Roberto Zamarripa
La movilización magisterial del 2013 es un movimiento político y social. Corresponde a la época… y a la crisis de la época. No estamos ante una punta de provocadores o de una recua de flojos.
Provenientes de los estados más pobres, gobernados por los más corruptos, de las zonas de violencia al descampado, de violaciones a derechos humanos, de fosas con desaparecidos, de impunidades campeantes. Las regiones de la siembra de la droga, de los procesamientos de los productos ilegales, del tráfico de personas, de drogas, de recursos naturales. Regiones sin ley, regiones sin mando, regiones sin gobierno.
Ahí los maestros quedan en primera línea ya sea como responsables de un tímido intento de cohesión social siendo líderes naturales de las comunidades; o bien como jefes de policías alternas (muchos de los responsables de las autodefensas o policías comunitarias son maestros de profesión); o bien, en la ilegalidad. La Tuta, el jefe de Los Templarios, tiene plaza magisterial.
Es el mosaico del país. La urgencia de necesidades. La Ley de Servicio Profesional Docente (LSPD) puso en el centro un tema laboral como nudo educativo. Tocó la fibra sensible en un sector depauperizado, desesperanzado, atrapado. Y no se trata de los dirigentes de la CNTE, algunos de los cuales se preocupan más por canonjías, posiciones de poder y controles de las secretarías de Educación en las entidades donde tienen mano para ello.
Se trata del maestro de base, el del aula, quien día a día comparece con el desastre.
La CNTE, surgida en 1979, convirtió sus métodos de lucha y poder en las circunstancias que criticaban. Se apoderaron de las secciones para negociar plazas sin requisitos de calidad; tomaron secretarías de Estado en la búsqueda de recursos y no del impulso transformador de la educación. La corrupción de sus líderes fue la divisa: entre más radical más corrupto.
La realidad del maestro de aula empeoró. Por el empobrecimiento en el país (¿cuántos maestros de escuela pública engrosan las filas de los 53 millones de pobres?), por la devaluación de su tarea, por el sometimiento a los cacicazgos sindicales, por el golpeteo incesante a su función social.
Los maestros son desafiados en las aulas por alumnos con mayores insumos culturales. Gadget mata guía de la SEP. Bullying destroza clases de educación cívica. El maestro dejó de ser líder y se convirtió en lastre. Recibe estudiantes de familias en conflicto y de comunidades en pobreza y violencia. Antaño el escalafón, incluso el negociado bajo las condiciones antidemocráticas del yugo del SNTE (o la CNTE) significaba una esperanza de escala social. Soñar con ser maestro, para jóvenes de comunidades pobres, era la posibilidad de un empleo seguro. Ahora, es la incertidumbre.
El SNTE corrompió el escalafón y mutiló las posibilidades de desarrollo pedagógico y cultural del maestro. La CNTE abandonó un proyecto educativo propio y colocó en el precipicio la batalla magisterial.
Ahora han brincado las amarras sueltas tras la detención de Elba Esther Gordillo. Maestros de secciones estatales no afiliadas a la CNTE, sino a las corrientes institucionales del SNTE, han empezado a ver los faltantes en sus recibos de pago. Cuotas de Fovissste o impuestos jineteados por sus dirigentes y sus gobernantes. Los maestros pierden ingresos pero no saben dónde pararon las millonadas de sus cuotas para vivienda. Están en bolsas que gobernadores pactaron con Gordillo en sus épocas de esplendor.
Apenas surge el nuevo conflicto y no de maestros radicales. Pronto no habrá distinciones ni filias. Convergerán en reclamos los maestros de aula, de cualquier signo, si no hay esfuerzos por resarcir necesidades y rezagos.
Lo visto en estas semanas en la Ciudad de México es apenas un bosquejo, un trazo del desencanto y del atraso. Sus movilizaciones alertan. Lo de los maestros es hondo y toca la esencia del país.
En medio de tensiones, se han logrado acuerdos políticos y legislativos. Son los acuerdos posibles, quizás no los necesarios; logrados sin que prenda una espiral de violencia, mucho menos la del Estado sobre los movilizados.
Más vale canalizar el descontento magisterial. El país no puede darse el lujo de pisotear a los maestros. Valen. Y mucho.