No concibo en nuestro país a alguien a quien no le agradaría contar con una educación de calidad, una educación de primer mundo en donde nuestras niñas y niños puedan descubrir quiénes son, en el que el sistema educativo les acompañe –y no les obstaculice– en su formación como personas, como seres humanos.
Para que ello suceda, es necesario sin duda el concurso del magisterio, de los padres de familia, de las autoridades educativas y por supuesto de políticas públicas que permitan establecer los equilibrios necesarios y suficientes que permitan sentar las bases para que pueda ser posible la educación que anhelamos.
En el marco de las celebraciones con motivo del 15 de mayo, resulta muy importante expresar al magisterio, que su labor es fundamental en el desarrollo de nuestro país, más allá de las palabras de quienes encabezan la estructura educativa y no logran atinar una política certera en la materia.
Se quiere mejorar la profesión –se dice- pero no se llevan a cabo acciones que lo confirmen. Se puede observar que, en los países más desarrollados en el mundo, a los aspirantes a ingresar al magisterio se les elige de entre el mejor 10% desde el bachillerato, sin embargo, en México, se espera a que concluya cualquier carrera para de ahí, con un simple examen ver quien tendrá empleo de maestro, no de un Profesional de la Educación.
Con algunas cosas, como es el caso de las tutorías de acompañamiento a los maestros nóveles, no se ha llegado a cumplir siquiera con el 50% de ellos. La evaluación, que bien utilizada puede ser un motor de grandes transformaciones, sus resultados no han sido utilizados para la conformación de ninguna política al respecto y, con un 90% del magisterio que falta por evaluar, se antoja lejano que de algo sirva en el corto y mediano plazos.
Mientras más evaluaciones se hacen al magisterio, en otros ámbitos, como lo es el Senado de la República en sólo un año, se contrataron a 565 nuevos asesores para el servicio directo de sus 128 legisladores, los cuales se hicieron sin filtros para evaluar su perfil y con plena discrecionalidad para su ingreso a la Cámara alta, con un incremento de 32%.
Por otra parte, hacen falta mejores leyes para que nuestra población cuente con más cultura a su alcance, sin embargo, a casi una década de su publicación, la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro no ha podido incentivar la formación de bibliotecas públicas y de aula, la cual carece de un marco normativo actualizado, porque precisamente el Senado no ha culminado la legislación y con ello, las bibliotecas públicas no tienen un presupuesto y no existe un sistema de adquisición.
Hacen falta más recursos para educación, para ello, el Gobierno Federal se endeudó con 50,000 millones para equipar –en 3 años– apenas al 10% de las escuelas, sin embargo, tan solo en este año pasado, en un tiempo –expresado de austeridad– tan sólo en viáticos y gastos de publicidad, el gobierno se excedió por casi 10,000 millones del presupuesto.
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