Los colores del nuevo mundo: Artistas, materiales y la creación del Códice Florentino, Diana Magaloni Kerpel nos abre una ventana para leer, con una mirada profundamente inteligente, honda y amorosa, el mundo que salvaron del olvido los “gramáticos” y pintores nahuas que produjeron esa enciclopedia enorme del mundo náhuatl hace más de 400 años. Los colores del nuevo mundo es un libro breve conmovedor por su claridad y belleza. Un trabajo originalísimo que le infunde vida a un universo enterrado en los pliegues profundos de nuestra historia y, también, un ejemplo extraordinario de lo que significa leer en el sentido más fuerte imaginable.
El conocimiento sin igual de Diana Magaloni, actualmente directora del Programa de Arte Prehispánico de Los Ángeles County Museum, tanto sobre el mundo prehispánico como sobre el arte y la cultura del Renacimiento europeo alumbran aspectos antes soslayados del Códice Florentino. Es la mirada amplia y, al mismo tiempo, microscópica de la historiadora de arte que analiza, con el auxilio de un equipo de químicos especialistas de la Universidad de Florencia, la que consigue leer en los colores y entre las líneas del Códice los mensajes que nos legaron aquellos hombres que pintaban su mundo, mientras, a su lado y literalmente, ese mundo sucumbía.
Con los químicos especialistas, la autora se dio a la formidable tarea de analizar la composición química de los colores en los que están pintadas las 2 mil 486 ilustraciones contenidas en el Códice Florentino. El análisis produce hallazgos sorprendentes, entre los que destacan el descubrimiento de que los colores y tintes empleados varían en su composición química según lo que representan.
Así, por ejemplo, el único pigmento rojo de origen europeo –el minio– es empleado solamente en dos casos. Para aquellas figuras que representan a españoles o, bien, para aquellas, como el sol “con rostro benigno, rayos numerosos y curvos” que inventó alguno de aquellos pintores nahuas, que representa un nuevo sujeto producto del encuentro entre el mundo prehispánico y el europeo y que habría de convertirse en figura icónica que sigue viva hasta la fecha en la artesanía indígena.
Otro ejemplo: La figura 18 del libro 12 del Códice representa la muerte de Moctezuma y de Itzcuauhtzin –gobernante de Tlatelolco– a manos de los conquistadores españoles, quienes los lanzan, una vez muertos, al Gran Canal. En la parte superior de la ilustración, los españoles son pintados con colores vivos, mientras que, abajo, donde aparece Moctezuma, se aplicaron colores muy diluidos. Cito a la autora: “…arriba se encuentran los vencedores y por ello su ‘envoltura de color’ es vibrante y fuerte; abajo está el gobernante mexica, ya muerto, que está iniciando su viaje al inframundo sumergido en el agua y, como un Sol sin fuerza, sus colores son sombríos y débiles.” En esa representación, el no empleo de los colores tradicionalmente utilizados por los mexicas para pintar a sus gobernantes –azul maya, por ejemplo– y su sustitución por colores grises y pardos indica, nos dice Magaloni, no sólo que Moctezuma había muerto, sino que “el representante del Sol mexica había sido vencido y había perdido su luminosidad y el calor solares”.
La densidad y riqueza contextual de la mirada de la autora y el análisis químico de tintes y colores aportan una llave para abrir registros y planos nunca antes vistos de esa obra. Algo así como descubrir textos y más textos debajo de los textos conocidos. Algo así como abrir y descifrar, 400 años más tarde, el mensaje lanzado al mar del tiempo por unos intelectuales nahuas enormemente cultos que conocían a profundidad su mundo y también el mundo europeo de finales del siglo XVI.
Twitter: @BlancaHerediaR