I
“¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!”
En el breve texto “¿Qué es la ilustración”? Kant increpa de esta forma a su lector al tiempo de explicarle que la ilustración es la liberación del hombre de la ignorancia, los prejuicios y la apatía moral; y no una liberación cualquiera sino una que lo emancipa de su culpable incapacidad de servirse de su propia inteligencia, de guiarse sin la tutela de otro. Incapacidad culpable, nos dice, porque su causa no está en la falta de inteligencia sino en la falta de decisión y de coraje. Pereza y cobardía son así para el filósofo alemán la causa de la inmadurez intelectual de la mayoría de las personas así como del hecho de que sean otros quienes nos gobiernen sin tener la menor capacidad ni virtud para ello.
El texto ahonda en el hecho de que una revolución acaso puede lograr derrocar el despotismo personal y acabar con la opresión política, pero nunca consigue lo que verdaderamente importa: una reforma a nuestra manera de pensar y actuar. Desde esta óptica y lanzando fugaz y sesgada mirada a la historia universal vemos que muchas revoluciones, tras triunfar, dieron lugar a nuevos prejuicios en lugar de los antiguos, a nuevas tiranías opresoras sustitutas de las desterradas: la revolución francesa culminó en la guillotina y “el terror” (luego en el imperialismo napoleónico), la rusa en los gulags y el absolutismo, la mexicana se institucionalizó traicionando el movimiento y, extirpada su naturaleza, su vertedero nos llevó a donde estamos.
“Ningún gobierno puede hipotecar su futuro” (Kant dixit) porque sería antinatural y porque el Estado debe luchar contra los que impiden el uso de la razón -siendo así el uso de la razón la salvaguarda del progreso-. El problema surge precisamente cuando el Estado se torna violento e irracional y los gobernantes hacen del país que gobiernan uno en el que la justicia no es un valor inviolable, en el que las injusticas sociales conforman el horizonte cotidiano y donde no existe la paz pues la clase política, coludida con mafias de distinta ralea, se la ha robado al pueblo.
La falta de paz y la sobreabundancia de injusticas han sido causadas en México por la desmesurada ambición de poder, por la perversidad, por la extendida corrupción que todo roe, por la bajeza e ignorancia, por la falta de vergüenza, educación y sensibilidad de la mayoría de quienes nos gobiernan.
La violencia es el no uso de la razón, es –siguiendo a Saramago- la vejación última de aquello que entendemos por humanidad, de ahí que decir que un Estado o un grupo o una persona es violenta, es decir que es alguien irracional y deshumanizado, alguien sin ilustración, esclavo de su propia ignorancia, confinado a su pereza y a su cobardía. En una palabra, un Estado violento es un Estado inmoral y, simplemente por ello, debería desaparecer.
Sin justicia no hay paz, la exigencia en nuestro país es por justicia. El problema no sólo es uno de falta de seguridad -pues la seguridad en estos tiempos se acota en su conceptualización policiaca- sino de que en México no hay paz. Se exige que desde el gobierno, haciendo caso a los reclamos ciudadanos y apoyándose en el pueblo, se sienten las bases para que tengamos paz, esa hermosa noción civilizada que pocas veces, y muy brevemente, se ha visto realizada en la historia humana.
Si un gobierno no quiere comprometerse con una tarea tan esencial como ésta, lo menos que ha de hacer es dejar de fingir y desenmascararse como la tiranía que realmente es. Si el caso es que no puede comprometerse con dicha tarea, por diversas e inconfesables razones, entonces lo menos que podría hacer es tener el coraje de aceptar su incapacidad, disculparse por su impotencia y abrirles paso a otros que sí puedan.
II
Sobre el quinto poder
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en cierta medida y en distinto grados, nos han convertido en espectadores y en aspirantes a protagonistas de un espectáculo que compartimos “al aire” o “en línea”. No hemos aún superado el egoísmo (redundantemente egocéntrico, ególatra, narcisista y autorreferencial) y queremos ser parte de algo y de muchas cosas a un tiempo –desde un grupo social hasta del gran cambio y la revolución mundial- pero sólo si jugamos un papel preponderante, sólo si los demás me lo reconocen -o al menos con que eso luzca en apariencia-.
Observamos los hechos y los capturamos -con la cámara o el celular- para luego colgar nuestra experiencia congelada en las redes sociales, digitales y virtuales pero ¿y luego? Pensando en el caso de una persona que capturó un acto de abuso de poder ¿qué hará después -y esto obviando que colgará su video o foto en la red social de su preferencia-? ¿Iremos a convertirnos en corresponsales de cuanto atestigüemos o vamos a intervenir, con el riesgo de ponernos en peligro y de pasar de ser testigos a actores? Eso o -nuevamente pensando en quien captura un abuso de poder- tras filmar o fotografiar el abuso en cuestión ¿se emplearán las evidencias recabadas para ir a denunciar a las autoridades competentes lo que se tenga que denunciar (pagando el precio de perder el día entero y de ver que muy probablemente no suceda nada), para al menos sentar un precedente y poder mostrar a las autoridades que mienten cuando dicen que no existió tal abuso, y que si lo hubo no hay ninguna denuncia que respalde las acusaciones?
De lo anterior se trata la definición del “quinto poder” surgido con las nuevas herramientas informáticas al alcance de todos y de amplia cobertura mediática: evidenciar, denunciar, dar seguimiento y llegar a las últimas consecuencias. Julian Assange, fundador de Wikileaks, lo hizo y lleva refugiado más de dos años en el embajada de Ecuador en Inglaterra perseguido por el gobierno de EUA y por la justicia Sueca; Chelsea Manning, soldado y analista de inteligencia que robó los documentos que luego Wikileaks publicó (donde se muestran, entre otras cosas, crímenes de lesa humanidad que el gobierno de Estados Unidos comete a lo largo y ancho del mundo contra otras naciones, personas e, incluso, contra su propio pueblo) cumple una condena de 35 años de encarcelamiento; Edward Snowden, empleado de la CIA y de la NSA, que hizo públicos documentos clasificados que revelan los programas del gobierno estadounidense de espionaje y de vigilancia masiva global, vive refugiado en Rusia y con una sentencia de traición pendiente a ser ejecutada en EUA.
Assange fundó Wikileaks pensando que “todos pueden tener una gran idea pero no cualquiera es capaz de comprometerse con ella hasta las últimas consecuencias”, pues una cosa es apoyar una causa y otra muy distante es comprometerse con ella.
El compromiso es siempre pleno y a fondo o no lo es, por ello no podemos querer abarcarlo todo. Compromiso implica elección y en este sentido hemos de elegir nuestras batallas, entregarnos sólo a las causas que realmente podamos cargar y sobrellevar -de entrada está el compromiso moral con uno mismo- y no ceder hasta conseguir triunfos, aunque pequeños, aunque nadie nos lo reconozca.
Uno se puede comprometer, por ejemplo, como docente que intenta guiarse por los valores humanistas, con la educación y con sus estudiantes, y desde ahí realizar su lucha, sembrar saber e indignación, cosechar amistades y romperse las espaldas.
En momentos álgidos sin duda es obligado sumar nuestra voz, fuerza y sacrificio con otras causas justas pero sin nunca perder de vista dónde realmente valemos, dónde es que realmente podemos hacer la diferencia.
III
Hacia una salida ilustrada.
Seguimos siendo parte del problema y aun no tanto de la solución. Protestas van y propuestas vienen, manifiestos surgen y organizaciones brotan, grupos se organizan y organizaciones se agrupan y todo esto es deber cuan justo como necesario. Pero qué tan dispuestos estamos a, antes que nada, ser personas íntegras y consecuentes con nuestras exigencias y mejores deseos. Por lo que uno ve, y por los datos que se puede recabar de fuentes oficiales o del trajín de la vida, sabemos que son millones los mexicanos que frecuentemente consumen drogas ilegales, esto es, a su debida proporción, que frecuentemente hacen negocio con el crimen organizado del que estamos hartos. Que son miles los que, cansados de la inseguridad y los secuestros, desde una doble moral o cínicamente o sin reparo, consumen los servicios ofrecidos en los innumerables giros rojos y negros haciendo negocio con mafias de distinta índole, muchas de ellas dedicadas a la explotación sexual y a la trata de personas. Que miles son quienes están en contra de la ilegalidad y la impunidad pero siguen consumiendo productos de clara procedencia ilegal. En fin, que son miles los etcéteras que ejemplifican esta inconsecuencia en nuestra sociedad.
Hay que dejar de ignorar, informarnos, conjurar el egoísmo con actitudes solidarias, diluir el yo en el nosotros, dejar de ser hipócritas, ilusos, acríticos y activistas de ocasión y a modo. Hay que realizar cambios en nuestra forma de actuar y realizar buenas acciones gratuitamente, además de participar en la lucha de masas.
No podemos ignorar que la batalla que hemos de dar es infinitamente más exigente y sus objetivos absurdamente más amplios de lo que parece.
No olvidemos que las redes sociales virtuales (facebook y otras vitrinas de exposición del ego) no son más que un reflejo distorsionado y obtuso de la realidad, redes endogámicas y de muy corto alcance que nos pueden hacer caer en engaño y así creer que el mundo entero opina lo mismo que nosotros, que todo lo que ahí acontezca (discusiones y diálogos mayoritariamente) en verdad trasciende. La opinión mayoritaria de un grupo de contactos (por lo general de un mismo perfil intelectual y con muchos interés comunes) no hace un movimiento nacional ni tampoco logra grandes consensos, eso hay que saberlo. Sirven y son excelentes herramientas para la organización social pero esto sólo si sabemos emplearlas y logramos, de quererlo, desgarrar sus velos distractores.
El compromiso es con el aquí y el ahora, hoy y en cada caso, el principal objeto es uno mismo porque para cambiar el mundo hay que poderse sostener primero. No sólo se trata de cambiar el gobierno y tumbar a una clase política corrupta, ignorante, indolente y desvergonzada. La lucha es mucho más larga y requiere de mayor compromiso que marchar, postear nuestra indignación, escribir estas líneas, etcétera. Hacer la lucha también implica tener el valor de realizar una autocrítica de la cual quizá no salgamos del todo bien librados, un análisis introspectivo en el que probablemente nos percatemos que aún guardamos ciertos prejuicios y nos descubramos, en alguna medida, cobardes, perezosos, mediocres, de doble moral, de dientes para afuera, incapaces, hipócritas, conformistas, misóginos, machistas, xenófobos, homofóbicos y un largo etcétera ignominioso. Y desde ahí, desde esa autoconfrontación, cambiar, transformarnos en eso que queremos ser como personas racionales y capaces de moralidad que somos, y esto sólo para poder hacer nuestra parte como un fin en sí mismo y porque es deber, y no porque es camino hacia un puesto de poder o hacia la popularidad.
La revolución pacífica se sobrelleva desde muchos frentes y es una batalla larga de la cual quizá nuestros hijos o bisnietos cosechen algunos frutos. Nunca hay que olvidar que los tiempos humanos son los de la especie y no los del individuo, tampoco hay que olvidar los mecanismos del sistema y los engaños con los que se nos puede engatusar. Ejemplo de esto fue pensar que la “primavera árabe” terminaría en un jardín de flores y no en una nueva dictadura militar en Egipto, en una guerra fratricida en Siria y en una larga noche invernal en toda la región. El Occupy Wall Street y el movimiento de los Indignados en España hoy ya no están en boga y el 1% sigue enriqueciéndose de explotar al 99% -lo cual no implica que no hayan sembrado algunas semillas de las que ya atestiguamos algunas de sus germinaciones.
Será importante superar nuestra ansia de inmediatez y nuestro posible cansancio ante la falta de los resultados esperados porque México no se está cayendo a pedazos, México es una pedacería de la cual habrá que elegir y desechar para reconstruir un nuevo mosaico.
Salud y salve para todos los pueblos indígenas que se sostienen y luchan no sólo por su propia sobrevivencia sino por la vida y por la Tierra; para todos los profesores que intentan abrir la mente de sus alumnos para que germine en ellos la indignación; para todos los indignados que han cambiado su forma de actuar revitalizando su amor por la justicia y por el prójimo.
Salud y salve para todas las madres, padres y familiares de las miles de personas desaparecidas y víctimas de distintas atrocidades en nuestro país que luchan porque se haga justicia y porque no muera su memoria.
Salud por los anarquistas verdaderos que hacen uso de su razón y aborrecen la violencia, porque son ejemplo de la persona autosuficiente y libre que bien nos puede señalar un nuevo rumbo construyendo el poder desde abajo y a la izquierda. Salve y salud por todas y todos los que se sacrifican, por los que no temen confrontarse críticamente y cambian su modo de actuar en pos de una mejora; por todos los que desean construir la paz y hacer de México un país donde quepamos todos y que actúan en consecuencia. Salud por todos los que aportan y se han comprometido para que nuestro país se resarza de sí mismo y renazca, de entre el dolor, la sangre y la miseria, floreciente y renovado.
Ricardo Flores Magón lo dijo claro: “No elijas autoridades, gobiérnate por ti mismo”, empecemos por ahí.