El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación celebró su aniversario 70. El SNTE cumple años con la cabeza baja, un liderazgo débil y sin legitimidad; pero con el instinto de supervivencia en alto. Cierto, la ceremonia en el Palacio de Bellas Artes no tuvo el boato de otras ocasiones, el presidente Peña Nieto no se acercó por allí y el mensaje del secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, fue parco; en su discurso enalteció a los maestros y a la profesión docente, mas no hizo el elogio del SNTE ni de sus dirigentes. No obstante, se respetó el ritual priista.
El SNTE y sus corrientes, incluidas las de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, son órganos políticos del pasado, que deberían estar en extinción, mas gozan del reconocimiento del gobierno central, con lo cual dominan a los gobiernos de los estados. Los corros sindicales se rigen por reglas corporativas y patrimonialistas y de ellas derivan su fortaleza; son enemigos de la democracia y del Estado.
A fe mía que el gobierno federal comete un error estratégico que puede traer consecuencias desastrosas a las políticas modernizadoras. Al permitir la estabilidad del sindicato, el mismo régimen siembra las semillas que pueden dar al traste con las reformas institucionales que ya puso en marcha. Si bien en estos meses el liderazgo formal del SNTE “se porta bien”, colabora con el gobierno y pregona una fe reformista, lo hace porque sobre sus dirigentes más conspicuos penden averiguaciones previas. También sobre los líderes de la CNTE, pero ellos no se preocupan, saben que siempre pueden negociar su impunidad en la Secretaría de Gobernación y con los gobernadores de los estados donde tienen mayoría o algo de presencia.
Sí, el SNTE llega debilitado a sus 70 años. Juan Díaz de la Torre no tiene la estatura (al menos no todavía) de cacique, como lo fueron Jesús Robles Martínez y Carlos Jonguitud Barrios; tampoco posee la audacia de Elba Esther Gordillo. Sin embargo, conoce los hilos del poder; sabe que el eslabón débil para la puesta en marcha de las reformas en el sistema educativo mexicano reside en los gobernadores. Ellos no tienen ningún incentivo para apoyar al Presidente y al secretario de Educación Pública, los colocaron como el furgón de cola, que sólo servirá para contener en caso de que el tren se venga para atrás en la cuesta. En cambio, pueden tener algunas ganancias extras (o al menos evitar desgaste político) si negocian con las secciones del SNTE. La cultura patrimonialista sigue siendo fuente de votos.
No especulo. Reforma (27 de diciembre de 2013) informó que: “La nueva dirigencia que encabeza Juan Díaz ha negociado con los gobernadores la conservación de conquistas laborales que los profesores han acumulado en siete décadas. Luego de la aprobación de las leyes reglamentarias de la Reforma Educativa, entre septiembre y diciembre, Juan Díaz firmó 12 convenios con gobiernos estatales”. Los disidentes lograron más en Michoacán, Chiapas y otros estados.
En Oaxaca, ¡pobre Oaxaca!, la Sección 22 controla todo, menos unas cuantas escuelas donde los maestros no hacen paros. Pero la S22 va en camino de recuperarlas gracias a los buenos oficios del gobernador Gabino Cué. Por sus declaraciones y movimientos en contra de la Sección 59, hasta parecería que él disfruta de que la S22 lo tenga prisionero. Vamos, hasta la entrega de las calificaciones de los alumnos son actos del sindicato, no función de la autoridad.
Setenta años de experiencia no se van por las cañerías. Díaz de la Torre y sus socios pueden hacer un ejercicio en paciencia. La CNTE y otros grupos radicales construyeron fortines políticos con trincheras que parecen inexpugnables. Con esos reductos podrán negociar con la Segob no sólo su supervivencia, acaso hasta reciban estímulos por su desempeño.
Estoy convencido de que si el Presidente no usa el poder del Estado para acabar con el SNTE (y otros sindicatos corporativos) quienes hoy lo elogian mañana lo insultarán, incluidos ciertos gobernadores. Si él de veras quiere trascender como reformista y modernizador del Estado, acaso debiera seguir el consejo de Maquiavelo y actuar como león para espantar a los lobos y como zorra para conocer los lazos (políticos). ¡Sería por el bien de la República!
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana