Veo nubarrones cargados de malos presagios para este 2015. Si el gobierno sigue negociando todo con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, bien pudiera extraviarse la reforma educativa que el presidente Peña Nieto comenzó con brío.
La reforma que promueve el gobierno mexicano desde 2012 pone el énfasis en la gobernación del sistema y en arrebatarle el poder al SNTE. Hubo mucho boato, enmiendas a la constitución y a la Ley General de Educación, dos nuevas leyes con el fin de establecer un sistema de evaluación que tuviera el mérito como principio fundamental y un régimen laboral específico para los trabajadores de la educación.
Como se ha demostrado hasta la saciedad en el ámbito internacional y aquí mismo, la evaluación estandarizada, homogénea y “racional” no eleva la calidad en la educación, sólo genera más burocracia. Sin embargo, cierto tipo de evaluación es necesaria. Primero para informar del estado que guarda la educación nacional; y, segundo, para sancionar las faltas. Sí, ya sé que éste es un enfoque punitivo y que lo que se busca es mejorar; pero hay maestros que no desempeñan su labor, que nada más defienden su plaza y derechos conquistados. O los aviadores que pululan por el sistema. Esos son malos profesores; ellos son los causantes del desprestigio que por desgracia muchos medios cargan a todo el gremio. Aquéllos, sostengo, no merecen ser docentes, no se les debe pagar. Aquí el mérito sí tiene cabida.
Por esa razón miré con cierta simpatía las reformas legales. Vinieron momentos de buenas noticias. Algo de transparencia se asomaba por las pocas rendijas del sistema. El Censo Nacional de Escuelas, Maestros y Estudiantes de Educación Básica y Especial, arrojó cifras espeluznantes, y muchos pensamos que el gobierno actuaría en consecuencia.
No obstante, llegaron luego los desengaños. La Secretaría de Gobernación le garantizó a la CNTE que ningún trabajador podría ser cambiado de las funciones que realizaba antes del 11 de septiembre de 2013 —fecha de publicación de las nuevas leyes—, en especial los de la sección 22, de Oaxaca. Además, les otorgó plazas para los egresados de las normales de aquel estado y en tiempos recientes a los graduados de otras normales en Guerrero y Michoacán. Para ellos no hubo examen de selección. La Segob se arrodilló ante el empuje de la CNTE.
Del otro lado, tras un breve descontrol debido al apresamiento de Elba Esther Gordillo, el grupo dirigente del sindicato recompuso su estrategia. Juan Díaz de la Torre, sin aspavientos pero con persistencia, pactó con los gobernadores amigos y logró que algunos no armonizaran la legislación local con las nuevas leyes generales. Lo que provocó que el Presidente promoviera controversias constitucionales. Pero el empeño de JDT no se quedó allí.
Durante 2014 se aplicó a negociar para reacomodar a sus fieles que el Censo había mostrado fuera de lugar. En la conciliación de las plantillas y las nóminas, al igual que en los territorios de la CNTE, hubo chapuzas a granel para asignar, a quienes no habían aparecido en el conteo, escuelas y oficinas.
¿Qué cuentas van a rendir la SEP y la Secretaría de Hacienda ahora que se hagan cargo del pago de la nómina? Nada más falta que resulte que los 39,222 aviadores detectados en el Censo nunca existieron; que los casi 115 mil docentes que se jubilaron o fallecieron pero seguían cobrando hayan sido producto de la imaginación popular; que los maestros que se descubrieron con tres o más plazas tengan dotes sobresalientes para laborar 18 o más horas por día.
Pienso que el gobierno federal tenía conocimiento de que los gobernadores estaban haciendo concesiones al SNTE. Hubo complicidades. Los altos funcionarios lo sabían, podían haber frenado las estafas, pero no lo hicieron. Veo dos posibilidades: una, también le temen a la parte del SNTE que fue domesticada; dos, todavía piensan que pueden controlar a los maestros vía el sindicato corporativo y corrupto. Cualquiera de las dos da al traste con los intentos de reforma.
Retazos
¡Claro! Queda la posibilidad de que me equivoque y que en 2015 se revitalicen los ánimos de la reforma. No me hago ilusiones, pero mantengo un poco de esperanza.
Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Carlos.Ornelas10@gmail.com