracruz, Chiapas, Quintana Roo, Campeche, Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Jalisco, Morelia, Nuevo León, Coahuila, Colima, Yucatán, Puebla, Sonora y Sinaloa. Hecha la suma, tenemos elementos para pensar que casi 50 por ciento del magisterio participa en algo que puede ser el caldo de cultivo de un estallido social que no deseamos.
En este asunto, unos piensan que el gobierno del DF no ha hecho la tarea; otros van más allá y claman porque el gobierno federal use la fuerza militar y saque a la CNTE del DF; otros, desgraciadamente los menos, opinamos que el tema debe atenderse por la vía pacífica y con instrumentos inteligentes proveídos por la democracia.
La historia reciente de México nos ha dejado lecciones muy dolorosas del empleo de acciones represivas que llevan siempre una deleznable cuota de sangre y muerte, retrasan el avance hacia esta utopía llamada democracia, hunden al país en conflictos tremendos de los que no se recupera nunca como la división y el odio entre hermanos.
El asunto es de primera importancia y bien merece un momento de reflexión y un ejercicio dialógico. Una salida política, es razonablemente bienvenida, pero no es la solución, porque es precisamente la causa, el origen: la educación vista como un espacio para hacer política, es lo que nos tiene donde estamos. Una salida represiva, sería totalmente inapropiada.
El asunto se ha complicado de tal manera, que sería irresponsable pensar en una salida fácil, pero me queda claro que ni la represión ni concesiones gratuitas solucionarán de fondo el problema. No olvidemos que la educación es un derecho humano no negociable, no enajenable, imprescriptible e irrenunciable.
Si vemos solamente por la rendija de las marchas, la evaluación, el costo monetario, los días de clase perdidos, tendremos visiones fragmentadas, pero no la solución.
El tema es de todos, nos “toca” no digamos “… Primero vinieron por los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron a por los judíos, y yo no hablé porque no era judío….”