La convivencia escolar es un discurso sobre educación y no sobre seguridad en el colegio; cuando hablamos de convivencia hablamos de personas y por tanto de la búsqueda de estrategias “de carácter amplio”, que buscan el cuidado, el respeto y la solidaridad entre todos los miembros de la comunidad escolar, señala Cecilia Fierro Evans, investigadora de la Universidad Iberoamericana de León, Guanajuato.
Por tanto, agrega en entrevista, no es aceptable el “carácter restringido” de la convivencia que se enfoca a problemas como la violencia o el acoso y se orienta a “establecer la seguridad a través del control, la vigilancia y la aplicación de sanciones a las conductas agresivas”,
Fierro Evans, doctora en Ciencias con especialidad en Investigaciones Educativas y especialista en práctica docente, gestión escolar, innovación y valores, advierte que el enfoque de convivencia que plantea la Secretaría de Educación Pública (SEP), debe privilegiar una intervención basada en el desarrollo de habilidades y competencias para el diálogo, el trabajo colaborativo y la participación en aula y otros espacios escolares, así como el desarrollo de herramientas para ejercitar formas de participación democrática entre los estudiantes.
“La tarea más importante de prevención de violencia tiene que ver con fortalecer el quehacer educativo en las escuelas, lo que supone promover la construcción de un tejido socio-comunitario que fortalezca la cohesión social a la vez que contribuya a desarrollar competencias para vivir con otros desde el respeto y la responsabilidad compartidas, entre los miembros de la comunidad escolar”, dice.
Señala que para que el Proyecto a Favor de la Convivencia Escolar (PACE) -una iniciativa de la SEP para promover la convivencia inclusiva, democrática y pacífica en las escuelas-, tenga un mayor éxito y alcance, debe involucrar a los docentes en procesos adecuados de formación que les permitan trabajar a nivel personal con los alumnos, y generar oportunidades de desarrollo de habilidades socio-afectivas, tales como la escucha, el diálogo, el reconocimiento de diferencias y la adopción de acuerdos, basados, fundamentalmente en cuestiones como autoestima, manejo de emociones, normas, resolución de conflictos y participación de las familias.
Si se analiza el marco jurídico, dice, la recién aprobada Ley General de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, reduce notablemente la comprensión del fenómeno de la violencia escolar: en primer lugar por enfocar su atención de manera fundamental hacia la violencia directa –dejando afuera la violencia estructural (estructuras que marginan, excluyen e impiden el acceso a bienes a todas las personas) y la violencia cultural (la cual legitima a través de patrones culturales como el racismo, sexismo, homofobia entre otros, el uso de la violencia hacia determinados grupos de personas). En segundo término, por hablar de “acoso o violencia escolar” como si se tratase de sinónimos, siendo que el primero es una de las posibles expresiones de la violencia directa.
“Por ello es muy importante comenzar a hacer distinciones entre leyes para erradicar la violencia y marcos para la buena convivencia en las escuela. Lo que tenemos en México son básicamente leyes de erradicación del acoso, pero presentadas utilizando elementos discursivos sobre convivencia, sin comprometer de fondo ni su enfoque ni sus procedimientos.”
Fierro Evans afirma que acciones como el operativo “mochila” y demás actividades de “tolerancia cero”, se deben tomar con mucha cautela, pues más allá de promover la convivencia e inclusión, fomentan medidas enfocadas exclusivamente a la “represión y el control”, incluso a una creciente presencia de la fuerza pública en las escuelas.
Nuevas tecnologías: arma de doble filo
La especialista señala que el uso de las nuevas tecnologías tiende a sofisticar el ejercicio de la violencia y condena a sus víctimas a una experiencia desgarradora de soledad y aislamiento, donde las acciones radican en la exhibición pública de los agredidos frente a los pares y al mundo.
Explica que este es un problema que parece asentarse en las más arcaicas expresiones de machismo, de dominación y uso de la ley del más fuerte. En México, señala, más de un tercio de los jóvenes está involucrado en una forma de violencia social por internet o por mensajes de texto en teléfonos celulares.
“Esto nos da una dimensión del problema que enfrentamos. Por tratarse de una forma de violencia particularmente grave y de efectos duraderos, es preciso trabajar -utilizando todos los medios disponibles-, en la promoción de formas de convivencia basadas en el respeto y en el cuidado. Promover el desarrollo de habilidades socio-afectivas básicas, tales como la empatía y la toma de perspectiva, es una tarea fundamental que puede ser promovida día a día en las escuelas a partir de las actividades diarias.”
Por ello, continúa, campañas como #YoNoLeEntro y #yoloborro representan una vía apropiada para establecer contacto con sectores más amplios de la población. Sin embargo, debemos tener cuidado que esta iniciativa centrada en la denuncia no corra el riesgo de convertirse en un arma para venganzas y otros manejos que distorsionan su intención original; llevado al extremo, este mecanismo puede constituir un factor que alimente la violencia en lugar de reducirla; por ello es importante con información sobre el uso efectivo de estos espacios por parte de estudiantes, padres y madres de familia.
Convivencia, elemento indispensable de la calidad educativa
Para la investigadora, la convivencia se debe pensar como el gran puente que conecta la vida privada y la vida pública y para ello, los centros escolares juegan un papel clave en el aprendizaje del respeto a los derechos de otras personas, donde se aprende también el respeto a la diferencia, el respeto básico a normas y procedimientos establecidos así como las bases elementales de la transparencia.
Indica que es fundamental reconocer a la convivencia como un elemento constitutivo de la calidad de la educación, porque a través de diversas evaluaciones interesadas en identificar factores asociados al logro educativo, la variable que ha emergido como más relevante tiene que ver con el clima favorable al aprendizaje, tanto en el salón de clases como en la escuela.
“Se observó que la variable “ambiente emocional favorable al aprendizaje”, por sí sola, pesa más en los resultados de los alumnos que todos los demás factores reunidos.”
Sin embargo, advierte, este ensamble debe hacerse de forma integral y, sobre todo, inclusivo. A su parecer, uno de los grandes pendientes es la atención a los llamados “niños problema”, que han sido muchas veces expulsados del sistema educativo sin completar al menos el ciclo de la educación básica.
“Es muy notable la conciencia de impotencia que manifiestan muchos docentes y directivos ante los estudiantes que presentan problemas de comportamiento. Sin descartar su importancia, he visto a muchos docentes desplegar distintas estrategias de orden pedagógico que les ayudan a reengancharse con la posibilidad de aprender en la escuela y a relacionarse de otra manera con sus compañeros. Eso me hace pensar que si no es ‘problema’ de las escuelas el ‘problema’ de los alumnos cuyas condiciones de vida los colocan en situaciones de riesgo social, entonces ¿de quién sí es?”.