Estamos conmemorando un aniversario más del 2 de octubre de 1968, sin duda el momento de ruptura más importante del sistema político mexicano (en su historia más reciente). Como si pareciera una caprichosa coincidencia histórica apenas el pasado 30 de septiembre se llevó a cabo una movilización muy importante de estudiantes politécnicos, la gran mayoría en paro en sus respectivas escuelas y quienes sostienen un pliego petitorio que contiene 10 puntos.
Más allá de la coyuntura de las distintas escuelas del IPN, de que se trata de un conflicto que fue pésimamente manejado por sus respectivas autoridades y de la justeza de sus demandas, el tema de fondo que atraviesa el Instituto Politécnico Nacional es su futuro en el mediano y largo plazos. El pasado 23 de julio del 2014 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto de creación del Instituto Tecnológico Nacional de México (ITNM) que pasó prácticamente desapercibido en los medios (y también entre los especialistas en la materia). El ITNM es un órgano administrativo desconcentrado de la SEP al que se le dotó de autonomía “técnica, académica y de gestión”. Apenas el 26 de septiembre pasado, la SEP nombró al ingeniero Manuel Quintero Quintero como el primer director del ITNM. Entre otras cosas, Quintero es egresado de la carrera de aeronáutica por la Escuela Superior Mecánica y Eléctrica del IPN y además realizó una maestría en administración por el TEC de Monterrey.
El decreto en cuestión señala que el ITNM tendrá adscritos a “los institutos tecnológicos, unidades y centros de investigación, docencia y desarrollo de educación superior tecnológica” con los que la SEP ha impartido educación superior e investigación científica y tecnológica. A partir de estas líneas se debe entender que el IPN es uno de los institutos que directamente pasarán a formar parte del ITNM.
Si bien la exigencia de la autonomía para el IPN no forma parte del pliego petitorio de los estudiantes del IPN es necesario recordar que han existido al menos dos intentos fallidos por volver autónomo al instituto.
La demanda de autonomía para el IPN ha estado presente desde hace muchos años aunque no ha logrado concretarse. De hecho han comenzado a escucharse más insistentemente algunas voces de la comunidad politécnica sobre la necesidad de dotar de autonomía al IPN, si bien lo han realizado todavía de forma discreta: pancartas en la marchas, expresiones en las redes sociales o vía columnas o entrevistas.
¿El IPN al Tecnológico Nacional?
El asunto es ¿cómo dejaría la creación del ITNM al IPN jurídica e institucionalmente? Para que el IPN logre establecer mecanismos de participación democrática, espacios de debate abiertos sobre las modificaciones a sus reglamentos y planes de estudio necesita un marco normativo que lo permita. Una demanda concreta del actual movimiento estudiantil como es la exigencia de “la democratización del Consejo Directivo” no puede dejarse a la voluntad política del director en turno, del titular de la SEP o en su defecto del Secretario de Gobernación o el Presidente de la República. Su única viabilidad dependería de establecer un nuevo marco institucional que les permita conformar órganos colegiados (más allá de Consejo Directivo) que sean verdaderamente representativos de su comunidad. En este sentido, la autonomía del IPN parece más que nunca una necesidad. Cada uno de los puntos del pliego petitorio del movimiento encontrarían soluciones de fondo en una declaratoria de autonomía del IPN, desde cómo decidir sobre el diseño de planes de estudio hasta sus demandas más específicas como a qué autoridad debe corresponder la vigilancia en sus planteles.
Desde luego, es sabido que la autonomía a las instituciones de educación superior no es la panacea que resuelve automáticamente los problemas de gestión de las universidades; basta darse una vuelta por varios estados de la República donde autonomía no es la palabra que mejor define la relación entre las universidades y los gobiernos estatales o locales; sin embargo, la autonomía es el mejor marco jurídico con el que cuentan hoy las instituciones de educación superior para desarrollar dignamente sus labores de creación, enseñanza y difusión del conocimiento. Hay que recordar que el IPN, junto con la UNAM, UAM y UPN es una “universidad federal” y de este grupo las dos primeras instituciones son autónomas. Así que considerando el tamaño, la capacidad, la historia, la identidad, la misión y las actividades que desempeña el IPN vale la pena preguntar ¿cuáles son las razones para que el Instituto no pueda convertirse por fin en un organismo público descentralizado y autónomo? El IPN es una institución suficientemente sólida y madura con capacidad de discutir una ley orgánica que establezca los necesarios órganos colegiados que garanticen representación de todos sus sectores, que sea capaz de elaborar sus normatividades y reglamentos para definir su autonomía de gobierno (toma de decisiones), académica (planes de estudio y contenidos curriculares), de financiamiento (manejo presupuestal), administrativa (procesos de gestión ) y que en última instancia garantice plenamente el respeto a su libertad de cátedra y a la formación que ofrece.
Existe ya una propuesta en la Cámara de Diputados presentada por un grupo de legisladores del PRD que debe ser discutida y dictaminada en la Comisión de Educación, pero esto es sólo el comienzo. Lo más importante es ¿qué tiene que decir la comunidad politécnica sobre su posible autonomía o en todo caso sobre su inminente integración, dentro del actual marco legal, al Instituto Tecnológico Nacional de México (ITNM)? El secretario de Gobernación Osorio Chong no es el único que tiene la palabra, de hecho la palabra y la fuerza son de los politécnicos y parece que es el momento ideal para que reclamen lo que es suyo: el IPN.
Investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del CINVESTAV
Twitter: @almaldo2