El sistema Nacional de Investigadores (SNI) fue un programa que creó el Conacyt hace 30 años con el fin de rescatar a los científicos e investigadores más brillantes de la crisis económica de los 80. La idea básica era evitar la fuga de cerebros y la pauperización académica considerando que el sistema de educación superior (la mayoría público) concentraba la mayor cantidad de actividades científicas.
La historia de esos primeros años el lector la puede encontrar en uno de los pocos libros que juntan a sus principales fundadores (Jorge Flores, Salvador Malo, entre otros). El libro se llama, Una reflexión sobre el Sistema Nacional de investigadores a 20 años de su creación. Pero del momento de creación del SNI al presente pocas cosas han permanecido y varias cosas han cambiado en el programa y los individuos que pertenecen a él.
De las cosas que permanecen del SNI podemos mencionar sus reglas de operación y diferenciación. El SNI originalmente fijó como reglas de operación cinco categorías para ubicar a los investigadores y científicos: candidato a investigador, investigador nivel I, II y III. Actualmente esta estructura o principio clasificatorio y de compensación diferenciada permanece.
De las cosas que han cambiado, no sólo podemos mencionar lo evidente, esto es el número de investigadores que pertenecen a este sistema o los montos económicos asignados, sino sus mecanismos de ingreso, criterios y valores con los cuales se opera en el SNI.
En poco más de tres décadas los mecanismos de ingreso se volvieron más sofisticados. Se pidió por principio tener como grado mínimo estudios de maestría, ser profesor de tiempo completo, años después el requisito fue el grado de doctor. Actualmente hay una particular tendencia a darle un mayor peso simbólico a los estudios de doctorado en el extranjero, tal como lo expone Didou, S. y Gerard, E. (2010) El sistema Nacional de Investigadores: veinticinco años después, entre distinción e internacionalización.
Los criterios (y sus respectivos indicadores), para ingresar al Sistema también han aumentado, independientemente del área. La producción académica empieza a medirse por el número de artículos en revistas arbitradas (nacionales y extranjeras), libros, capítulos de libros, tesis dirigidas (sobre todo en posgrado), y un largo etcétera.
Mientras eso sucede al interior del SNI, en el mundo académico cada vez más instituciones de educación superior públicas y privadas toman como requisito pertenecer a este sistema para la contratación como profesor de tiempo completo, imagen por excelencia de la calidad y el prestigio. Huelga decir que en el mundo académico el SNI está tan amarrado con otras políticas educativas que difícilmente se puede ingresar a otros programas, como el PNPC o conformar Grupos de Investigación o Cuerpos Académicos, sino se tienen miembros investigadores en el SNI. En suma, todo está unido, profesores-programas de posgrado-instituciones-calidad-SNI.
Con ello el valor y el prestigio de pertenecer al SNI es más que evidente lo mismo que la conducta de quienes pertenecen a éste. Los investigadores tienen mayores niveles de presión (stress) por entrar al sistema, pero una vez dentro, los niveles de stress continúan o aumentan, por mantenerse dentro, sea por prestigio, por dinero o ambos.
En este trayecto, las prácticas que ejercen los profesores-investigadores reconfiguran su sistema valorativo y principios: como el de publicar o perecer, o darle un predomino a la producción académico en detrimento de la docencia. En un nuevo marco valorativo, también todo puede valer, incluso montarse en el trabajo del otro, sea en la relación investigador-estudiante o en la relación investigador-investigador. En esta última práctica donde uno se monta sobre el trabajo del otro es que ha aparecido en la escena pública el escandaloso tema del plagio.
La exposición pública más sonada la hizo Guillermo Sheridan en el Excélsior (Candidato a fantasma pide auxilio, 30 de junio del 2015) en contra del investigador Juan Pascual Gay. Posteriormente Adrián Acosta (La república de los doctores, Campus Milenio, 23 de julio, 2015) relataría el caso de un investigador de la universidad michoacana que había plagiado toda la tesis doctoral presentada en el Centro de Estudios Sociológicos de El Colmex. Esta noticia se sumaría al escándalo que incluso dicho investigador había plagiado más de una vez trabajos en aras de pertenecer al SNI (Milenio, 04, agosto, 2015). A la postré nos enteraríamos que se trataba del caso del profesor-investigador Rodrigo Núñez Arancibia.
El tema del plagio que cometieron los doctores Juan Pascual Gay, profesor del Colegio de San Luis e Investigador nivel III en el SNI; y Rodrigo Núñez Arancibia, profesor de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo e investigador nivel I en el SNI, llevaron a determinadas acciones por parte del Conacyt y las instituciones educativas implicadas. Al primero, lo despidieron del Colegio de San Luis; al segundo, le retiraron el grado de doctor la institución que le otorgó el grado (en este caso el Colegio de México. Además en ambos casos los inhabilitó el Conacyt por 20 años. ¿Con esto terminó la historia del plagio?