Liébano Sáenz
Para que las reformas se concreten se requiere mucho más que una estrategia bien diseñada y operada. De alguna manera se trata de administrar dos sentimientos encontrados: la impaciencia de algunos y el temor virulento de otros.
Las resistencias, abiertas o encubiertas, son el supuesto necesario; también, los eventos supervinientes. Los cambios propician encuentros y desencuentros, muchos de ellos impredecibles o inexplicables. Lo importante es que el país ha dado pasos hacia la ruta correcta. Es una aportación del presidente Peña Nieto, de su equipo, de las dirigencias de PAN, PRI y PRD, y particularmente de los liderazgos parlamentarios. Hasta hoy todos han hecho su parte y, en el contexto de la pluralidad democrática, a nadie deben sorprender las diferencias en ciertos temas de la agenda. Tampoco debe extrañar que parte de los afectados por los cambios levante su voz y, en algunos casos, como en el de la CNTE, lleve a cabo acciones que alteran la tranquilidad y la normalidad de la de por sí complicada Ciudad de México.
Haber pospuesto la aprobación de la Ley del Servicio Profesional Docente no fue correcto. Se entiende que el PRD haya hecho la propuesta en el seno del Pacto por México, y hasta allí, bien; sin embargo, el hecho de que esto ocurriera en medio de las movilizaciones de la CNTE que obligaron al cambio de sedes de las cámaras federales, significó que la posposición fuera interpretada como concesión a los beligerantes. Afortunadamente, el Congreso entendió la necesidad de una pronta y contundente corrección. Así, las mayorías en ambas cámaras procedieron a la aprobación, y con ello se hizo patente, no solo la vigencia del Pacto por México, sino la determinación de los poderes públicos de no ceder ante el chantaje y la presión ilegítima.
Hay alianzas explicables, no por ser buenas o malas, sino por sus afinidades. Por ejemplo, que el movimiento de resistencia de AMLO se vincule y asocie a la CNTE es entendible y hasta natural, los relaciona su conservadurismo. No lo es con el PRD. La CNTE daña al gobierno de Mancera y al gobernador de Oaxaca.
En política, el radicalismo y la resistencia a los cambios pueden hacer converger dos movimientos distintos, pero es preciso analizar costos: el cimiento moral que predica el líder de Morena se colapsa con las prácticas de chantaje y corrupción claramente exhibidas por el movimiento magisterial de Oaxaca y documentadas por la opinión pública. Es evidente, al menos en este caso, pueden más lo odios que los amores.
Poco comprensibles resultan las divisiones del PRD en las cámaras en momentos críticos para el Pacto y, sobre todo, para el país, con respecto a la aprobación de la Ley del Servicio Profesional Docente. Menos aún se entiende que la fracción perredista en el Senado haya rechazado lo que la Cámara baja ya había aprobado. Posponer en el extraordinario la votación de dicha ley fue una costosísima concesión al PRD; y de poco sirvió, ya que el voto de la mayoría de los legisladores de ese partido en el periodo ordinario fue en sentido negativo. Los partidos deben entender que los acuerdos comprometen y que la disciplina partidaria es rasgo central de la democracia moderna. Las diferencias pueden entenderse, no así la imposición de los reventadores ni el quebranto que causan a las dirigencias de los partidos.
También se dan alianzas que representan un desafío a la razón. Carlos Loret, en su colaboración del pasado jueves en El Universal, revela que la aprobación de la Ley del Servicio Profesional Docente, estuvo a punto de quedar comprometida en la votación en lo particular debido a la postura de los senadores vinculados al ex presidente Calderón, quienes demandaban una actitud más dura y firme en materia de evaluación a maestros, y que sorprendentemente encontraron el respaldo de… ¡los senadores perredistas! Sí, los mismos que previamente mantuvieron la posición opuesta. En otras palabras, los senadores vinculados al gobierno que entregó la educación al interés gremial, votaron contra la propuesta que rescata al Estado en la política educativa, argumentando que las modificaciones no tuvieron los alcances debidos. Por su parte, los senadores asociados a los gobiernos que resultan más afectados por los grupos radicales, apoyaron la causa de su propia desgracia. Ambos grupos de senadores, con posturas encontradas, votaron en el mismo sentido, movidos por el único propósito compartido de reventar la reforma educativa. Kafka de paseo por el Senado mexicano.
Las reformas son fundamentales para el futuro del país. Previsiblemente, quienes desde la derecha o la izquierda se oponen a ellas habrían propuesto algo muy semejante a lo concretado en el Pacto por México si estuvieran en el poder. Lo relevante es que la pluralidad del país ha construido una masa crítica reformadora capaz de hacer realidad los cambios. Es un proceso complicado, difícil y, por momentos, incierto, pero la convicción de que es lo mejor para México es la que debe mover voluntades, generar acuerdos y superar las inevitables y naturales resistencias.
Las movilizaciones de la CNTE se han convertido en actos de provocación y han rebasado los límites de lo aceptable en un país que reconoce el derecho público a la protesta social. Es tan cobarde como innoble que maestros preocupados por su estabilidad laboral sean utilizados por líderes que solo buscan ampliar privilegios fuera de toda proporción. Oaxaca ha padecido este mal desde hace décadas. La impunidad ha sido caldo de cultivo para estas expresiones de evidente descomposición política y gremial. El mandatario de Oaxaca, Gabino Cué, debe imponer las obligadas y anheladas medidas disciplinarias, y es seguro que para ello tendría todo el respaldo de la Federación. La más sencilla y justa sanción es aplicar el no pago al no trabajo; esto es más eficaz que un tolete, un cañón de agua o un proyectil de gas lacrimógeno.
Insisto, la democracia es didáctica social. La inteligencia y la prudencia no siempre van de la mano de la popularidad. El jefe de Gobierno del DF asume un costo por la decisión de privilegiar el diálogo. En ese camino no anda solo y, a la larga, se apreciará su razón. Lo fundamental es no comprometer el entorno que propicie la realización de las reformas, como venturosamente parece estar ocurriendo.
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Publicado en Milenio