Un día soleado, de templado a caliente; pintado por los colores verdes de los árboles y pastos y rojos de los ladrillos de edificios centenarios. Un día de esos que a la vez que tensan, relajan. Al fondo, el famoso Teatro Sanders de la Universidad de Harvard, donde Carlos Fuentes dictaba sus sesiones hace algunos quinquenios o décadas.
El día empezó a las 6 am, para llegar al frugal desayuno con los deans (decanos) de las diversas facultades de graduados de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Harvard. Un desayuno entre jardines y edificios, detrás del no tan moderno Centro de Ciencias de la Universidad, por las calles de Oxford, al norte del Campus principal o del Harvard yard, como se le conoce por aquí. Es la fiesta de graduación de toda la Universidad. El día comienza con diversas reuniones en las diferentes facultades, desde donde parten, en procesión tradicional, hacia el campus central, el corazón de la Universidad de Harvard. Será tumultuoso, pero culturalmente interesante.
Después del desayuno, con gaitas, tambores y estandartes inicia la famosa procesión. El rito impone, y todos, o casi todos los estudiantes de la facultad de estudios liberales, se ordenan como niños de primaria siguiendo las instrucciones de sus guías.
Los colores de los alrededores ahora están salpicados por togas en negro y rojo, y por birretes y sus borlas negros. No todas las togas son iguales. Los colores se invierten si los estudiantes son de doctorado. Para los candidatos a maestría, la toga es básicamente negra con toques rojos; para los de doctorado es al revés. Y en el conjunto varían los colores de togas, listones y otras insignias, según los grados, facultades y universidades de origen, sobre todo entre profesores y autoridades.
La procesión dura una media hora hasta llegar a distintos portones del campus principal. En el trayecto las calles son resguardadas por agentes de policía, patrullas y oficiales, dando paso a los graduados. Y, por supuesto, a los miles de familiares y amigos que acompañan a sus hijos, consortes y agregados en un día a la vez tan trivial como importante; tan ceremonioso como nostálgico. Las calles aledañas a Harvard Square se pintan por ríos de negro y rojo. Es una fiesta monumental. La formalidad de antaño es contrapuesta con la informalidad de hoy; togas y birretes con tenis y sandalias. Lo chusco es el punto. Ahi van los miles de graduados, sonrientes, orgullosos, y testigos de su propio testimonio.
La entrada al Harvard Yard es controlada y el acceso solo se permite con boleto; por secciones según la importancia: están los del podium, los invitados especiales, las generaciones de hace 50 y 25 años; los miembros de las facultades, y luego los graduados, todos divididos por escuelas o facultades, entran por diferentes portones de la universidad y se dirigen hacia sus asientos, ubicados entre más o menos 34 mil sillas. A mi me tocó la sección D. Pude, entre un mar de gente, escabullirme hacia una de las orillas. Encontré una silla vacía y plegada, ahi me senté. Unos minutos después, comenzaron las bandas de las diferentes Casas a llenar el espacio con música. Las gaitas no paraban, el calor empezaba a sentirse más fuerte, y todo anunciaba la entrada al Campus de los miles de candidatos a grado, en una segunda procesión; los campos verdes, árboles de antaño y los típicos edificios harvardianos de ladrillo rojo y a dos aguas, se pintaban del negro y rojo de las togas y birretes.
Aquí estoy sentado 30+ años después, pero ahora como padre. Estoy cerrando un círculo. Nunca pensé hace 30 años que viviría esta historia por segunda vez, ahora con mayor emoción y profundidad.
Ya sentados los invitados, inicia la segunda procesión. Y desfilan por facultades, en pares, ordenados por pasillos de asfalto que cortan los jardines. Ahi vienen los economistas, politólogos, los médicos con todo y estetoscopio colgado al cuello, los diseñadores con piezas de lego adheridas a los birretes, los abogados con mazo de juez. La procesión académica es lenta, familiares y amigos esperamos con paciencia y con cámara en mano por si acaso corremos con suerte y nuestros graduantes pasan cerca, quizá en el pasillo adyacente. La sensación de monotonía crece porque el asunto es largo antes de que algo nuevo ocurra. Al cerebro le gusta la variedad.
A mi derecha a un metro de distancia circulan los candidatos de grado, más a lo lejos, como a 40 sillas a mi izquierda, por el pasillo central que separa o une a la Biblioteca Widener de la Capilla Memorial circulan los jóvenes del nivel de licenciatura, del Harvard College, y caminan con todo y sus maestros y decanos, agrupados por las famosas Casas como la Quincy, Dudley, Cabot, Winthrop, Adams.
Mientras tanto, veo a mi derecha a las escuelas GSAS-AMSM (Maestros en artes y en ciencias) y más atrás a la GSAS (Graduate School of Arts and Sciences) – SEAS (School of Engineering and Applied Sciences). En nota personal, cuál sería mi sorpresa, inesperada, que justo por el pasillo contiguo se encontraba la generación de mi hijo, todos con magníficas sonrisas, disfrutando la fiesta sin importar el tiempo, calor, espera, con toda la paciencia del mundo, como queriendo detener el tiempo. Aquí un fuerte abrazo de 30 años. Finalmente llegan los innumerables candidatos de los distintos programas de Extensión universitaria y la procesión académica termina.
Tambores y trompetas anuncian el inicio oficial de la ceremonia de graduación de 2016. El Marshal de la Universidad le pide al Sheriff del Condado de Middlesex que llame la reunión a Orden. El sheriff, de manera muy formal, golpea tres veces su bastón engalanado por una cubierta de plata y dice con voz fuerte y ceremonial “The meeting will be in order” (algo así como Inicia la sesión). Primero un himno, luego una oración, luego, otro himno, después una salutación en latín por una estudiante de lenguas, sobre el tesoro de la lengua harvardiana, luego dos alocuciones más, otro himno, y el anuncio del Provost de la Universidad del inicio de otorgamiento de grados por parte de la Presidenta de la Universidad, Historiadora Drew Gilpin Faust, escuela por escuela. Más himnos. Grados Honoris Causa, entre ellos, al ex-presidente de Brasil, y autor de la teoría de la Dependencia (famosa en la década de los setenta), Dr. Fernando Henrique Cardoso. Luego, el Himno Harvard, una bendición y la declaración del cierre de la sesión que es sellada con una marcha ejecutada por la Banda de música de la Universidad.
Ya es cerca del medio día y las ceremonias continúan. Ahora, algunas escuelas entre ellas las que pertenecen a la GSAS se desplazan al famoso Teatro Sanders, con cupo para unas 800 personas. Ahí vamos. El resto de las facultades se desplaza a sus respectivas escuelas, i.e., derecho, negocios, gobierno de la escuela Kennedy, etc. En cada escuela y en el teatro Sanders, ocurre la ceremonia de entrega de diplomas, el momento por todos esperado, donde familiares y amigos se filtran para buscar el mejor lugar y tomar las mejores fotos y videos. Es tanta la gente que graduados y familiares abandonan el lugar una vez que el graduado recibe su diploma y en fila india, ingresan los nuevos.
Con diploma en mano regresamos a los jardines de una de las escuelas de grado donde se sirven sendos almuerzo y bebidas refrescantes (agua y limonadas), con una copa de plástico con champaña para brindar. Cada familia con su graduado. Las risas, los comentarios, los osos, en fin, todo el evento se comenta. Y todo es alegría. Pero dura poco, porque a las 2 pm continúan los eventos en el Campus principal, ahora bajo la sesión organizada y presidida por los Ex-Alumnos (Alumni). Aquí, corren tres intervenciones principales, la primera, por el Presidente saliente de la Asociación de Ex-Alumnos; después por la Presidenta de la Universidad y, finalmente, la esperada intervención de Steven Spielberg. La primera muy larga, la segunda, formal, seria, profunda, típica de un Presidente de Universidad, y la tercera, la de Spielberg, sensacional.
Spielberg comenzó su alocución mencionando que él había abandonado la Universidad para seguir con su sueño en el cine. ¡Pero! ¿Con qué autoridad podría él pedirle a sus siete hijos que estudiaran en la universidad si él mismo había sido un “drop-out”? Así que a sus cincuenta y tantos años de edad, regresó a la universidad para concluir sus estudios. Con este dato, Spielberg arrancó al aplauso y el !hurra! del público. En otro momento de risa y aplausos, Spielberg hizo una ironía, sin mencionar nombres, pero con alusión clara a Trump, sobre la nación americana, una nación de inmigrantes, “bueno, hasta ahora”. Finalmente, nadie mejor que Spielberg, con una gala maravillosa, conectó el mundo de los graduados con metáforas de sus innumerables películas; desde la Lista de Schindler, hasta el E.T., pasando por muchas de ellas. Su alocución estuvo repleta de humanismo y la importancia de la relaciones humanas, familiares, y terminó al igual que el E.T. “go home!”.
Spielberg, con traje y corbata, y llamativos tenis azules, recibió un estruendoso, sincero y entusiasta aplauso con toda la audiencia de pie. Un momento memorable.
Ya eran las cuatro de la tarde y el calor aunque no insoportable sí empezaba a calar más y más, sobre todo para lugares no protegidos por la generosa sombra de los árboles. La sesión se levantó pero las ceremonias continuaban. Ahora el turno era más contenido. Un brindis sencillo pero emotivo en la Facultad de Estadística dentro del edificio de ciencias de la Universidad, a un lado del teatro Sanders. Ahí, más fotos, sonrisas y los abrazos finales, entre estudiantes, entre estudiantes y profesores. Para muchos el último abrazo. El principio de una nueva vida.
Cerca de las 6 de la tarde, solo quedaban las reminiscencias del paso de miles de personas, sillas vacías, grupos de curiosos, graduados con medias togas, con birretes fuera, lentamente de regreso a la vida cotidiana. Así fue hace treinta años, así es hoy. Así será siempre.
Y así lucía el famoso Puente Harvard sobre el Río Charles, al final del día, después de la ceremonia 365 de graduación de este 26 de mayo de 2016. Sereno, alegre, descansando en espera de la ceremonia 366, el próximo 25 de mayo de 2017. ¡Felicidades!