Ariel Ruiz Mondragón / Este País
El esfuerzo por medir la calidad de la educación en México no es nuevo. Desde hace tres lustros, por ejemplo, se emplean con este fin instrumentos como las pruebas estandarizadas. Sin embargo, ante los resultados mixtos de esta labor, ha sido necesario buscar nuevos modelos. Como parte de la reforma educativa, se creó en 2013 el Sistema Nacional de Evaluación Educativa, cuya coordinación estará a cargo del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Con este mecanismo, se espera identificar las fortalezas y debilidades del sistema para mejorarlo. Sobre los logros y limitaciones de la evaluación de la educación en México, Este País sostuvo una conversación con Olac Fuentes Molinar. Maestro en Enseñanza de la Filosofía por la Universidad Autónoma de Chihuahua, Fuentes Molinar es profesor en varias instituciones de educación superior. Fue investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN, rector de la Universidad Pedagógica Nacional y subsecretario de Educación Básica y Normal de la Secretaría de Educación Pública. Actualmente es investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM. ARM
ARIEL RUIZ MONDRAGÓN: ¿Cuál fue el diagnóstico que llevó a implementar la evaluación educativa en nuestro país?
OLAC FUENTES MOLINAR: Que yo conozca, no hay un diagnóstico formal hecho con ese propósito y que indicara que había que establecer un sistema de evaluación. Lo que había y hay es una conciencia muy extendida de que el desempeño de los maestros y el tipo de condiciones laborales que tienen son, por un lado, con frecuencia deficientes y, por otro, arbitrarias en cuanto al acceso, la movilidad y la constancia del desempeño. Lo que ocurre es que esas diferencias no se reflejan ni en la posición del maestro ni en su condición salarial.
Esto se vincula, por una parte, con una corriente internacional muy fuerte que insiste en una evaluación incluso excesivamente frecuente de los maestros, como ocurre en Estados Unidos y en Inglaterra.
En nuestro país había una discusión muy fuerte, con nuevos actores de opinión tipo Mexicanos Primero, con muchos recursos y mucho altavoz. Eso hacía comprensible que para mucha gente evaluar al maestro para elevar la calidad fuera lo correcto.
Creo que ese es el antecedente y no una evaluación sistemática, formal, que nos hubiera hecho mucho bien a todos pero que no se realizó.
México vive un proceso de reforma educativa. ¿Cómo ha afectado a este proceso la falta de un diagnóstico?
Aquí hay un problema que quiero destacar: cuando se propuso la evaluación se dijo: “Esta es la reforma educativa”. Evidentemente no lo es. Después se empezaron a plantear muchas cosas. Yo espero que de este proceso de consulta sobre el modelo salga una propuesta nueva de estructura curricular y de contenidos, que es mucho más una reforma educativa.
Si uno ve el proceso desde esta perspectiva, la evaluación no debió haber sido lo primero, sino la propuesta de “esto queremos que aprendan los chavos”. Uno, porque es lo sustancial; dos, porque si no teníamos eso nos faltaba un elemento muy importante para evaluar a los maestros.
Podemos evaluar en términos de muchas cosas, pero una que es fundamental es cómo se desempeña un maestro frente al modelo de trabajo que se deriva de un currículum. Creo que en los hechos hubo una ruptura del orden lógico que se debía seguir en un proceso de reforma.
Si no tenemos un currículum mucho mejor, mucho más sensato del que tenemos ahora, esto va a dificultar más adelante la evaluación.
¿Están definidos los objetivos y las metas de nuestro modelo educativo para, justamente, poder evaluar cómo se van logrando?
Tenemos hoy uno que todavía está vigente. Fue elaborado bajo la coordinación de Fernando González Sánchez, subsecretario [de Educación Básica] y yerno de Elba Esther Gordillo, con mucho respaldo de la estructura sindical. Está expresado en el acuerdo 592, un volumen de más de 600 cuartillas que, según yo, que lo he estudiado con mucho cuidado, es el peor currículum que hemos tenido en México desde la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Es excesivo, redundante y no tiene prioridades claras; no distingue lo fundamental de lo secundario, y es muy confuso en los términos pedagógicos, que utiliza sin rigor.
Creo que estamos en un mal momento. Sobre los libros de texto que se derivaron de lo anterior, la propia SEP ha reconocido que la mayor parte hay que sustituirlos ya, porque hay algunos que son verdaderamente vergonzosos.
¿Qué avances ha tenido el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE)?
Fue creado el Instituto, fue elegida su Junta Directiva, integrada por personas que tienen un prestigio y una confiabilidad muy amplia. Ahora están en un momento muy importante porque se trata de instrumentar técnicamente lo establecido en la ley, con un sistema de evaluación que efectivamente recoja lo que es sustancial en el desempeño del maestro, que no sea una apreciación de cuál es el currículum o qué sabe de los contenidos cada docente, porque eso no nos dice mucho sobre qué tan buen profesor es.
Yo he sostenido que a los maestros hay que evaluarlos principalmente mirando su desempeño con un método y una técnica eficaces. Hay que saber mirar al maestro, qué está haciendo. Eso complica el asunto porque los cuestionarios en general tendrán un sentido complementario. Muchos asuntos tienen que ver con contenidos disciplinarios, pero muchos otros no; varios tienen que ver con cómo organiza al grupo, cómo trata a los alumnos, cómo estimula su curiosidad, cómo les da confianza, y esto solo se puede saber viendo y preguntando. Conscientes de esa dificultad, en la dirección del Instituto han postergado hasta 2016 la primera aplicación masiva.
Estamos en una transición. Se inició la vida del INEE con un proceso de ciertos recortes; así, aunque el Instituto tiene una gran estructura formal, incluso excesiva, no ha tenido los recursos para buscar y contratar gente en cantidad suficiente para que haga las cosas. Ya ha pasado: ha habido situaciones que me desconciertan; por ejemplo, en el próximo examen para el primer ingreso a la docencia, entiendo que el trabajo lo está haciendo el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior, A. C. (Ceneval) y no el INEE. Entonces uno se pregunta: ¿para qué está el Instituto? La explicación lógica seguramente es: “Ustedes ya tienen experiencia y nosotros no tenemos tiempo”, lo cual no es, de todos modos, razonable.
Es necesario contar con los mejores recursos humanos que podamos conseguir y tener recursos para solicitar asesoría externa.
El INEE está en ese momento intermedio. Sin duda, por la propia gente que tiene, por la propia ley, es autónomo y tiene que coexistir con la SEP; hay situaciones de límites de competencia que no son fáciles de manejar, tanto con la Subsecretaría de Educación Básica como con esa enorme estructura que crearon: la Coordinación de la Carrera Docente.
PISA
Desde 2000 se ha estado aplicando el Programa para la Evaluación Internacional del Estudiante (PISA, por sus siglas en inglés), que promueve la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). ¿Ha sido adecuada la aplicación de esa prueba para el caso mexicano?
Yo creo que es una prueba muy importante, y es muy relevante que México haya participado desde el principio en ella, y que lo haya hecho, además, con una muestra mucho más grande que la que se utiliza en los demás países. Nuestra muestra es del orden de 30 mil estudiantes desde 2003, frente a los 3 o 4 mil que hacen falta para tener resultados válidos. Pero en México esa muestra más grande nos permite distinguir resultados por entidad federativa, por modalidad educativa, etcétera.
Creo que hay que entender qué es lo más importante que nos dice PISA. Los medios se van siempre sobre el punto de qué lugar ocupamos y, como estamos en la cola permanentemente, esa es la nota. Eso tiene interés, pero no es lo principal, que es ver en qué nivel de aprendizaje están nuestros estudiantes, y en ese sentido pisa es muy útil.
La mitad de nuestros estudiantes están terminando secundaria o empezando la preparatoria. En promedio, de las tres áreas que se evalúan, la mitad de ellos están en el nivel más bajo.
Los niveles se definen por cierto tipo de capacidades, que se traducen en puntos; pero lo importante no son los puntos sino qué capacidad indican. Por ejemplo, estar en el nivel 1 o por abajo del nivel 1 en matemáticas quiere decir, según lo define el examen, que el estudiante solo es capaz de aplicar una operación fundamental cuando se le solicita o cuando la situación lo define claramente, y con números enteros. Su nivel de razonamiento en términos matemáticos es así de bajo.
En lenguaje, el nivel 1 quiere decir que lo máximo que puede hacer un estudiante es, en un párrafo, localizar información literal de una sola fuente. Si lo ponemos a trabajar con dos fuentes distintas o contradictorias, no sabe qué hacer. No puede identificar sentidos no literales. Entonces, tienen niveles muy bajos, y así aparece desde la primera vez que se aplicó el examen.
Eso indica problemas muy importantes pero obvios: tenemos que trabajar de otra manera con la lectura, con las ciencias. No se trata de atiborrar de contenidos a los alumnos sino de que comprendan y de que puedan hacer mentalmente cosas con lo entendido.
Pero tenemos un currículum cargadísimo y disciplinario. Ocurre que los alumnos no han tenido la oportunidad ya no digamos de ir al laboratorio sino de mirar la realidad natural externa en las calles, en los jardines, y hacerse preguntas sobre eso.
Me parece que la prueba, como no se refiere a un currículum y no podría hacerlo, permite una comparación de muchas formas de educar en muchos países a partir de los resultados que hacen falta en temas que todos deberían saber. Yo entiendo que en algunos lugares se aprenda la tabla periódica de los elementos y en otros no. Cada quien tiene sus razones, pero lo que no puede ser es que haya lugares donde los estudiantes no aprendan a leer con comprensión.
Si vemos las diferencias por estados, el asunto es muy elocuente, terrible. Ninguno está bien, pero hay unos que están en el abismo.
Yo estudio cuidadosamente la prueba PISA, y la conozco porque hay suficientes reactivos abiertos para saber que son inteligentes, que están bien hechos.
¿Cuáles son los resultados de PISA que más destacaría para el caso de México y que debamos atender con más urgencia?
PISA evalúa tres áreas, y ya mencioné lo central de matemáticas y lectura. Cuando nos damos cuenta de que los alumnos no aprendieron historia o ciencias naturales y esto se debe a que no entendieron lo leído, el problema central está en la lectura, que afecta al conjunto.
Los estudiantes pueden pasar los exámenes de memoria pero, como no comprendieron nada, no tienen las estructuras del conocimiento y no pueden seguir construyendo sobre ellas. Esto es lo fundamental en las tres áreas. Si bien hay diferencias entre los estados de la República, eso no hace que los más avanzados estén bien: están mal. Aguascalientes, que este año salió tan bien, se encuentra en el nivel promedio que obtiene Serbia, de lo cual nadie tiene que enorgullecerse.
Las escuelas públicas y las escuelas privadas obtienen distintos resultados: en promedio, los de las primeras son mejores, pero tampoco son buenos. En el último examen, el promedio de la escuela privada es igual al de Bulgaria, lo que tampoco es para decir que nos estamos gastando muy bien el dinero. Yo creo que eso es lo central.
Otras herramientas que se han usado son la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE) y el Examen de la Calidad y el Logro Educativos (Excale). ¿Han sido útiles?
Son muy distintas: ENLACE es un examen censal que se aplicaba a todos, desde grados muy tempranos; se hizo en secundaria y luego en preparatoria. Creo que el que se haya suprimido su aplicación como era antes es un logro muy importante. Se trata de un examen profundamente convencional y erróneo porque es memorista, arbitrario, y su aplicación estaba totalmente descontrolada, filtrada por muchas formas de corrupción, sobre todo cuando se ató a beneficios salariales para los maestros y de promoción para los estados. Se pueden encontrar resultados como el de hace dos años, cuando las mejores telesecundarias del país eran las de Chiapas. ¿Quién puede creer eso?
Cuando estaba muy fuerte la discusión, creo que el gobernador de Guerrero presentó el argumento más importante para eliminar la ENLACE: sacó un desplegado en los periódicos felicitándose y felicitando al sistema estatal porque sus escuelas secundarias habían ocupado el cuarto lugar en el país. Una semana después apareció PISA, que se refiere justamente a secundaria y a preparatoria, y Guerrero apareció en el último lugar.
¿Qué hacen los funcionarios? Arreglan los resultados. Nos estábamos engañando a nosotros mismos, como le consta a todo mundo. En muchos lugares el examen se vendía, los maestros daban las respuestas o corregían los exámenes ex post, etcétera.
Esa evaluación no estaba haciendo ningún bien, aun cuando no ocurrieran esas anomalías. Cuando un chico sale bien en el examen, yo no sé si es un muchacho listo y reflexivo o si es un machetero que tiene una memoria fantástica. Y no saber si es lo uno o lo otro es muy grave.
Excale es una prueba muestral también tradicional, aunque está hecha con mucho más cuidado. Sin embargo, tampoco sería el tipo de examen en el que yo pensaría. Considero que podría haber un modelo de reactivos más tipo PISA, que es interesante porque casi todas son cuestiones problemáticas. Son varias opciones pero implican una reflexión, y no necesariamente en todas las preguntas se tiene todo bien o todo mal. Un reactivo de PISA puede dar cuatro o dos puntos porque el camino que se llevaba era correcto, o ninguno. Entonces es mucho más adecuada para saber qué estaban pensando los muchachos cuando pusieron una respuesta.
¿Los resultados de estos exámenes han generado algún cambio en la política educativa?
Desgraciadamente, no. Insisto en que el más elocuente, el que dice cosas realmente importantes, es PISA. Pero fuera de que, intencionalmente o no, se usa para devaluar a la escuela mexicana, no ha servido como un resorte para decir: “Estamos muy mal; ¿qué hacemos para estar mejor?”. No para ganarle a Brasil, esas son tonterías; en todo caso subir en el ranking será consecuencia de que los muchachos aprendan mejor temas cada vez más importantes. Pero PISA también me dice que la enseñanza de las matemáticas no está dejando buenos resultados, que quizás hay que enseñar cosas fundamentales y asegurarnos de que los alumnos las hayan aprendido y, sobre todo, que puedan razonar con ellas.
No debemos seguir recargados de contenidos que son ridículamente excesivos. Enseñar bien temas fundamentales lleva tiempo y discusión con los muchachos. Por lo tanto, no podemos tener tantos contenidos.
En la revisión que se debe hacer hay que quitar muchos temas y hay que tener prioridades vistas desde el mundo de hoy. Yo sé que mucha gente se escandaliza cuando dice uno esas cosas, pero si, como pretenden los programas, los estudiantes de primaria y secundaria no saben qué fueron las reformas borbónicas, no les pasa absolutamente nada. Frente a eso, no tienen ninguna oportunidad de acercarse a problemas que son centrales en el mundo de hoy: ¿por qué todo lo que compramos es chino y más barato? Hace 25 años el ingreso per cápita de China era la décima parte del de México. ¿Qué es este asunto de los musulmanes? Es la vida de hoy y de las próximas décadas. Pero seguimos con el ánimo de la vieja cultura de una escuela preparatoria enciclopédica.
¿Cuáles han sido las principales resistencias a la evaluación educativa?
Hay estados que se niegan a cualquier tipo de evaluación, como en los que la corriente sindical dominante es la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Como maneja buena parte de las plazas (en Oaxaca todas), la CNTE no quiere evidencias de que las cosas están mal y por lo tanto PISA no se aplica allí. Esa es una oposición de corporativismo radical, absolutamente primitivo.
Hay otra que yo no llamaría oposición sino desconfianza, la de maestros que hacen bien su trabajo y que en las condiciones en las que están obtienen buenos resultados. Lo que dicen es: “¿Quién me asegura que me van a evaluar rectamente?”. No nos podemos chupar el dedo: tampoco la historia de la autoridad educativa es como para asegurárselo.
A mí me parece que, con razón, se han señalado ciertos problemas de la evaluación ya aprobada. Por ejemplo, su periodicidad y su frecuencia son excesivas y no terminan. Un maestro bueno, confiable, cumplido, no quiere tener durante toda su carrera la sombra de la guillotina: “Ya pasé mi examen inicial; me dijeron que estudiara más ciencias, y lo hice. Los padres me aprecian y en la escuela me respetan. Tiene que llegar un momento en que alcance una permanencia que me deje tranquilo”. Ahora hay una situación muy tensa entre los maestros norteamericanos e ingleses, hasta de depresión: se sienten acosados no por el exceso de trabajo natural, sino por el exceso de trabajo inventado: supervisiones y evaluaciones, por ejemplo. Creo que debe haber estabilidad, seguridad y margen para que la gente pueda admitir ciertas grandes metas comunes.
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ARIEL RUIZ MONDRAGÓN es editor. Estudió Historia en la UNAM. Ha colaborado en revistas como Metapolítica, Replicante y Etcétera.
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