Me perturban los acontecimientos alrededor de la aplicación de la Reforma Educativa en Oaxaca y Guerrero. Los maestros disidentes de la Sección 22 de la CNTE y los de la CETEG ofenden a los padres de familia, abandonan a los estudiantes y siguen campantes marchando por las calles, tomando gasolinerías, incendiando edificios públicos y cobrando sus salarios.
Me fastidia más la actitud del gobierno, ya que no gobierna, negocia la ley. Excélsior (22 de enero) informó que los líderes de la S22 acordaron con la Secretaría de Gobernación que se les pagara a tres mil maestros de su plantilla que presentaron atrasos en sus cobros. Éstos son parte de la nómina de 81 mil 300 docentes registrados por la CNTE y aceptados por la Segob y la SEP en un acuerdo firmado el 13 de enero.
Además, tras una negociación en la Segob, el miércoles 21, la CNTE dio a conocer que a partir del lunes 26 se subsanarían las omisiones. Rubén Núñez, dirigente de la S22, declaró: “Esta es la exigencia del movimiento, que se les pague a todos los trabajadores, sin un sólo pago pendiente. Nosotros hicimos un plantilleo nivel por nivel”. Pero van por más. El líder explicó que continuarán las negociaciones con la Segob para incluir a todos los maestros de las entidades donde tiene presencia la CNTE y que la SEP no ha reconocido.
Para asegurarse que así sea, al día siguiente hubo un paro general en Oaxaca. Aparte, quizá la S22 también lo hizo para reírse del gobernador Gabino Cué, quien declaró en entrevista con Adela Micha que en Oaxaca se aplicará la Reforma Educativa y que no se le pagará a quienes no asistan a clases. Cuando lo escuché también me reí, pero con disgusto.
En Guerrero, la CETEG, a la cabeza del Movimiento Popular Guerrerense, emprende acciones cada vez más violentas y amenaza con boicotear las elecciones de junio. Si no lo consigue, será porque el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda, se encargará de que el gobierno les haga una y otra concesiones más.
Acción política del gobierno, minada
La fortuna, esa diosa caprichosa, acompañó al Presidente durante los dos primeros años de su gobierno. Logró mucho con las reformas legales, arriesgó y obtuvo dividendos políticos, se atrevió a afectar intereses de los poderosos y, cuando ordenó, como decía Maquiavelo, ganó bonos.
Sin embargo, cuando el Presidente ruega (que es lo que hace con las dádivas a la S22 y a la CETEG) mengua su credibilidad. Además, ofrece incentivos a los violentos para que continúen con sus tácticas. “Estimo que la fortuna —escribió Nicolás Maquiavelo en El príncipe— es árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero también que nos deja gobernar la otra mitad”.
La acción política del gobierno está minada por su rechazo a luchar en serio contra la corrupción. Los hechos de Iguala, la faena criminal de los Abarca, la desaparición —y casi seguro asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa— agarró al gobierno fuera de base. No tenía un mecanismo de contención y el mundo se le vino encima cuando salieron a la luz pública los conflictos de intereses del Presidente y del secretario de Hacienda. Los escándalos por la Casa Blanca, la de Malinalco y ahora la de Ixtapan de la Sal, merman más la credibilidad del primer mandatario.
Hay voces que se expresan con alegría porque al gobierno le va mal. Hacen cálculos que podrán cosechar frutos abonando al descontento de la gente y empujando al gobierno al barranco. No coincido con esas visiones. Si el Presidente se debilita, las tendencias anarquistas se fortalecen y pierde México.
Aunque parecería que el presidente Peña Nieto decidió nadar de muertito, no me resigno a pensar que ya concluyó su Presidencia. El carácter de un estadista no se mide en los tiempos de bonanza o cuando la fortuna está de su lado, se calibra en las tempestades.
Me gustaría ver al Presidente arriesgando, enfrentando la adversidad. En ese supuesto, tendría que romper sus vínculos con sus amigos constructores, renunciar a ser un hombre rico —pobre nunca será— y atacar con pujanza a la corrupción. Maquiavelo sugiere: “Declaro que conviene más ser impetuoso que ponderado porque la fortuna se deja vencer más por quienes la tratan con aspereza que por los que la tratan con blandura”.
¿Se atreverá el Presidente a gobernar o la reforma seguirá tropezando?
Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Carlos.Ornelas10@gmail.com