Ahora mismo, nueve millones de niños, niñas y adolescentes mexicanos que deberían estar estudiando, se encuentran fuera de las aulas de clase, siendo así más vulnerables a fenómenos como la violencia o la narcoexplotación.
Son mexicanos con mayor riesgo a perpetuar los círculos de pobreza lo que, a decir de los expertos en infancia, no sólo lapida su futuro, sino pone en jaque su propio presente.
De acuerdo con el Censo Educativo, 24 por ciento de la población de entre 3 y 19 años no asiste a escuela, es decir, uno de cada cuatro niños, niñas y adolescentes en edad escolar obligatoria, simplemente, no estudian.
En México hay 37.4 millones de niños y jóvenes en ese rango de edad, pero sólo 28. 4 millones (76 por ciento) tienen un lugar en un salón de clases, mientras que el resto están excluidos de la educación que por leyes obligatoria.
“Un niño, una niña o un adolescente fuera de la escuela va a estar expuesto a muchos otros riesgos, por ejemplo, a la violencia armada, tenemos de manera conservadora calculado que 30 mil niños y niñas son víctimas de la narcoexplotación y que la mayoría de ellos estaban fuera de la escuela”, destacó el director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), Juan Martín Pérez García.
Apenas el mes pasado, la Secretaría de Gobernación (Segob), a través de la Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana, reconoció que adolescentes desde los 12 años están cayendo en las filas del crimen organizado ante la incapacidad del Estado de ofrecerles alternativas para su futuro.
Se trata de niños que deberían estar estudiando el nivel secundaria, donde comienzan a verse los problemas de deserción escolar, que se agudizan en el bachillerato, donde se enfrenta la mayor dificultad para mantenerse en el sistema educativo, pues cada año 650 mil jóvenes abandonan la educación media superior; mil 780 al día.
De acuerdo con organizaciones de la sociedad civil, mientras en la década pasada el crimen organizado reclutaba a personas entre los 20 y 35 años actualmente elige a jóvenes de entre 12 y 15 años de edad.
Para el director de la Redim esto es muestra de que la comunidad escolar no solamente es un espacio para que los alumnos aprendan, sino para que estén protegidos a través de redes sociales positivas de peligros, como el ser cooptados por el crimen organizado para toda la línea de producción y tráfico de drogas, pero también de la violencia en casa y de las actividades económicas.
“Al estar fuera de la escuela estos niños tienen negado el simple hecho de desarrollar los más básicos elementos de socialización, lo que los expone a múltiples riesgos que van desde el consumo de sustancias ilegales, por ejemplo, hasta el ser víctimas de diversas formas de explotación como la física o la laboral”, alertó Pérez García.
Pero no sólo eso, además la educación garantizada como un derecho en el Artículo 3º de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, le abre la puerta a otros derechos.
“El derecho a la educación es la llave para el acceso a otros derechos humanos, de tal manera que si se goza de ese derecho, se va a tener la garantía de la mayoría de los otros”, planteó Nashieli Ramírez, directora de la organización Ririki Intervención Social.
Por el contrario, dijo, cada vez que los niños no acceden a una educación de calidad estarán condenados a heredar el olvido social de sus padres.
“Hoy por hoy todavía no tenemos mayor clave para la movilidad social que el factor educativo, así que si no hacemos algo por garantizar el derecho a la educación de niños y niñas, estamos lapidando básicamente su futuro, y al negarles la capacidad de leer otros mundos, de sorprenderse por cosas, y del gozo por el conocimiento, no sólo se pone en juego su futuro, sino igualmente, en jaque su propio presente”, advirtió Nashieli Ramírez.
La experta en temas de infancia expuso que el riesgo es aún mayor para los niños indígenas o migrantes donde se tienen los peores indicadores de acceso, pues el mismo sistema educativo recrea las desigualdades.
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