René Alonso Abreu Lara, ciego de nacimiento, pasa sus dedos por las hojas en sistema Braille de uno de los libros que edita la Comisión Nacional del Libros de Texto Gratuito (Conaliteg). Si algo no está bien, por una perforación de más, una falta de ortografía o una imagen que no pueda ser percibida por la mano, el libro no sirve y hay que comenzar de nuevo.
Su trabajo es importante, y forma parte del engranaje de la planta de producción asentada en este lugar, cuyas siete máquinas perforan 90 mil hojas diarias en este sistema, lo que coloca al país como el primer editor en América Latina de libros con estas características para educación básica, y el segundo a nivel mundial.
México y Alemania son los únicos países que editan libros de texto gratuito en sistema Braille.
Abreu Lara es el encargado de la revisión final a estos materiales en esta planta, donde se elabora 85 por ciento del total nacional de los libros en sistema Braille que se distribuyen para educación primaria y por primera vez en secundaria.
En este ciclo escolar ya fueron entregados más de 16 mil libros para primaria y 5 mil en secundaria.
Una impresión diferente
La planta de producción de Conaliteg, ubicada en el municipio de El Marqués, Querétaro, cuenta con un área que se dedica exclusivamente a la impresión de libros en sistema Braille.
Son siete máquinas que se encargan de la impresión y un grupo de personas que llevan a cabo la encuadernación y empaque.
David Estrada Medrano, Director de Producción, comenta que el proceso para la elaboración de estos libros no es sencillo. Los archivos en formato texto son convertidos al lenguaje Braille para programar las impresoras.
Pero no son sólo letras. También se imprimen mapas, imágenes y, obviamente, números en el caso de las matemáticas, física o química.
Los libros se imprimen perforando con un sistema de puntos cada una de las hojas. Por ello es que son tan voluminosos: un libro de primaria puede ser de hasta seis tomos, que se entrega al alumno en dos cajas, afirma el director de producción.
Una vez que está listo el libro, cada uno de los tomos se encuaderna a mano con arillo metálico. Y para que sus lectores puedan identificarlos, se coloca una portada en mica, en la que se escribe en Braille sus características.
La revisión
René Abreu Lara trabaja en la revisión de los materiales en Braille, tanto de primaria como de secundaria.
Esta revisión, explica, es para que los contenidos sean adecuados para los ciegos. Y ejemplifica: que tenga consignas claras y un lenguaje adecuado para quienes los van a utilizar, además de que no haya puntos de más o de menos ni que se brinquen espacios, porque eso dificultaría su comprensión.
Psicólogo educativo de profesión, recuerda que en primero de primaria, en 1987, aprendió a leer el sistema Braille. Expresa que no fue fácil concluir su educación, debido a la carencia de materiales educativos adecuados para las personas que carecen de la vista.
René vuelve a pasar sus manos por una de las hojas en Braille. “Esto está representando la imagen de un castillo. Con las impresoras Braille se van formando este tipo de imágenes. El detalle es cuidar que las imágenes sí puedan ser percibidas con las manos, porque es muy, muy diferente la visión del ojo y la percepción de la mano”, explica.
Y precisa: “las imágenes tienen que ser muy sencillas, y tenemos que tomar en cuenta que los detalles y algunas curvas no son tan accesibles para los ciegos”.
Encargado de revisar prácticamente toda la producción de los libros de texto gratuito en sistema Braille, René se muestra optimista porque ya hay estos libros para secundaria, lo que contribuye a la equidad en la educación pública.
“En mi época, por ejemplo, no había libros para secundaria, y fue complicado para mí, porque tenía que depender de que alguien me lo leyera. Actualmente ya se están imprimiendo libros de secundaria de prácticamente todas las materias”, finaliza.