A finales de enero “Mexicanos Primero” presentó su informe “Sorry. El aprendizaje del inglés en México”, sobre las políticas, condiciones, carencias y dificultades para la enseñanza y el aprendizaje del inglés en las escuelas públicas de educación básica, particularmente la secundaria.
El estudio es bienvenido. No hay otros tan sistemáticos ni amplios en un tema que la organización considera crucial para consumar el derecho a una educación de calidad. Aunque por los medios informativos se difundieron con cierta profusión los datos más escandalosos, quise esperar a que se publicara la versión completa para leerla y tener una opinión informada.
El reporte, que expone el estado crítico del tema a partir de datos construidos, tiene varias virtudes derivadas de su pertinencia y relevancia. Una de ellas me parece destacable: los capítulos iniciales sostienen que el aprendizaje del inglés (de cualquier materia) no está desligado de la problemática social, y que los condicionamientos del medio, si bien no son fatales o inmutables, obligan a políticas públicas y transformaciones para atender la diversidad en el vasto sistema escolar mexicano.
La postura se confirma en los hallazgos. Aprender más o menos inglés se correlaciona con niveles socioeconómicos de estudiantes y paterfamilias, aunque, en general, se aprende menos de lo esperable: poco, mal y tarde, aseveran contundentes los autores.
Los resultados expuestos de forma ágil y clara denuncian un estado lamentable en los niveles de aprendizaje de los estudiantes, y escandaloso cuando se cruzan con sus calificaciones, lo que refuerza la hipótesis de simulación en los procesos de evaluación y acreditación de estudiantes, por parte de escuelas, profesores y directivos.
Pertinente es también la aplicación del mismo instrumento y criterios a los maestros. Los resultados son motivo de honda preocupación. Aquí, escandaloso es adjetivo tímido: tampoco los profesores tienen niveles de dominio adecuados, y los casos de ignorancia son expresiones desastrosas.
Pero el informe no encuentra su mayor valía, a mi juicio, en concitar titulares bochornosos como los que acuñó la “prensa nacional” aquellos días de enero. De nada sirve un informe que solo provoque alharaca si no convoca a la reflexión, al análisis, a la toma de decisiones y, si corresponde, a la exigencia de responsabilidades. Usar un reporte solo para boletines de prensa es desperdicio. Allí está y debe explotarse.
Esa, me parece, debe ser la virtud mayor de “Sorry”, de lo contrario, su inmediatez le enterrará pronto en el olvido institucional. Debe ser revisado: por expertos de la SEP, académicos de las universidades, responsables de la educación en los estados y, sobre todo, conocido y discutido por los maestros, y deben escucharse sus opiniones, críticas y autocríticas.
También es obligado ponderar los resultados: de acuerdo con las cifras resumidas en la numeralia, apenas en la mitad de las escuelas secundarias públicas hay maestros de inglés. En primaria y preescolar la situación es todavía más flaca. Y a juzgar por la muestra, en pobres condiciones formativas y precariedad laboral.
El estudio no es representativo de la realidad nacional: fue hecho en once centros urbanos, entre egresados de escuelas públicas que cursan educación media superior con un promedio mínimo. Es decir, en condiciones relativamente favorables. Se abren, entonces, varias preguntas sobre la calidad de los aprendizajes y enseñanzas en los contextos más adversos. Pero este hecho obliga al completamiento del estudio a partir de la revisión de los estados del país.
Si los maestros no entienden que también ellos son responsables (reitero: también responsables), de poco sirve el informe. Pero si el gobierno lo desecha o soslaya, es peor. Mexicanos Primero hizo su parte; otros deben continuarla.
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