Emilio Chuayffet, titular de la Secretaría de Educación Pública, presentó el día de ayer un informe sobre los avances de la reforma educativa. En su intervención, el secretario subrayó los principales logros obtenidos hasta la fecha en materia de profesionalización docente, evaluación e información, entre muchos otros. Más allá del listado de avances, el informe tuvo, me parece, un objetivo central y contuvo 3 mensajes principales.
Su objetivo más importante: responder al alud de críticas del que ha sido objeto la reforma e intentar recuperar la capacidad de la SEP para incidir en los términos del debate público sobre ésta. Los mensajes claves del informe fueron tres. Primero, enfatizar la necesidad de entender la reforma como un proceso cuyos resultados no son ni pueden ser inmediatos. Segundo, reconocer abiertamente la centralidad de los maestros en el éxito de la misma. Y, tercero, reiterar la centralidad de la reforma educativa en la agenda del gobierno.
El sentido general del informe y de sus mensajes centrales fue claro: recuperar, para el gobierno, la iniciativa en lo que hace a la definición de la narrativa y de los términos en los que se entiende, se lee y se habla de la reforma educativa. Mensajes importantes en el marco de un evento muy bien armado en la Biblioteca México de la Ciudadela, con gran despliegue visual y tecnológico, así como con un componente estético fuerte y emotivo: Orquesta de la Escuela Carlos Chávez con una interpretación magnífica del Huapango de Moncayo.
Hacía falta, mucha falta, que la SEP saliera a defender la reforma educativa. Durante ya demasiados meses, la voz cantante en relación a ésta la habían llevado otros. En concreto, los que menos la quieren (la CNTE) y también los que queriéndola, con muchas y buenas razones, la critican. De parte del gobierno, la cara más pública de la reforma en educación había venido siendo la Secretaría de Gobernación. Se entiende, en alguna medida, que hubiera sido así, dado que el manejo de la oposición feroz de las cúpulas de la CNTE a la reforma involucraba un tema de gobernabilidad más que un tema educativo.
Con todo, era ya muy notoria la ausencia de la SEP y ella le estaba imponiéndole al éxito posible de la reforma riesgos y costos muy altos. Ello, porque la falta de una defensa clara y abierta desde la SEP estaba contribuyendo a minar la credibilidad del compromiso gubernamental con la transformación en materia educativa. Básicamente, pues su silencio podía muy fácilmente leerse en clave de “el que calla otorga”. Dicho de otra manera, callar frente a la resistencia de la CNTE y frente a los críticos –bien intencionados o no– de la reforma parecía darle la razón a todos aquellos que desean o, simplemente, señalan que la reforma iba a la deriva y/o que era ya o estaba a punto de ser letra muerta.
Claramente y, a pesar de los avances señalados por Chuayffet, la reforma educativa enfrenta problemas y amenazas serios. Le faltan también muchas cosas. Entre otras, una definición clara del modelo y los fines educativos que la inspiran y orientan, así como un horizonte de crecimiento profesional efectivo para los docentes que contribuyese a sumar sus apoyos.
Dicho lo anterior, también es cierto que la reforma es un proceso y que sus resultados más importantes tomarán tiempo. Para que el tiempo arroje los resultados deseados, sin embargo, hará falta vencer resistencias formidables y sumar voluntades al carro del cambio. Para todo ello, sería fundamental que la SEP siga haciéndose presente y que, de forma mucho más proactiva busque sumar voces diversas y una red de aliados lo más amplia posible a favor de la reforma.