Federico Reyes Heroles
Por su nivel de desarrollo, por la apertura económica, por la globalización informativa y por el gran avance en las libertades y la participación ciudadana, México enfrenta ya discusiones complejas. En buena hora. Pero el nivel general de educación no ha avanzado al parejo: 8.6 años de escolaridad según el Censo 2010. Ese es el México en el que las discusiones complejas aparecen cada vez con mayor frecuencia. En algunas de ellas hay una confrontación de principios, los argumentos científicos tienen límites, el aborto y la muerte asistida son ejemplos clásicos.
Lo simple es atractivo y es popular. La complejidad es justamente lo contrario, no tiene sex appeal. Muchos, por desgracia, rechazan la complejidad, no llegan a la argumentación, está demasiado complicado, dicen, y regresan a su zona de confort. Lo simple campea a sus anchas en países con bajos niveles educativos, entre más elevados sean éstos, más obstáculos encuentra. A mayor educación, más oportunidad tiene lo complejo de avanzar. Los países con mayores niveles de desarrollo y justicia, viven con fórmulas de convivencia muy complejas. Desarrollo, justicia y complejidad van de la mano. Sin embargo, ningún país —ni los más educados— está vacunado contra la simplicidad. Alemania era un país puntero y sin embargo la absurda versión de que los judíos eran responsables de la crisis económica prendió. Hoy en día las neo derechas radicales, con argumentos racistas y fascistas, encuentran sitio en naciones tan desarrolladas y educadas como los Países Bajos, Austria o Italia…
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