Hace unos pocos días, MILENIO publicó una nota de David Monroy que hablaba del logro no menor de Victorina Jaime Nieto. Victorina, de origen morelense, se convirtió en la “mujer más longeva en la historia de la entidad en culminar su educación secundaria a la edad de 93 años”. La señora Jaime Nieto vive en una casa-hogar de Cuernavaca y gracias al sistema semi abierto del Instituto Estatal para la Educación de los Adultos pudo concluir sus estudios a nivel básico (INEEA). ¿Qué motiva a una mujer de edad avanzada a seguirse preparando académicamente cuando sabemos que por el otro lado y por desgracia, hay jóvenes que por diferentes razones abandonan sus estudios? ¿Le ayudarán a Victorina los conocimientos recibidos por el INEEA para enfrentar los problemas de la vejez? ¿Está el Sistema Educativo preparado para responder a las necesidades particulares de los adultos mayores, las cuales cada vez serán más?
De acuerdo con el Programa Nacional de Población 2014-2018, “el envejecimiento es uno de los rasgos más prominentes del cambio demográfico actual”. En 2013 la población de adultos de 60 años o más fue de 11.3 millones de personas “y se estima que aumentará a 32.4 millones en 2050”, lo que representará una quinta parte de la población de nuestro país (21 por ciento).
¿Cómo nos habremos formado esos millones de viejitos? ¿Podremos, con la educación, saber afrontar mejor la enfermedad, soledad y melanconía que nuestra generación previa? El Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam) señala que, en 2012, del total de adultos mayores de nuestro país, 60 por ciento tenía educación básica, cinco por ciento poseía estudios a nivel bachillerato y solo ocho de cada cien personas de este segmento de la población contaba con un nivel superior de estudios. En contraste, según el Inapam, 27 por ciento de los adultos mayores no tenía escolaridad. ¿Hubieran sido estos adultos más felices si hubieran ido a la escuela o a la universidad? O es que ante la vejez, la educación no es capaz de ofrecer una esperanza clara ni un sentido de un mejor futuro.
Recuerdo el terrible pesimismo con que una abuela con baja escolaridad le escribe a su nieta lo siguiente en la novela Donde el corazón te lleve de la triestina Susanna Tamaro: “Los pensamientos de un viejo no tienen futuro, por lo general son tristes y si no tristes, melancólicos”. En este mismo tenor, la abuela asienta: “[l]a idea del destino es un pensamiento que llega con la edad”. En la juventud, prosigue, se piensa que todo lo que sucede es “fruto de la propia voluntad”. Pese a esta visión, la sabiduría que dan los años y la experiencia le permite ofrecerle una lección a su nieta: “Y cuando frente a ti se abran muchos caminos y no sepas cuál tomar, no elijas al azar, siéntate y espera. Respira con la profundidad confiada con que respiraste el día en que viniste al mundo sin dejarte distraer por nada, espera y vuelve a esperar. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Cuando te hable, levántate y marcha hacia donde él te lleve”.
Pero volvamos al tema de la política pública sobre la vejez. En México, tenemos la fortuna de tener al Inapam, el cual es un organismo público cuya misión es desarrollar la “política nacional a favor de las personas adultas mayores”. Esto quiere decir trabajar por tratar de brindarle a este importante segmento de la población, mayores posibilidades de “empleo u ocupación, retribuciones justas, asistencia y las oportunidades necesarias para alcanzar niveles de bienestar y alta calidad de vida”. La oferta académica del Inapam va desde cursos de “adiestramiento” —éste es el desafortunado término que utiliza— hasta acciones enmarcadas en el Programa de Educación para la Salud, las cuales están orientadas a la prevención, cuidado de la salud y mejoramiento de las condiciones de vida a través de cursos, talleres y pláticas.
Los cursos que se ofrecen el Inapam incluyen temáticas como: plan de vida futura, autocuidado, nutrición y sexualidad del adulto mayor. Sobre el tema de la salud y la sexualidad durante la vejez, recuerdo con gran simpatía el poema, Pensándolo Bien, de Jaime Sabines que vale la pena citarlo en extenso.
Me dicen que debo hacer ejercicio para adelgazar,
que alrededor de los cincuenta son muy peligrosos la grasa y el cigarro,
que hay que conservar la figura
y dar la batalla al tiempo, a la vejez.
Expertos bien intencionados y médicos amigos
me recomiendan dietas y sistemas
para prolongar la vida unos años más.
Lo agradezco de todo corazón, pero me río
de tan vanas recetas y tan escaso afán.
(La muerte también ríe de todas esas cosas)
La única recomendación que considero seriamente
es la de buscar mujer joven para la cama;
porque a estas alturas, la juventud,
solo puede llegarnos por contagio.
Éste es el genio de Sabines que va en contra de cualquier noción del “adiestramiento” de la persona adulta. Pero el Inapam también hace muchas cosas buenas y una de ellas es ofrecer información sobre las entidades federativas con la mayor proporción de adultos mayores. En primer lugar está el Distrito Federal con 11.3 por ciento de la población y le siguen Oaxaca y Veracruz con 10 por ciento cada una. En el DF también se ubica la Universidad de la Tercera Edad, de la cual poco nos hemos ocupado los investigadores y analistas educativos.
La vejez es una etapa difícil de la vida que demanda una idea educativa mucho más profunda y compleja que “adiestrar” o el mero hecho de saber leer o escribir. Aún estamos a tiempo de ampliar la mirada y cultivar en las personas que pronto seremos viejas las habilidades y el conocimiento para enfrentar la problemática de la existencia humana.
Postcríptum: Agradezco a Juan Carlos Corral, estudiante de la UAQ, su ayuda para escribir este texto.