Por Gil Gamés
Gil estaba cantando canciones del pasado. A la adversidad hay que enfrentarla con canciones del pasado. Solamente una vez, y así. En eso estaba cuando leyó en su periódico Reforma que una parte de las brigadas violentas que han intervenido en las manifestaciones de protesta de la ciudad de México tienen su madriguera (madriguera, gran palabra) en el viejo auditorio Che Guevara o Justo Sierra o Justo Guevara.
22 de los autodenominados anarcos que actúan con violencia en las marchas han sido identificados por la policía política: “actualmente el auditorio es utilizado por los anarquistas como guarida y en el lugar han preparado bombas molotov o artefactos explosivos para utilizarlos durante las movilizaciones”, se afirma en ese documento. Otros jóvenes de ese bloque, añade el informe, aprovechan el lugar para almacenar drogas y distribuirlas.
Presos políticos
Estos trogloditas presos ya tienen a sus defensores y no faltará quien diga que son presos políticos. Era de esperarse. Gamés ya se había referido en distintas ocasiones al auditorio perdido y tomado desde la huelga de 1999, cuando la policía desalojó a los invasores después de nueve meses de destrucción.
Como lo oyen: el auditorio Che Guevara no existe; o bien, existe, pero de otra forma, se convirtió en la casa de un grupo de jóvenes. Se lo apropiaron. Y deben ser temibles estos jóvenes, o muy cercanos a la autoridad, o ambas cosas, pues desde hace más de doce años nadie ha podido ni querido echarlos a la calle y devolverle el auditorio a los universitarios. El Tepeji, La Vitola y La Güera se la pasan bomba en el auditorio. Fiestones y toda la cosa. ¿Alguien les paga para realizar sus misiones de fuego y violencia? Puede ser, pero su casa es la UNAM. Con la pena.
En los interiores del extinto Justo Sierra viven si no felices, sí cómodamente. Los prados de la universidad son sus jardines, los salones de la facultad su escuela, el circuito de tránsito universitario sus avenidas; en fin, una auténtica ciudad. Se mandan así mismos, nadie los molesta. Incluso han iniciado negocios de comida rápida, fritanga, pulque (sí, pulque), y han realizado exposiciones de fotografía revolucionaria. No le pagan un peso a nadie, los mantiene la UNAM.
¿Cómo la ven? Sin asomo de albur. Oh, no. De ser cierto esto que acaba de escribir Gamés, sería terrible para la UNAM, mejor no sigamos porque los defensores de la máxima casa de estudios se enfurecen. Eh, no, ejem, nada pasa en el Justo Sierra Guevara.
Doctor Narro
Con lo bien que le cae Narro a Gil Gamés: buen rector, demócrata, serio como pocos, pero ah, nadie meta la mano en el auditorio maldito. Parece ser una ley que a una ilegalidad permitida le seguirán 20 actos de violencia sin castigo. Aigoeei.
El Chómpiras, El Abogado y El Hardcore planean en ese exauditorio sus fechorías (gran palabra) y regresan a ese territorio libre de ley, extraterritorial, ni se les ocurra, ojetes. Perdón, a veces se le sale a Gilga la mala onda. ¿Todos estos jóvenes delincuentes son pagados por el gobierno de Peña Nieto? Anjá, cómo ño.
Gamés sabe lo que están pensando la lectora y el lector: ¿por qué no los echan a la calle a patadas? Está bien, quitemos lo de las patadas y los ponemos en la calle con las amabilidades del caso. ¿Es Gilga un reaccionario por inconformarse desde hace mucho tiempo con el regalo que la UNAM le ha hecho a los jóvenes delincuentes? Puede ser. Ahora mal: ¿estas líneas contienen un ataque insano a la UNAM? No, salvo que el silencio sea una forma de solidaridad con la cultura universitaria.
Gamés se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: no es infrecuente que grupos de particulares se adueñen de espacios públicos en la ciudad de México: franeleros y vienevienes, grupos del SME, los 400 pueblos, la CNTE, en fin, pero los jóvenes que habitan en el Che Guevara han roto todos los récords: más de ¡doce años!
Así las casas (muletilla inmobiliaria), Gil pide con todo respeto a la autoridad competente, el doctor Narro en este caso, el piso cuarto de la Rectoría para mudarse con todo y sus chivas. ¿Hay Sky HD? Si no, a ponerla a la brevedad o los gameses se quedan también con algunas oficinas interesantes de la Rectoría. La verdad: ¿cuántas generaciones nacerán, se desarrollarán, alcanzarán la plenitud y morirán en el auditorio Che Guevara? Ustedes digan. Doctor Narro, ¿nada qué decir?
La máxima de Aristóteles espetó en el ático de las frases célebres: “Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia”.
Publicado en El Financiero y reproducido con permiso del autor