La semana que concluyó la dedicó la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Conducef) a la educación, con el apoyo de universidades y bancos. Es un buen momento para aprovechar los eventos que de ahí se deriven y reflexionar sobre este trascendente tema.
Sabemos de su importancia desde el momento en que hay un problema de bancarización en México. Según el Banco Mundial hay 17 millones de mexicanos sin acceso a dichas instituciones; empero, el mismo titular de la Conducef afirmó hace algunos días que de nada sirve la inclusión si no hay educación y en ese sentido vale la pena reconocer el peligro para las finanzas personales si quienes tienen acceso a créditos son incapaces de manejarlos. De ahí se deriva el fuerte avance de la cartera vencida en el endeudamiento vía nómina
Aun cuando se habla de educación desde una perspectiva docente, en realidad hay pocas excusas para desconocer los elementos básicos, pues ahora la información está al alcance a través de Internet y de literatura a todos los niveles.
El primer paso, por supuesto, es concientizarse para entrar de lleno al aprendizaje de cómo opera el sistema financiero. Sin embargo, debemos ir más allá de la “instrucción”, para entrar al terreno de la cultura, como el “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”.
De hecho, estamos conscientes de que hay quienes tienen la información suficiente, pero siguen tomando decisiones poco acertadas al no incorporar al hábito diario lo que ya saben. De nada sirve aprender si se menosprecia en las acciones y dejamos de hacer lo prudente en forma cotidiana.
En la medida en que los retos de la vida profesional cambian, también se requieren competencias que obligan a diseñar cursos complementarios a las nuevas generaciones de alumnos. Tal ha sido el caso, como ejemplo obvio, al incorporar clases de inglés o computación por ser indispensables para desenvolverse con soltura en el mercado laboral.
Ante las crisis sucesivas del país, es imperativo que los muchachos tengan desde los niveles básicos un acercamiento con las finanzas personales. Claro está que un desafío paralelo deberá ser capacitar a los propios profesores quienes serían los catalizadores de tal iniciativa.
Es difícil pensar que el país sea capaz de aspirar al desarrollo económico si su núcleo principal, las familias, están tomando decisiones ineficientes o son presas de la usura, la especulación o el pánico.
El poder de la cultura financiera es tremendo al llevarlo como una enseñanza con el ejemplo en el terreno del hogar. Hay mayor probabilidad de formar hábitos en los hijos y así sucesivamente por generaciones.
Un lector preguntaba en una ocasión a qué edad sería conveniente informar a los niños sobre estos aspectos y en ese momento comentábamos que ante la inquietud es posible dar explicaciones elementales como, por ejemplo, el papel del dinero o la función de las tasa de interés.
La “semana financiera” debería de convertirse en un ejerció permanente que conduzca a incorporar estos temas a los programas de estudio en todos los niveles escolares. El proceso educativo habría que aplicarlo a todos los grados académicos; iniciar desde niños, explicando conceptos tales como, el ahorro o la función de los bancos.
En la medida que se transita a niveles medios, podría vincularse a los jóvenes con la planeación y los presupuestos; temas de orientación para el adolecente. Incluso llegar a niveles de licenciatura y maestría en donde se aborden temas complejos de las opciones de inversión.
La ignorancia nos hace satanizar conceptos como el gasto, el crédito o a las mismas instituciones financieras, cuando sabemos que cada uno de ellos es valioso, tanto para las aspiraciones personales como para el bienestar del país.
Erradicaríamos esa imagen generalmente aceptada del mexicano descuidado, sin previsión, que todo lo resuelve en función del disfrute de corto plazo.
Bajo una perspectiva económica nacional, a todos nos conviene elevar el nivel mínimo de conocimientos financieros; le daría mayor factibilidad de progreso y desarrollo con la maduración del público inversionista.
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