El lunes de esta semana reiniciaron clases los alumnos de primaria y secundaria del país. Siete días antes, retomaron sus actividades laborales los docentes y los directivos escolares para participar en los Consejos Técnicos Escolares de sus respectivos planteles. Entre el ciclo escolar pasado y el que recién inicia, los alumnos de educación básica y normal tuvieron 40 días naturales de vacaciones de verano. Por su parte, los docentes y el personal directivo disfrutaron de 33 días de asueto veraniego. Cuatro días menos, en el caso de los alumnos y alrededor de 11 días menos en el caso de docentes y directivos, en relación a lo que ocurría antes del ciclo escolar 2013-14.
La reducción del período vacacional de verano es el resultado de los ajustes introducidos por la SEP en el calendario escolar para el ciclo 2013-14. Tales ajustes involucraron el aumento de días laborables para el personal docente y directivo, y alargaron la duración del calendario escolar con el fin de garantizar los 200 días efectivos de clases que marca la Ley General de Educación desde principios de los 90, pero que no se cumplían a cabalidad por suspensiones relacionadas con actividades de formación docente, entre otras.
Pudiera sonar bien, en teoría, recortar vacaciones e incrementar los días de clase. El problema es que, al igual que como ocurre con otros recursos invertidos en la educación, aumentar tiempo escolar no necesariamente redunda en mejores aprendizajes. Básicamente, pues, a partir de un cierto umbral, lo que más parece influir en la calidad de los aprendizajes no es la cantidad de tiempo adicional en las aulas, sino el tipo de actividades a las que se dedica ese recurso.
Así lo sugiere, clarísimamente, el análisis de la relación estadística entre puntajes de matemáticas en la prueba PISA 2012 y el tiempo de instrucción obligatoria en secundaria en el conjunto de los países y regiones que participaron en esa evaluación. Un primer resultado de dicho análisis es que no parece existir prácticamente ninguna relación entre el número de días de clase obligatorios en secundaria en un país y los resultados de sus alumnos en PISA matemáticas. Así, por ejemplo, países con el mismo número (alto) de días de enseñanza obligatoria (200) presentan puntajes muy diferentes en matemáticas: 413 puntos en promedio en el caso de México y 536, o casi un grado escolar y medio más, en el caso de Japón.
Otro resultado interesante de este análisis es la relación ligeramente negativa que se observa entre las horas de instrucción promedio en secundaria y los puntajes en PISA matemáticas 2012. Dicho de otra manera, a más horas promedio de clases en secundaria, los resultados de los alumnos en PISA matemáticas tienden a ser un poquito menores. Consistente con ello es que México, con el mayor número de horas de instrucción promedio en secundaria de todos los países PISA, presente muy bajos resultados en esa prueba.
Dada la nula o incluso negativa correlación entre cantidad de tiempo de instrucción y aprendizajes efectivos, urge saber más sobre en qué se usa el tiempo en el aula, pues pareciera que es ahí donde pudiéramos encontrar claves fundamentales para mejorar nuestra calidad educativa. Por fortuna, en años recientes ha empezado a producirse una investigación sistemática sobre el uso del tiempo escolar en México. Destaca, al respecto, un estudio del Banco Mundial sobre ese tema en la educación primaria, así como el trabajo de Ana Razo, investigadora del área de política educativa del CIDE, tanto para primaria –el primero en su tipo– como para media superior.
En el caso de media superior, Razo encontró que los docentes dedican, en promedio, 71 por ciento del tiempo en el aula a actividades de aprendizaje, en particular: impartición de clase en formato tradicional, así como supervisión de trabajos y aplicación de exámenes. Su análisis encontró también, sin embargo, que sólo 50 por ciento del tiempo en clase involucra recíprocamente a docentes y alumnos en actividades de enseñanza-aprendizaje compartidas y que durante 30 por ciento del tiempo de clase, los estudiantes parecen “desconectados”.
Es de celebrar que comience a producirse investigación rigurosa sobre el uso del tiempo escolar en México y que la SEP muestre interés creciente sobre ese asunto, pues en este tipo de conocimiento detallado sobre lo que ocurre en las aulas descansa la posibilidad de mejorar aprendizajes. Mucho más, desde luego, que en simplemente aumentar los días y horas de clase (aunque esto último sea más fácil y más rápido).
Twitter:@BlancaHerediaR