En radio escuché un spot del Partido Verde prometiendo “inglés y computación en todos los niveles”. No me fié. Busqué y encontré. Su página web me confirma y agrega información. La propuesta consiste en reformar –otra vez– la Ley General de Educación en su artículo 10, para que las clases de inglés y computación en “nivel básico y medio superior” (sic) sean obligatorias por lo menos “tres veces a la semana” o “el mismo número de horas que las materias del tronco común”.
El objetivo, dicen: “que los mexicanos tengan educación y herramientas para hacerlos más competitivos en el mercado laboral global”.
Tenemos, ante nosotros, otro buen ejemplo de esas ocurrencias que pueblan el campo educativo, producto de una mezcolanza entre improvisación, descuido, ignorancia, oportunismo y falta de respeto.
Por principio, habría que exigirles a los del Partido Verde que lean la Ley General de Educación antes de querer cambiarla, y luego pasen sus “propuestas” por un corrector de estilo profesional.
En México, dice la Ley que quieren reformar sin entenderla, hay “tres tipos educativos”: básico, medio superior y superior; luego se desagregan en niveles. Para el tipo básico hay preescolar, primaria y secundaria… ¿Es peccata minuta?
La propuesta me resulta frívola, simplona. Es una muestra de esa laxitud que ha provocado el engordamiento anárquico del currículum, rellenándolo con exigencias, o bien, generando más presiones sobre la escuela, sin dotarla de condiciones óptimas.
Adviértase: no está a discusión si son o no necesarias las materias que proponen, es que no son la solución a ningún problema de fondo.
Lo que impera en estos ejemplos es ramplonería; actitud aflojerada. ¿Por qué no preguntarse: que no funciona en el sistema educativo? Y más allá de los confines escolares: ¿qué parte de la responsabilidad le corresponde a quienes toman decisiones, a quienes deciden presupuestos?
Estoy convencido de que la crisis educativa en nuestro país es, también, la crisis de ideas.
¿Es muy complicado entender que no se puede aprender computación, inglés, matemáticas o ciencias si los alumnos no comprenden lo leído? ¿Si no entienden un discurso escrito, cómo podrán los estudiantes razonarlo para resolver un problema?
Es simple: primero los fines, luego los medios. Lo que debe revisarse es el proyecto educativo, el sentido de la educación. Lamentablemente, por allí no pasó todavía la reforma en marcha.
La solución al tema educativo no es sencilla, por eso son tangencialmente estúpidas las propuestas simples, como decir: más materias, más horas. Entiéndase de una vez: la calidad de los aprendizajes no es consecuencia de la cantidad de horas y materias en el currículum.